Lepanto | Crítica

Glosa y miseria de Lepanto

  • Historiadores y estudiosos analizan la legendaria batalla en su 450 aniversario

Detalle de la batalla de Lepanto pintada por Giorgio Vasari.

Detalle de la batalla de Lepanto pintada por Giorgio Vasari.

En edición de Àlex Claramunt Soto y proemio de Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, nos llega el oportuno recordatorio, Lepanto. La mar roja de sangre, publicado por Desperta Ferro, que celebra los 450 años de la legendaria batalla naval ocurrida el 7 de octubre de 1571 (para los otomanos, según la hégira, el 17 cemâziyelâhir 979).

Historiadores y estudiosos, tanto españoles como turcos, analizan con todo pormenor la violenta lid sucedida sobre las hasta entonces durmientes aguas de Lepanto (actual Naupacto). Historiografía y el estudio literario que generó Lepanto se ahorman, capítulo por capítulo, en un riguroso ramillete de artículos. Cervantes, herido de por vida en la mano izquierda, habló de "la más alta ocasión que vieron los siglos". Pero la profesora Laura Vilà incluye otras glosas menos conocidas o rematadamente olvidadas.

Tras la victoria del catolicismo, unido contra el Gran Turco en la Liga Santa (España, Venecia y los Estados Pontificios de Pío V), se prodigaron loas, madrigales y poesía varia. La lírica sobre la feliz noticia se hallaba ya en la Relación de la guerra de Cipre y suceso de la batalla naval de Lepanto de Fernando de Herrera, publicada en Sevilla en 1572. Con premura salieron otras versiones poéticas, como las de Antonio Lofrasso (1571) y Jerónimo de Costiol (1572). Herrera, a decir de Laura Vilà, ofrecía a los poetas de Lepanto la historia y las coordenadas ideológicas que hizo que la gesta deviniera propaganda. "Los poetas encontraron –de nuevo Vilà– en la Relación el cañamazo narrativo del suceso, lo que aportaba veracidad al relato histórico, un aspecto que define la escritura épica española del Quinientos".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

En Portugal, ajena al cañoneo en el Mare Nostrum (don Sebastián –recuérdese– desistió combatir en Lepanto para fracasar en el ensueño del Reino de Fez), también se glosará la gesta con poemas lepantinos. De ahí la Espantosa y felicissima victoria concedida del cielo al señor don Iuan d’Austria en el golfo de Lepanto de la poderosa armada Othomana en el año de nuestra salutación de 1572. El escrito, de asfixiante título pero propio de la época, fue publicado en Lisboa (1578) y escrito por el noble Jerónimo de Corte-Real, olvidado por la fama de Luís de Camoes.

Ni la Francia de Carlos IX (amistada con la Sublime Puerta desde Francisco I para lastimar a los Austrias), ni tampoco Isabel Tudor, jefa de la Iglesia de Inglaterra y excomulgada de hecho por Pío V, colaboraron en la epopeya de la cristiandad contra el infiel. Chesterton, como recuerda Hugo O’Donnell, escribió su inmortal poema sobre Lepanto. Fue antes de su conversión al catolicismo: "The cold queen is looking in the glass. / The shadow of the Valois is yawing at the Mass".

En la batalla las huestes de la cruz, al mando del bastardo don Juan de Austria, sufrieron casi 8.000 muertos. Los otomanos, bajo tutoría del serdar Pertev Pachá, murieron espantosamente: 30.000. De ahí, hoy, el maridaje que deja Lepanto: gloria hímnica, pictóricas alabanzas (Tintoretto, Tiziano, Veronese) y sangre convertida en estadística.

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