Síndrome expresivo 42

Recursos Humanos

Una entrevista de trabajo.

Una entrevista de trabajo. / Pixaby

Muchos estudiantes me preguntan a menudo por qué la asignatura de Lengua y Literatura es obligatoria en todas las modalidades de bachillerato. La respuesta es tan obvia que resulta sonrojante detenerse más de la cuenta en ofrecer explicaciones molonas y superguays para convencer a tan eximios pensadores. Si les prometo por mis hijas que el conocimiento lingüístico ayuda a ordenar el pensamiento, ponen cara de póquer. Si les juro por la gloria de mi madre que la lectura diaria favorece el entendimiento del mundo, abren los ojos como la lechuza común. En esos casos, y como último recurso, siempre invoco a la cruel realidad del mercado laboral: la entrevista de trabajo.

Un doble grado universitario con mención de calidad interestelar, un máster del universo por la Universidad de Wisconsin, veinte cursos de experto en competencias variopintas y posmodernas, tres certificados de lenguas semíticas y caucásicas, dos cartas de presentación de amigos de la familia y el amor incondicional por la música de Mozart y la literatura grecolatina. Todo bien hasta que llega la prueba del algodón en forma de pregunta simple e inocente: "¿Cómo te definirías como persona?", a la que el ilustre candidato responde con un tricolon enternecedor: "Simpático. Buena gente. Normal". ¡Que redoblen las campanas por este monstruo de la comunicación oral!

Sí, querido alumno. Un factor determinante para lograr un puesto de trabajo cualificado es el dominio de la comunicación oral. La competencia es brutal y los empresarios no contratan a los normales y buena gente a secas, ni a los encantados de conocerse cada mañana frente al espejito mágico. "¿Me cuentas algún defecto confesable?", suele lanzar el anzuelo el entrevistador avezado. "Por supuesto, sinceridad ante todo. Reconozco que soy perfeccionista, extremadamente puntilloso en el cumplimiento de mis obligaciones y estricto en mis valores éticos y morales". ¡A quién vas a engañar, campeón!

Este síndrome expresivo, característico del aspirante despistado y sin dotes de oratoria, se concreta en la aparición de ciertos rasgos lingüísticos que se enuncian a continuación:

  1. En muchas ocasiones, los candidatos confunden la entrevista de trabajo con una consulta psicológica gratuita. De este modo, relatan de forma pormenorizada los problemas y conflictos vividos en la empresa anterior, lo cara que está la vida en los últimos meses o los problemas personales con la pareja. Por supuesto, ese tono entre quejumbroso y reivindicativo pesa poco en el proceso de selección.
  2.  El tema de los idiomas es hilarante. La inmensa mayoría de los currículos están plagados de referencias al "nivel medio" en el dominio de una o varias lenguas extranjeras. ¿Podrías responder en español a cuestiones sobre los desafíos de la Unión Europea, los elementos fundamentales del desarrollo sostenible o la estructura administrativa del Estado? Imagínate en inglés, francés o alemán. Por favor, no mientas en este apartado.
  3. El tono hiperbólico y grandilocuente no es aconsejable bajo ninguna circunstancia. Aunque no lo crean, muchos candidatos recorren en la presentación inicial sus épicos hitos autobiográficos, recogidos en la memoria de su mamá. Parece que han diseñado una campaña publicitaria de autobombo y platillo con la ayuda inestimable de un espejo y un bote de laca Nelly. No sé qué es menos aconsejable desde el punto de vista comunicativo: ser "normal" o "ha nacido una estrella".

¿Se puede superar?

En este punto os voy a revelar un secreto que, con total seguridad, me costará algún comentario hiriente sobre estas líneas del artículo. ¿Sabéis la diferencia entre un candidato norteamericano y un español a la hora de defender su punto de vista en una entrevista de trabajo? El primero sabe mentir y seducir al interlocutor, porque desde pequeñito trabaja la expresión oral, el debate y la oratoria en la escuela. Por su parte, el homo hispanicus (o vascus, catalanus o cantabrus. No se vayan a molestar los de la banderita) se queda petrificado y tira de topicazos y clichés a las primeras de cambio. El yanqui flirtea con las respuestas, cambia de tono y registros, augura un futuro prometedor para todos (y todas. No se vayan a enfadar los del desdoble innecesario); mientras que mi vecino responde con generalidades vacías como "mi sueño es seguir trabajando aquí mucho tiempo", gambetea con dos o tres consejos de la primera entrada de san Google o enmudece ante la primera observación. Sé que eres español, pero debes aprender a dominar los secretos de la comunicación oral.

Así es, querido lector. La pericia en el dominio de la lengua como elemento diferenciador y determinante en la contratación. Y no lo digo yo, sino que muchos empresarios afirman lo siguiente: "Mira, Jorge. Los españoles son gente trabajadora, comprometida y cojonuda. No le eches cuenta a los tópicos manidos y trillados respecto a la pereza y desidia de nuestros empleados. Aquí se trabaja igual o más que en los países de nuestro entorno europeo, pero lo de la habilidad comunicativa en las entrevistas de trabajo nos lo tendríamos que hacer mirar".

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