Beethoven contado a través de sus contemporáneos | Crítica

Misántropo con causa

  • Alianza edita un curioso trabajo biográfico en torno a Beethoven, hecho con los retales de sus contemporáneos

Beethoven retratado por Joseph Karl Stieler en torno a 1820.

Beethoven retratado por Joseph Karl Stieler en torno a 1820. / D. S.

Desde el supuesto comentario de Mozart cuando se lo presentaron en Viena en 1787 (“No lo perdáis de vista, algún día dará que hablar al mundo”) al elogio fúnebre escrito por Franz Grillparzer para su funeral del 29 de marzo de 1827 (“nosotros estábamos allí, cuando lo enterraron, y cuando murió, lloramos”, termina) este libro recoge, ordenados cronológicamente, testimonios dejados por aquellos que conocieron a Beethoven.

La recopilación no es nueva: la hizo Oscar George Sonneck para la prestigiosa editorial neoyorquina de Gustav Schirmer en 1926, pero es ahora, aprovechando el Año Beethoven, cuando Alianza Música la ha traducido y editado en español.

El libro se estructura en treinta y nueve capítulos, cada uno de los cuales está dedicado a un comentarista (hay alguna excepción) cuya relación con Beethoven el editor extracta con admirable espíritu de síntesis en un párrafo introductorio.

Beethoven - O. G. Sonneck Beethoven - O. G. Sonneck

Beethoven - O. G. Sonneck

Entre los notarios se cuentan amigos, biógrafos, intérpretes, discípulos, escritores, compositores (Czerny, Ries, Moscheles, Spohr, Rossini, Weber o Liszt, entre los más célebres)... Algunos de los comentarios son extractos de estudios conocidos (así, la primera biografía digna de tal nombre, que publicó Anton Schindler en 1840), otros aparecen sacados de publicaciones periódicas, memorialísticas o de diversa correspondencia (el tan trillado intercambio epistolar entre Bettina von Arnim y Goethe, por ejemplo).

La mayor parte de los testimonios nos hablan de encuentros con Beethoven posteriores a 1805 y, como era de esperar, las contradicciones son habituales, aunque algunas noticias se repiten con frecuencia para presentarnos el retrato íntimo de un hombre de costumbres sobrias, descuidado en el vestir, despreocupado de la decoración y el orden de las casas donde vivía (que cambiaba continuamente), con opiniones fundadas sobre todo tipo de cuestiones, generoso en el reconocimiento a sus colegas y amable en el trato, a pesar de que el aislamiento social que le provocó su sordera le hicieron ganar fama de huraño y misántropo. La grandeza artística no estaba en duda.

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