Los Effinger | Crítica

Estampas alemanas

  • Libros del Asteroide recupera una vasta saga familiar, 'Los Effinger', de la periodista Gabriele Tergit, publicada sin éxito a comienzos de los 50, y que solo ahora ha alcanzado el lugar preeminente que se le destinaba

La escritora berlinesa Gabriele Tergit, fotografiada en 1926, a la edad de treinta y dos años

La escritora berlinesa Gabriele Tergit, fotografiada en 1926, a la edad de treinta y dos años

Los Effinger recoge la historia de una familia judía y altoburguesa en la Alemania que va va de la triunfal posguerra franco-prusiana, en el año 78, hasta la inmediata posguerra del 48, cuando la destrucción alemana se ha consumado. Recoge, por tanto, un vasto y aflictivo periodo en el que se va a configurar, no obstante, la sociedad moderna, tanto en lo que se refiere a su naturaleza industrial, como a las novedades fruto de la masa. El historiador alemán Philipp Blom ha tratado este periodo en dos obras destacables: Años de vértigo (acaso su mejor libro), que abarca los catorce primeros años del XX; y La fractura (1818-1938), donde se incuban ya las trágicas conmociones posteriores. En Los Effinger, novela de la periodista y escritora alemana Gabriele Tergit, se añade un periodo previo y determinante, el que sigue a la guerra del 70-71, por cuanto ahí se fraguará una robusta imagen de la Alemania imperial, que sucumbe abrumadoramente en Versalles.

La Gran Guerra será planteada como un combate entre la kultur alemana y la civilisation francesa

Recordemos que es en 1871 cuando Nietzsche formula su idea de la cultura clásica, de la simplicidad dórica, como un muro apolíneo que contiene a las fuerzas dionisíacas. Y que la Gran Guerra será planteada como un combate entre la kultur alemana y la civilisation francesa, a cuyo fondo se adivinaba la lucha por la “legítima” heredad de Grecia. Esta convicción de época se aprecia sin dificultad en Los Effinger, y viene a unirse a otra cuestión cultural de no menor importancia: la fuerte tradición religiosa, ya sea protestante, católica o hebrea, entonces viva, y el creciente antisemitismo que medra en Europa, proviniente de la Rusia zarista. Lo que encontramos, en fin, en esta excelente novela de Tergit, es el proceso económico y social que da origen a la gran industria alemana, en un momento en el que la técnica proporciona hallazgos de gran importancia: el ferrocarril, el alumbrado eléctrico, los motores de explosión, etc., que conformarían una nueva clase obrera, así como una nueva realidad humana, que en el caso de los Effinger se llamará Berlín, la gran Babilonia del norte.

Esta reconstrucción emprendida por Tergit, primero con morosidad, luego con una mayor trepidación, en forma de estampas breves y alternadas, probablemente responde a la doble intención de fijar minuciosamente un mundo ido y la de reproducir el ritmo interno de cada época. Esto nos lleva, naturalmente, a su modelo más inmediato, Los Buddenbrook de Thomas Mann, cuya saga familiar acaba, casi con exactitud, donde empieza la de Los Effinger; pero también debe conducirnos a otras obras en las que la sensación de finitud, de finis terrae, se sobrepone al resto de la realidad retratada. Me refiero, a las obras de Zweig, de Roth, de Márai, del propio Mann, de Hugo von Hoffmannsthal... Y en igual modo, a la consución de un mundo, el de los judíos secularizados o asimilados, cuyo drama y cuyos empeños, cuya vital importancia en la Alemania de entonces, recogerá Hannah Arendt por aquellos días (1947), en La tradición oculta.

La novela de Tergit aborda todas estas cuestiones: (la gran industria, la pobreza urbana, el culto a la juventud, etc...), con la perspectiva añadida que ya hemos dicho, y cuya fuente no es sino ella misma y su familia. Podría decirse, sin faltar a la verdad, que Los Effinger está escrita casi en tiempo real, puesto que Gabriele Tergit hubo de exiliarse de Berlín en el año 33, cuando ya era una mujer perseguida. En los capítulos finales, que llegan hasta el 48, se dará noticia, de la persecución y el destino de los judíos. Esta verdad epilogal queda, sin embargo, meramente enunciada. Los Effinger empezó a escribirse mediados los años 30 y verá la luz, con escaso éxito, en el 51. Sólo una recuperación muy posterior ha traído a la actualidad esta ambiciosa novela.

Su intención, por tanto, quizá fuera la de fijar el proceso que condujo a aquella sociedad artesanal del Ochocientos, orgullosa de su emperador Guillermo, a la estrepitosa Alemania de las guerras mundiales, donde los Effinger alcanzarán la prosperidad y conocerán la persecución y el crimen. Como Zweig y otros compañeros de la Europa intinerante, parece que Tergit quiso datar una evidencia consignada ya por Valery al finalizar la Gran Guerra: “Ahora sabemos -escribió el poeta francés- que las civilizaciones mueren”.

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