De libros

Sobre la claridad

Se recogen aquí, en esta antología de Philip W. Silver, tanto una generosa muestra de sus libros, como aquellos poemas que, a juicio del poeta, deberían figurar en cualquier selección de su obra. Se trata, en consecuencia, de algo parecido a una antología personal, acaso en el autor más personal de aquella promoción del 50 que antologó y viviseccionó, con un ojo puesto en la sociología, el poeta Antonio Hernández. Pero se trata, en primer término, de una oportuna vindicación de una de las voces más deslumbrantes de la segunda mitad del XX. En Claudio Rodríguez, en su poesía enérgica, precisa, intelectual, vienen a confluir ciertos aspectos de la poesía española que arrancan, por ejemplo, en el Arcipreste de Hita, y llegan a un ápice de serena mundanidad en el Guillén de Cántico.

Entre estas facetas o modulaciones del español se halla, de modo prominente, el figurado "misticismo" de Claudio Rodríguez. Un "misticismo" que usa de la retórica y de la formulación de aquella hora, pero que va dirigido a la clarificación y exultación de cuanto en Teresa de Ávila era amenazador, confuso, inaprehensible. "No sé cómo queremos vivir -escribe Teresa de Ávila-, pues todo es tan extraño". Esta extrañeza mística de la abulense se resuelve en una claridad esencial, en una alegre enumeración del mundo, no dificultada por lo trascendente, en el verso de Rodríguez. Lo cual no quiere decir, en ningún caso, que en la poesía de Rodríguez no exista el dolor y se rehúya su presencia, su influjo, su huella calcinante. Lo que quiere decir, y de hecho dice Rodríguez, es que incluso el dolor pertenece a ese friso maravilloso y limpio de lo vivo.

Hay varios poemas, referidos a este último aspecto, que nos dejan sospechar una intimidad excesiva con el dolor en Claudio Rodríguez. Su antólogo y amigo Philip W. Silver comenta pudorosamente alguna de las razones que afligieron su corazón, que no su pluma. De un modo misterioso, pues, en Claudio Rodríguez nos hallamos ante el optimismo del despojado. Un despojado que enumera y ama cuanto observa, que canta y se despide de cuanto ama.

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