Síndrome expresivo 28

Las estratagemas de los saduceos: Tierra, trágame

Jesucristo ante los saduceos en la película 'Jesús de Nazaret'

Jesucristo ante los saduceos en la película 'Jesús de Nazaret'

Nunca es aconsejable bajar la guardia ante una multitud de sagaces conspiradores, acoplados en sus pupitres atestados de abundante material de combate. Así, el otro día me sentí desarmado ante un complot contra mi integridad profesional, ideado por un grupo de jóvenes soldados de 4° de ESO. Los años de experiencia crean en el profesor una falsa imagen de inmunidad, hasta que llega un día en que la realidad nos golpea sin piedad.

Supongo que mis queridos lectores habrán escuchado alguna vez la referencia a la "trampa saducea". Según la Fundéu, es "una manipulación capciosa para conseguir que el adversario dé un paso en falso o cometa un grave error". Con toda mi santa intención, intentaba prevenir a los alumnos sobre la importancia de estar siempre ojo avizor para no caer en las trampas lingüísticas de políticos, vendedores de baratijas ideológicas u otros charlatanes de sonrisa impostada. 

En estas circunstancias, les relataba el origen de la denominación de esta figura retórica: los acaudalados saduceos se enfrentaron a Jesús de una forma peculiar, ya que le planteaban preguntas intrincadas (con muy mala leche) con el único objetivo de que quedase atrapado en sus propias contradicciones. Los muy truhanes disparaban con bala y, fingiendo curiosidad por el tema de la resurrección, le preguntaron a Jesús: "Si una mujer tuvo siete esposos en el mundo terrenal, cuando todos resuciten, ¿de quién será la legítima esposa?".

Como pueden imaginar, los alumnos se quedaron boquiabiertos ante el veneno que escupían los saduceos y mi pecho se iba hinchando por el reconocimiento de esas miradas inocentes. Sin pensarlo dos veces, me vine arriba y les propuse una explicación más cercana del significado de la expresión «trampa saducea»: «Miren ustedes,» dije con solemnidad. "Todos los hombres casados nos enfrentamos alguna vez en la vida a una terrible pregunta saducea, planteada por nuestras sufridas esposas". "¿De verdad, profesor? Cuente, cuente". Sin duda, había conseguido que todos concentraran los cinco sentidos en mis doctas palabras. "Imagínense que deciden una noche salir con los amigos para recordar los viejos tiempos. A la llegada a casa, la primera pregunta será: ¿Cómo te lo has pasado?". Sí, queridos alumnos, respondas lo que respondas quedarás a la altura del betún. Me explico: si reconoces que lo has pasado en grande, te recriminará que prefieres salir sin ella; por el contrario, si finges un cierto sentimiento de tedio e incomodidad por haber escuchado las historias de siempre, te lanzará inmediatamente un escueto «te lo dije, ¿para qué sales con los pesados de tus amigos?". Resultado: mejor irse por las ramas o desviar la conversación hacia la próxima reforma de la cocina. 

Hasta aquí, todo en orden: había contado mi batallita de turno y me enorgullecía de haber clavado la definición y uso de este malvado recurso expresivo. Solo quedaban cinco minutos para el sonido del timbre, cuando tres manos alzadas reclamaban mi atención. Debo confesar que nunca imaginé las humillantes consecuencias de este brutal ataque a cara descubierta. 

Así, la primera pregunta llegó desde la penúltima fila en forma de: "Profesor, si las lenguas se originan en la oralidad y en nuestra vida la mayor parte del tiempo estamos hablando o escuchando, ¿por qué en la escuela nos dedicamos en exclusiva a copiar reglas gramaticales?". Vaya con la preguntita. Reconozco que tomé aire para buscar una argumentación convincente, cuando desde la segunda banca me abordó una alumna de tez inmaculada: "Profesor, si el placer de la lectura nace de volar con la imaginación y reconstruir la vida de unos personajes ficticios, ¿por qué nos dedicamos a memorizar autores, títulos y características literarias de los movimientos artísticos?". Sin tiempo de reacción, recibí una última embestida: «Profesor, si en la vida diaria estamos rodeados de gráficos, infografías, diagramas, formularios, tablas, cuadros, ¿por qué en la escuela solo leemos y escribimos textos expositivos, argumentativos, descriptivos y narrativos?». Tocado y hundido.

¿Se puede superar?

En estos casos, es recomendable no buscar excusas pueriles para justificar una derrota sin matices. A veces, los profesores nos instalamos en la rutina de las clases y olvidamos que las sociedades van evolucionando. La escuela debe adaptarse a las nuevas necesidades comunicativas de los ciudadanos. Como es obvio, este cambio no significa un abandono total de algunos presupuestos tradicionales, sino más bien un cuestionamiento sobre las prioridades de la enseñanza de la lengua y la literatura en las etapas obligatorias.

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