Philippe Claudel | Escritor

"Hoy tenemos el dinero entre los grandes valores de la humanidad"

  • El escritor francés publica 'El archipiélago del perro', una parábola sobre la codicia y el rechazo al otro que retrata una Europa "encerrada en sí misma"

Philippe Claudel, fotografiado esta semana en Sevilla.

Philippe Claudel, fotografiado esta semana en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

En una isla del Mediterráneo, no muy lejos de la costa africana, aparecen tres cadáveres de hombres jóvenes negros. Los vecinos de aquel lugar ven peligrar el ambicioso proyecto de abrir unas termas al turismo y debaten si no deberían ocultar la noticia para no alejar a los inversores. "¿Creen ustedes que estos señores seguirían estando dispuestos a invertir millones para construir aquí su complejo?", se pregunta el alcalde. "Nuestra tierra, famosa por las fuentes de agua caliente, los paisajes, el vino, el aceite, las alcaparras, ¿no se convertiría en el sitio al que vienen a parar cadáveres procedentes de África? Nuestras limpias aguas, ¿no serían entonces aquellas en las que flotan, se maceran y pudren estos muertos?". En El archipiélago del perro, editado por Salamandra, el escritor Philippe Claudel (Nancy, 1962), recurre a la fábula para retratar la codicia que albergamos y el miedo que sentimos por el diferente. El autor, miembro de la Académie Goncourt, merecedor de premios como el France Télévision o el Renaudot y también director de películas tan sólidas como Hace mucho que te quiero (2008), presentó su obra en un acto organizado por el Institut Français de Sevilla y el Centro Andaluz de las Letras.

-Usted usa la parábola para hablar de algo muy actual, el rechazo a quien viene de fuera.

-Es algo que está en el contexto en Europa desde hace varios años, con la crisis migratoria, pero también conecta con una preocupación central de mi trabajo y de mi vida. Siempre he intentado acercarme a los que no pueden acercarse a mí. Como profesor trabajé mucho en la cárcel, también en hospitales con niños enfermos, durante varios años traté también con chavales con discapacidad. Y cuando escribo siento que es una forma de aproximarme al otro, a alguien que es rechazado. El libro me permitía hablar de estos hombres y mujeres que intentan llegar a Europa, que huyen de países en guerra, de situaciones económicas difíciles, y a los que desgraciadamente acogemos poco y mal. Son personas a las que no queremos ver, y ése era el propósito de la novela: presentar esta sociedad arcaica, que mantiene absurdamente la ilusión de que podrá seguir viviendo encerrada en sí misma, protegida por sus fronteras mentales y físicas. Pero hoy no es viable vivir en un estado de aislamiento. Ya todos formamos parte del latido del corazón del mundo.

-Ese mundo del que habla, denuncia uno de los personajes, "se ha convertido en comercio. Ya no pertenece al ámbito del saber".

-Es cierto que desde hace unas décadas hemos colocado el dinero en el centro de los valores más importantes de la humanidad. Concedemos ahora el reconocimiento, el estatus social, a la gente por la fortuna que tiene. Es triste, porque a muchas personas les preocupa más lo que tienen que lo que son, y a menudo las conquistas personales no tienen nada que ver con la cuenta corriente. Hemos pasado de una sociedad que admiraba a los maestros y que hoy presta toda su atención a los comerciantes. Entiéndame: respeto a los fruteros o a los que tienen un trabajo modesto y honrado, hablo de esos hombres y mujeres que se dedican a algo con el fin de lucrarse.

"Ahora se da la misma importancia a todas las voces. Escuchamos igual a un experto que a un cretino"

-No es casual que el maestro de esta historia sea señalado, acusado de delitos que no ha cometido.

-Él quiere comprender, conocer la historia de esos inmigrantes de los que han aparecido sus cadáveres, de estos hombres a los que se trata como basura. Está solo y pagará un precio. El maestro representa el conocimiento, que es algo que hoy no se valora. Da la sensación de que todas las voces valen lo mismo, que hoy damos la misma importancia a un experto que a un cretino. Es como si hubiésemos creado otra bomba atómica, pero esta vez será la estupidez la que explote ante nuestras caras.

-Es interesante cómo ese paisaje difícil, con "estaciones inhumanas", una tierra árida y un volcán, parece una prolongación de la naturaleza humana que habita la isla. En algún momento se compara a los vecinos con hienas.

-Uno de los grandes placeres de escribir es poder construir una geografía distinta en cada obra, y diría por tanto que el paisaje ha tenido una gran importancia en cómo escribo. Balzac no lo concebía como algo anecdótico, decía que era un estado del alma. A mí me interesa explorar cómo en un espacio se concentran unas fuerzas de la naturaleza que superan a los hombres. En El archipiélago del perro, en concreto, están los cuatro elementos: el agua, el mar; el fuego, el volcán; la tierra, que es un campo prácticamente incultivable; y el aire, que es un aire pestilente, en cierto modo es una metáfora de cómo se comporta la comunidad. Y cuando el volcán se despierta, algunos interpretan de una manera un tanto primitiva y panteísta que la naturaleza está castigando a los hombres.

-El narrador se cuestiona si es la vergüenza lo que le devuelve la humanidad a los seres humanos. ¿Aún nos queda algo?

-Me gusta pensar que cuando el ser humano siente vergüenza por las acciones que ha cometido, al menos es consciente de que ha obrado mal. Y eso significa que le queda una parte de humanidad, sí. Creo que sentir vergüenza es una especie de vuelta a la conciencia humana.

El escritor Philippe Claudel. El escritor Philippe Claudel.

El escritor Philippe Claudel. / juan Carlos Vázquez

-Uno de los personajes afirma que los libros le han ayudado a entender a "los seres humanos. La vida". ¿Qué obra destacaría en este sentido? ¿Cuál ha contribuido especialmente a que usted comprenda mejor el mundo?

-Independientemente de que sean grandes clásicos u obras menores, todos los libros componen una especie de mosaico, de puzle, que nos muestra la imagen compleja y paradójica de la naturaleza humana. Stendhal define una novela como un espejo que se pasea por una carretera, y que refleja tanto el fango como los cielos. Es una buena descripción del arte. Y si tuviera que elegir un título que a mí me ha marcado sería Pensamientos de Blaise Pascal. El objetivo del autor era trazar un retrato desesperado del hombre, en el que venía a decirle que era pequeño, estaba solo e iba a morir, pero que si creía en la religión y actuaba según sus principios podría aspirar a alcanzar algo grande en la vida eterna. No es esta religiosidad precisamente lo que más me interesa, pero sí algunas teorías que desarrolla, de una gran profundidad filosófica.

-Paralelamente a su escritura usted dirige películas. ¿Cómo va esa faceta? ¿Se pondrá pronto de nuevo tras las cámaras?

-Siempre tengo algo en mente, sí. Ahora estoy trabajando en una película para cine y otra para televisión, mi productor y yo estamos intentando cerrar esos proyectos. No hay nada más aleatorio que el cine, porque se quedan muchas propuestas a mitad de camino por mucho interés que tengas en que salgan. Para una novela no hace falta gran presupuesto, ni técnicos ni intérpretes, pero hacer una película... ah, levantar eso es muy trabajoso.

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