París Berlín Nueva York | Crítica

Habitar la ciudad

  • Periférica publica un ensayo sobre la ciudad, de clara tradición Baudeleriana, obra del escritor austriaco Wolfgang Hermann

Imagen del escritor austriaco Wlofgang Hermann (Bregenz, 1961)

Imagen del escritor austriaco Wlofgang Hermann (Bregenz, 1961)

Es el historiador Arnold J. Toynbee, en sus Ciudades en marcha, quien recuerda una vieja caricatura de Cruikshank dedicada a su abuelo. En ella se ve un ejército de ladrillos, marchado por el aire hacia las afueras de Londres, que lleva por título London going out of the Town. Esto es, Londres, la ciudad de 1829, yendo fuera de sí misma. También el historiador anglo-germano Hobsbawn recordará que la migración a las ciudades, obrada en la segunda mitad del XX, es de igual magnitud histórica al Neolítico. Este vivir en la ciudad es el que conocemos por el spleen baudeleriano y antes por “el fastidio universal” de Meléndez Valdés. A este nuevo modo de habitar el mundo se le adjudicará, incluso, su propia enfermedad: la esquizofrenia que Jasper diagnosticó a la masa urbana, frente a la histeria renacentista y barroca.

En 'París Berlín Nueva York' Hermann presenta al hombre como viajero, carente de naturaleza

El presente exordio tiene por fin justificar este opúsculo de Wolfgang Hermann, que se halla entre el poema en prosa, el texto confesional y el ensayo literario. En ello se distiende cierta idea de la urbanidad donde se presenta al hombre como viajero, carente de naturaleza (la naturaleza del hombre, decía Ortega, consiste en carecer de naturaleza). No obstante, y a pesar de esta aparente volubilidad del yo, lo que se ofrece acaso sea otra idea menos evanescente, cual es la forma concreta de habitar la urbe; de ser, en un sentido último, civilizado. “Manhattan es un arrecife submarino, y nosotros somos peces buscando el plancton”, escribe Hermann casi al final del libro. Antes ha tenido palabras amorosas para París y ha guardado una áspera distancia con Berlín. En Nueva York, probablemente, ha encontrado una idea total de la ciudad contemporánea, que tiene, no obstante, cierto carácter geológico, tectónico, inhumano. Es, sin embargo, este reobrarse del hombre en su propia construcción, el que ofrece su interés, su dolida intimidad a estas páginas.

Unas páginas, claro, que son deudoras, se quiera o no, de la prosa ambulatoria de la primera mitad del XX, donde descollaron Hessel, Fargue, Benjamin y Gómez de la Serna, y cuyo cometido era cantar, antes de la destrucción, la novedosa hermandad entre la humanidad y el hierro. En esta obra de Hermann apenas queda huella de aquel hermanamiento. Pero sí de la naturaleza provisoria, inhóspita, cordial o artificiosa del ser humano, arrojado a la urbe.

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