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Mil mentiras verídicas

  • Cátedra publica 'Cuentos sin hadas', una antología de la obra narrativa de Carlos Edmundo de Ory por la que asoma un escritor excepcional.

Una imagen de Carlos Edmundo de Ory.

Una imagen de Carlos Edmundo de Ory.

La antología de los cuentos de Carlos Edmundo de Ory (1923-2010) que la editorial Cátedra acaba de publicar viene a rescatar una parte importante de la producción narrativa del poeta gaditano. Se presenta esta colección de relatos con el mismo título de aquella primera recopilación de sus cuentos que apareció en 2001 en la colección Calembé del Ayuntamiento de Cádiz: Cuentos sin hadas. Como en aquella ocasión, José Manuel García Gil ha tenido mucho que ver en esta apasionada reivindicación de la obra en prosa de Ory.

García Gil se encarga de la edición y firma el estudio con el que se abre el volumen. En él, no sólo disecciona meticulosamente la obra narrativa del poeta postista, sino que marca los parámetros para entenderla mejor en el contexto de su época y, también, en el marco de la producción literaria del autor. Recomendamos no saltarse ese prólogo porque leyéndolo aprenderemos mucho del escritor y del hombre, pero también de ese mundo cultural español tan dado al sesgo, tan predispuesto a la etiqueta, tan injusto con un escritor al que, sin embargo, parece habérsele hecho justicia. Conviene no equivocarse. Hay mucho Ory escondido detrás de Ory, detrás del poeta irreverente y juguetón, detrás del hombre apabullante y meticuloso.

Estos relatos vienen a hablarnos de ese Ory, del escritor brillante que no se empeña en sacar lustre a lo que escribe. Que se muestra indeciso y entusiasmado. Siempre libre. Lo sabemos gracias a sus diarios, magníficos testimonios de sus preocupaciones, de sus temores, de sus deseos y callados confidentes de su lucha por buscar un camino literario propio.

"Sus cuentos, una de las facetas más interesantes del conjunto de su obra, constituyen la parte menos estudiada y conocida de la misma (…). Es reveladora la ausencia de referencias reseñables a su prosa en cualquier estudio sobre la narrativa española de los últimos cincuenta años", comenta García Gil. Leyendo estos relatos no podemos más que darle la razón: nos encontramos ante una colección excepcional en muchos sentidos. Por un lado, está el interés del escritor por deambular por los caminos menos trillados desde el punto de vista formal. En algunas de estas piezas, como el estupendo La mujer de los tres trapos, nos sumergimos en un universo onírico propio del surrealismo. Su interés por las vanguardias es indudable, pero no es éste su único interés: por eso encontramos en este libro cuentos de muy diferente factura. A todos los une su vocación de vehículos para indagar más allá de la realidad que podemos percibir con los sentidos.

Desde este punto de vista, como apunta García Gil, podemos considerar estos relatos como obras de "un narrador de lo excepcional sin recursos excepcionales". Lo mágico, lo onírico, lo extraordinario e incluso lo fantasmal, aparecen en estos cuentos sin hacer el más mínimo ruido, sin preparación previa ni explicaciones. Lo insólito está presente en una terrible noche de constante deambular por las calles oscuras, como ocurre en el sorprendente Basuras; también en los recuerdos infantiles -la insoslayable presencia del padre perdido muy pronto-, en las correrías de juventud de un grupo de amigos dados a la vagancia y el mal vivir, en el miedo de los niños perdidos en mitad de una terrible pesadilla.

Sobre la variedad y originalidad de registros de estos cuentos parecen planear las "lecturas muy modernas para lo que se estilaba en la España de entonces" de las que disfrutó Carlos Edmundo de Ory gracias a la rica biblioteca de su padre, el poeta modernista Eduardo de Ory: Emerson, Nietzsche, Carlyle y un largo etcétera, como cita José Manuel García Gil en su prólogo.

Frente a este escritor de lo excepcional -o mejor dicho, junto a él- está también presente el narrador atinado de divertidas e insospechadas aventuras de corte realista. Alguna hay marcadamente autobiográfica, como El robo del saxofón (Cuento de niños terribles): las calles de Cádiz como escenario de antiguas correrías. Otros tienen como punto de partida un solo detalle real -del que tenemos referencias a través de las notas de su diario que aparecen a pie de página-, como ocurre en Un Pontiac verde en la placita, un relato que hermana la obra de Ory con la de otros escritores y cineastas españoles que tuvieron a bien retratar con valentía y convicción, y por desgracia sin demasiado éxito, la vida bohemia de la España de los 50: un retrato del desengaño que Ory convierte en efectivo engaño.

En estos Cuentos sin hadas, el lector puede aproximarse a un escritor singular, capaz de sorprendernos con "mil mentiras; todas ellas verídicas en un sentido muy distinto al que me las contaba" (Un documento de la desaparición de mi padre). Un narrador para quien el éxito "siempre fue difuso e intermitente" y a quien, sin duda, merece la pena descubrir.

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