Nadie me dijo | Libros

Esa loca historia de la maternidad

  • La poeta británica Hollie McNish registra en 'Nadie me dijo' las verdades que no suelen contarse sobre el embarazo y la crianza.

  • La autora ganó el Premio Ted Hughes por este libro.

La poeta Hollie McNish.

La poeta Hollie McNish. / Amy Gwatkin

La poeta inglesa Hollie McNish (Reading, 1984) descubrió que estaba embarazada mientras se dirigía al Festival de Glastonbury. Ya en aquel encuentro, al que había ido como invitada y en el que tenía que actuar, cuando no estaba vomitando "sobre la hierba húmeda, empapada de rocío, en la entrada de una mierda de tienda de campaña individual" o mirando "a las criaturas corriendo entre las malabaristas, músicos, acróbatas, djs, preguntándome cómo funcionaba toda esta historia de la maternidad", McNish anotó sus impresiones sobre aquella noticia que trastocaba su vida. "Había planeado estar despierta a las cinco de la madrugada / mientras la música electrónica retumbaba en mi cabeza. / Pero aquí estoy despierta a las tres de la madrugada / en mi mente clavada la palabra / Mamá / Mamá", escribió.

Con aquellas líneas arrancaba un diario en el que se rebelaría contra esa visión edulcorada e inverosímil que ofrecían del periodo de gestación esas revistas "donde mujeres hermosas embarazadas caminan con paso lento hacia playas abandonadas, al tiempo que sus vestidos preciosos y llenos de flores caen suavemente desde la barriga, y su pelo largo (en la mayoría de los casos liso, rubio, caucásico) ondea elegantemente en la brisa", y plasmaría una descripción realista de los sentimientos de los que no se habla y que van ligados a la experiencia como la confusión, el pánico, el cansancio. "La mayor parte de las mujeres embarazadas que conozco", sostiene McNish, "están demasiado ocupadas en no vomitar en el trayecto al trabajo, intentando encontrar pantalones viejos de chándal que aún les valgan, cuidando de sus otras criaturas o, simplemente, asumiendo la rapidez con la que sus cuerpos están cambiando de forma y tamaño".

Nadie me dijo, editado en España por La Señora Dalloway con traducción de Ángelo Néstore y Silvia López Rodríguez, ofrece así una crónica de las incómodas verdades que suelen callarse y con las que una atónita McNish se va topando. Por ejemplo: las embarazadas vomitan, sí, pero ese fluido resulta tan "asqueroso" como "fascinante. Es vómito ácido. El tipo de vómito que la gente (yo, me refiero) vomita en las fiestas cuando ha bebido demasiado alcohol barato, después de haber echado toda su comida y su bebida y sus tripas, y ya sólo les queda bilis. (...) Y en vez de parecerse a una sopa de lentejas fría de la marca Heinz, como sucede con el vómito normal, es brillante, suave, soleado, amarillo narciso", relata la escritora de manera gráfica.

Otro de los puntos en los que advierte McNish un terrible secretismo es en las circunstancias que rodean el parto; cualquier alumbramiento que no tenga complicaciones añadidas depara no obstante desagradables sorpresas. "Desearía que alguien me hubiera dicho que cuando has acabado de empujar y la bebé ha nacido, no has acabado. A pesar de lo que te cuentan en los programas de televisión, luego tienes que expulsar la placenta fuera de ti; no duele, pero es como una enorme gelatina entre tus piernas", expone la autora.

McNish llegó a quitar el espejo, afectada por los reportajes de "madres deliciosas sin tripita"

McNish narra su estupor a través de las entradas de su diario, pero también de poemas que no han sido "pulidos". "Algunos de ellos están escritos con prisa, algunos son demasiado largos y están aún por revisar, algunos surgieron a las cuatro de la mañana, algunos en el cuarto de baño", se justifica McNish al comienzo de un libro que, no obstante, se hizo en su país con el Premio Ted Hughes. Nadie me dijo también incluye alguna reflexión sobre el estilo: a su artífice le preocupa más la vida que la literatura. "No busco demasiado la frase, el sonido o la metáfora correcta. Simplemente tomo una hoja de papel y doy rienda suelta a mis pensamientos (...) Cuando tengo a una bebé conmigo, una nueva vida que tengo que mantener, que nació de mi cuerpo y vino al mundo y depende de mí para seguir viva... es difícil tomarse las palabras de una página más en serio que eso", admite.

El cuerpo, o "la complejidad de un cuerpo que alberga otro cuerpo", como observa Silvia López, es uno de los flancos en los que se detiene la mirada de McNish: en el retrato de las transformaciones que sufre su anatomía y los trastornos que le causa se muestra la británica especialmente vulnerable. "Lloro porque la manera en que siento mi propio cuerpo es completamente desconocida y nadie me dijo nada. Lloro porque estaba empezando a aceptar mi cuerpo de embarazada y ahora necesito aceptar de nuevo mi cuerpo", dice tras dar a luz McNish, que llegó a quitar el espejo de su piso influida, a su pesar, por los reportajes de madres deliciosas sin tripita, y dejó de tener relaciones con su pareja, según cuenta, por no encontrarse "sexy".

"He dormido una hora. ¿Cómo hace la gente esto sola?", se pregunta la autora en su diario

Entregada a las exigencias de la maternidad, la escritora concluye con horror que su personalidad se ha desvanecido. "No podía recordar ninguna canción ni grupo ni ropa ni nada. Algo que me gustara. ¿Qué me gusta? ¿Quién coño soy?", se pregunta McNish, que a la perplejidad de haber olvidado sus propios intereses suma un casi alucinógeno cansancio. "He dormido aproximadamente una hora cada noche. ¿Cómo hace la gente esto sola?", se interroga.

Pero Nadie me dijo trasciende a menudo la vivencia íntima para perfilar el retrato de una sociedad supuestamente avanzada donde sin embargo se mantienen arraigados viejos prejuicios. "Vivo en un extraño país llamado Reino Unido donde, por alguna razón, las tiendas sólo usan un color para los seres humanos con chichi y otro para los seres humanos con pito", lamenta McNish, que también carga contra los puritanos que ven como "un puñetero acto criminal" que una madre dé de mamar a un bebé en un sitio público o se escandalizan aún porque una mujer decida tener descendencia sin estar casada. "Tanto en el autobús como en el tren o en el parque / las cabezas se inclinan compasivas pensando que fue un error la mayoría. / Dos gritos de ¡Mamá adolescente! y me arruinan el día".

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