Cultura

Más allá del jardín

  • Aparece en español la última novela de Patrick White, una historia vibrante y llena de matices que primero asombra y finalmente atrapa al lector.

EL JARDÍN COLGANTE. Patrick White. Trad. Raquel Vicedo. Tres Hermanas. Silex Ediciones. Madrid, 2016. 192 páginas. 17 euros.

Encontrar un lugar propio en el mundo, sentirse arraigado a una tradición dada o elegida, puede convertirse en un factor determinante para conseguir vislumbrar eso que llamamos felicidad: ráfagas de luz entre las sombras altivas de las plantas, una casa en un árbol desde la que divisar el mar, la compañía de alguien igual a ti en la desgracia, distinto en todo lo demás. De esto nos habla El jardín colgante de Patrick White (1912-1990), una novela intensa que exige una lectura atenta y pausada, que atrapa lentamente con una urdimbre de palabras que abrazan al lector como esas enredaderas que crecen asidas a los troncos de los árboles. Pocas veces se tiene la sensación de estar siendo absorbido por una historia que se complica argumentalmente mientras crece en nitidez desde el punto de vista estilístico.

El jardín colgante es la última novela que escribió Patrick White, el primer escritor australiano en conseguir el Nobel de Literatura, en 1973. Como apunta David Marr en su nota al final de la novela, el autor sólo realizó una corrección del original. Sus problemas de salud, su creciente dedicación al activismo político y su interés por poner en pie una última obra de teatro le hicieron tomar la decisión de abandonar este otro libro. La novela salió a la luz por primera vez en 2012, cuando White ya había fallecido, pese a que él había dado instrucciones de que sus manuscritos no publicados fuesen destruidos. Sin embargo, su albacea literaria, Barbara Mobbs, se decidió finalmente a publicar una obra que ella misma calificó como de "una calidad muy alta".

Tal vez por eso, la novela da la impresión de haber sido escrita casi de manera automática, dictada por la urgencia creadora, sin pensar en las exigencias impuestas por la certeza de ser publicada. Es sin embargo la obra de un maestro, de un experto en el oficio de escribir. La poderosa prosa de White se desliza entre constantes cambios de puntos de vista. El asombrado y algo confuso lector se deja seducir finalmente por una historia vibrante y llena de matices.

En el centro de esta historia está Irene, una refugiada griega en Australia durante la Segunda Guerra Mundial, una "negra" entre blancos de fríos ojos azules, orgullosa de su cultura acendrada en la tradición más antigua de Occidente, que se enfrenta con temor y nostalgia a un nuevo mundo en soledad. Una adolescente que siente el abandono y la desdicha como una condición inherente al ser humano, que crece a pasos gigantes en un ambiente que no comprende, al que se resiste a adaptarse, que busca con paciencia y sin arrogancia un hogar en el que sentirse segura y que lo halla vagamente en los brazos y en los ojos de un muchacho con el que comparte soledad sobre una casa de madera encaramada en un árbol. El lugar del encuentro, el territorio de frágil dicha, dura poco. El jardín colgante sobre el mar, el territorio mítico, el paraíso inventado, una vez perdido para siempre el paraíso de la infancia, es huidizo.

A su amada Grecia, a los brazos tibios de su madre hermosa y comprometida, a las palabras sabias de la tía griega con la que se crio y de la que aprendió, además de idiomas y literatura, la belleza de lo trascedente, vuelve sólo en sueños. Su padre, un comunista activo y comprometido, no es más que una sombra en sus recuerdos, un ideal al que no quiere asirse.

El reverso de la moneda -¿o es la misma moneda brillando con matices diferentes bajo una luz distinta?- es la vida familiar en el hogar de su tía australiana, rodeada de primos brutos y de un tío distante que se acerca peligrosamente a ella únicamente cuando están a solas. La guerra es una sombra que justifica la desdicha, el aplazamiento de los deseos, la precariedad moral y económica.

Tiene esta novela en su arranque algo de cuento gótico, de trasunto de Hansel y Gretel. Aquí la vieja bruja es una caritativa dama grotesca que alimenta a los niños perdidos con las sobras de un bienestar pasado. Su casa descuidada y sombría está escondida tras un jardín colgado sobre el mar, una selva descuidada en la que la magia todavía es posible.

Con la muerte de esta bruja caritativa el escenario cambia. Los niños se separan, la novela se convierte en testimonio desnudo de la vida de la clase media en la Australia durante la guerra. White "mientras se enfurecía en televisión por los errores de la Australia contemporánea, en su novela evocaba una época más inocente de la vida de su país, vista no a través de los ojos de un anciano enfadado, sino de dos niños muy prometedores", como comenta David Marr.

White tenía previsto escribir una novela en tres partes, pero su decisión de abandonar la escritura de El jardín colgante hurtó la posibilidad de disfrutar la deriva de una historia que termina bruscamente con la noticia del fin de la guerra y que, pese al anacronismo final señalado por Marr, no deja de ser una gran historia.

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