La barbarie de la ignorancia | Crítica

El boxeo de las ideas

  • La erudición de Steiner brilla en esta conversación con Antoine Spire grabada en Radio France

George Steiner (Neuilly-sur-Seine, 1929-Cambridge, 2020).

George Steiner (Neuilly-sur-Seine, 1929-Cambridge, 2020). / D. S.

En el siglo pasado, en enero de 1997, el periodista Antoine Spire y el crítico y erudito George Steiner (París, 1929-Cambridge, 2020) tuvieron una conversación cara a cara que fue grabada en los estudios de Radio France. La transcripción de la misma, más un texto inédito y un epílogo actual por parte de Spire, recoge las preguntas del entrevistador (largas, ondulantes, provocadoras) y las respuestas del entrevistado (lúcidas, menos largas, más cáusticas). Esta especie de boxeo de las ideas es lo que da forma a La barbarie de la ignorancia.

El pensamiento del autor de Errata, Presencias reales o La idea de Europa se trasluce en este encuentro. Como confiesa el propio periodista, hubo un momento en la charla, al hablar sobre Heidegger, en el que Steiner montó en cólera y amagó con salir del estudio. El que fuera "el más grande de los pensadores y el más pequeño de los hombres" (Gadamer), seguía propiciando viva polémica en lo referente a la grandeza de su obra y su mezquindad personal como nazi no arrepentido y como intelectual dado al medro.

Más allá de la diatriba en torno al autor de Ser y tiempo, reconocemos aquí al Steiner genuino, brillante en el cuerpo a cuerpo, en la oralidad de sus ideas, pero que toman aquí, de igual modo, la cualidad expositiva del ensayo. El judaísmo, antes y después de Auschwitz, sobrevuela buena parte de la conversación. La conmoción que produjo la Shoah ("el viento negro de la masacre"), no está reñida con el tono jocoso, tan judío por otra parte, con el que habla del pueblo hebreo como ingénita maldición y como unidad de destino. Sugiere Steiner que tal vez Hitler fuera un falso Mesías. Y no oculta el tedio que sobrevendría a los judíos si el propio Mesías llegase definitivamente. Sería un aburrimiento porque la historia como excusa se habría acabado abruptamente. Hegel decía que si a un judío se le preguntaba si prefería la llegada del Enviado al periódico de la mañana, sin duda respondería que el diario matutino.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Reconocemos en esta charla uno de los temas – o tal vez el tema– sobre los que ha gravitado el pensamiento de Steiner: las humanidades no humanizan. Esto es, la barbarie no se extingue con la cultura. "Ni la gran lectura, ni la música ni el arte han podido impedir la barbarie total. Y hay que dar un paso más: han sido a menudo el ornamento de esta barbarie. Ha ofrecido con frecuencia un decorado, una floritura, un precioso marco para el horror". De ahí, por ejemplo, la famosa Buche, el árbol amado por Goethe, que se erigía en medio del campo de Buchenwald.

La abrumadora erudición de Steiner nos creó a sus lectores una aterradora sensación de desnutrición intelectual. En su vida personal fue quisquilloso, arrogante y gruñón. Pero su sosa cáustica nos divertía. Decía que el rap reflejaba el embrutecimiento del individuo. El capitalismo ciego, reflejo de la sobreabundancia americana, había propiciado el gulag de los clásicos. Se le acusó de ser un elitista de la cultura. Pero para Steiner el elitismo tenía un componente de sacrificio. La cultura exige esfuerzo y resulta cruel por el trabajo que requiere. "La verdad pertenece a muy pocos", decía Goethe.

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