Días nómades| Crítica

Naturalezas de la memoria

  • El cineasta y escritor argentino Edgardo Cozarinsky publica un espléndido anuario de crónicas viajeras

El cineasta y escritor Edgardo Cozarinsky (Buenos Aires, 1939).

El cineasta y escritor Edgardo Cozarinsky (Buenos Aires, 1939). / Rafael Ferro

Hace ya mucho tiempo que el viaje dejó de ser una romería para inmortales (Unamuno) y se convirtió en una confirmación de localizaciones sobre un mapa. No se viaja ya a Egipto para admirar las pirámides, sino para confirmar que están allí. La frontera como reclamo, la revelación a través del paisaje, saber que toda ida es un regreso, todo esto acabó con el turismo (lo hizo mucho antes de que nos pusiéramos quejosos con los vuelos baratos, el gentío abrasivo y la imbecilidad global).

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

El viajero solitario dejó de existir como especie sospechosa (Sebald, Magris, Nooteboom, Handke, Matvejevic). Sin embargo, si bien a su modo, el errabundo culto cayó también en el mal de la confirmación. Se leía una novela inspirada en algún lugar y se esperaba que la visita al escenario fuera la construcción de esa novela. En Nápoles, tras leer a Anna Maria Ortese, Edgardo Cozarinsky no pudo distinguir la ciudad de su filtración literaria. "El viajero literario no recibe impresiones físicas sino filtradas por sus lecturas. Hay reconocimiento antes que conocimiento, confirmación antes que sorpresa". En Matera, en la Basilicata profunda, quiso visitar las casas insanas y troglodíticas que mostraban el subdesarrollo de Italia porque en aquel paraje yermo y desventurado rodó Pasolini su Evangelio según San Mateo.

Cineasta, escritor venturosamente tardío y, sobre todo, vagamundo radical, Corazinsky nos ofrece, octogenario pero espléndido, este anuario de crónicas viajeras. El tiempo las ha convertido en naturalezas de la memoria. Días que, de 1966 a 2015, transcurrieron en París, Berlín, Rodas, Tánger, Budapest, Moscú, San Petersburgo, Tallin, la amada Buenos Aires, Beirut, las citadas Nápoles y Matera y la familiar Odessa. Nos quedamos con ciertos pasajes y anécdotas. Oír hablar en sefardí a unas señoronas en Rodas, visitar en Budapest "el parque de recuerdos del comunismo" con las estatuas de Marx y Lenin llegadas de los restos de la Europa del Este, evocar cierta aventurilla en el viejo Berlín del muro, comprobar que "Tánger fue una deliciosa mentira" como dijera el tangerino de Málaga Sanz de Soto, o adentrarse en el cisco político y religioso de Beirut con motivo del estreno de su película Ronda nocturna, son parte de esta serie de recuerdos viajeros. Los años los han convertido en coloreadas estampaciones.

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