Cultura

La nariz de Cleopatra

  • La evolución e influencia del salón literario desde sus orígenes hasta su canto del cisne es el tema de esta recopilación de perfiles femeninos.

RETRATOS DE MUJERES. Sainte-Beuve. Traducción de José Ramón Monreal. Prólogo de Benedetta Craveri. Acantilado. Barcelona, 2016. 432 páginas. 22 euros.

Es probable que el lector moderno conozca más a Sainte-Beuve por la animadversión que suscitó en Proust que por su obra crítica, no exenta de valía, como veremos, y muy celebrada en la Francia de la segunda mitad del XIX. Este Sainte-Beuve, que ha orillado con paternal displicencia los versos de Baudelaire y habla de "la deliciosa corrupción" del estilo de Balzac, es también el autor de una voluminosa obra sobre Port-Royal (la gran empeño pedagógico del Jansenismo contra los jesuitas), y el fino miniaturista de los retratos que aquí se recogen, y que pretenden ser una continuación, un homenaje, algo así como una ejecución en diferido de ciertas predilecciones de herr Goethe.

En efecto, en las páginas dedicadas a Ninon, Sainte-Beuve nos recuerda que Goethe había sugerido escribir una historia de las mujeres "que regentan los principales salones de París", porque de ahí saldría, no sólo una muestra del carácter y la inteligencia francesas, sino un conocimiento útil del espíritu humano. Según confiesa el autor, ahí se encuentra la idea de estos Retratos femeninos; unos retratos que Goethe quiso acotar al siglo XVIII, y que Sainte-Beuve extiende desde el XVII de Port Royal y Luis XIV al XIX de Napoleón y Madame de Staël. Por otra parte, el hecho de que Sainte-Beuve escogiera a Goethe, "el gran crítico de nuestra época", como guía de sus indagaciones literarias, se halla tanto en el origen de su forma de componer los retratos, como de los errores que Proust le adjudicaría más tarde. Recordemos, a este respecto, que Marcel Proust acusó a Sainte-Beuve de justificar una obra por consideraciones morales, y en última instancia, de explicar al artista por sus lances biográficos. Algo de eso hay en estos Retratos femeninos, cuya probable idealización no excluye, en absoluto, una notable perspicacia. Lo que pretende aquí Sainte-Beuve, sin embargo, parece un empeño más modesto: se trata una acotación histórica que permita entender, en su integridad, la figura de aquellas saloniers que dirigieron la inteligencia francesa durante más de dos siglos. Y es así como regresamos a Goethe, y a través de él, a la nueva Historia que postuló su amigo Herder. Una Historia, de gran éxito en el Romanticismo, que adjudicaría una importancia superior a las circunstancias (geográficas, religiosas, raciales) que rodean al individuo; y en consecuencia, una Historia que muestra a un individuo mediatizado por su época.

Aun así, es probable que Sainte-Beuve, conocedor de la lógica de Port-Royal, estuviera más influido por Pascal que por la Filosofía de la Historia de Herder. Cuando Pascal escribe que "si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta, toda la faz de la Tierra habría cambiado", no está sino anticipando lo señalado con posterioridad por Herder. También cuando dice que "el corazón tiene razones que la razón no conoce", coincide con cierto irracionalismo decimonónico que adjudicará a la biología, y al orbe de las pasiones, cuanto el XVIII atribuyó al mero raciocinio. En ese nebuloso determinismo, a un tiempo científico y moral, es en el que cabe circunscribir la teoría literaria y el saber crítico de Sainte-Beuve. Medio siglo más tarde, no obstante, Proust ya sabe que el talento y la moralidad no guardan relación alguna. Y tampoco ignora que el individuo es una entidad problemática, acaso fantasmal (su obra es un ejemplo obvio), que escapa a la ceñida coraza que le ha tejido Herder.

En cualquier caso, el indudable encanto de estas páginas (páginas que quieren transmitir la inteligencia y la gracia de aquellas damas: madame de Sévigné, la Pompadour, madame de La Fayette..., así como un refinado eco del mundo que las celebró), se debe tanto a la puntual erudición del autor, como a la enardecida melancolía con que se reproduce el interior de una época. Una época que, como ya hemos dicho, abarca casi tres siglos, y donde la historia de la feminidad confluye con ciertos géneros literarios: el género epistolar, la novela galante y los aforismos, que aquí quedan explicados en su origen mundano. También el ensayismo de madame de Staël, escrito bajo el influjo de Herder, y cuya visión de la literatura europea (una visión sesgada por el hecho religioso), aún repercute y alienta, inopinadamente, en nuestros días.

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