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Una lección de puro pragmatismo

  • La endeblez defensiva y la poca contundencia en ataque propicia una clara derrota del conjunto blanquiverde en La Rosaleda

  • El equipo de Muñiz fue justo lo contrario, seguro y paciente atrás, y mortal en ataque

Una derrota blanquiverde en La Rosaleda es algo que podía entrar dentro de los pronósticos si se atiende a las evidentes diferencias que presentan el Córdoba y el Málaga. A nadie le sorprenderá que un conjunto con menos de cuatro millones de límite salarial pierda claramente ante otro que goza de 25 millones para confeccionar su plantilla. Lo doloroso del traspiés del Córdoba en Málaga tiene más que ver con la forma que con el fondo, con la incapacidad manifestada ante uno de los favoritos y con las limitaciones que se le vieron a los de Sandoval, que a buen seguro aparecerán de nuevo cuando enfrente tenga contrincantes de esta enjundia, de los que este año en la Liga 1|2|3 esperan varios. El Córdoba fue un equipo excesivamente romántico, en el sentido negativo de la palabra, en La Rosaleda. Empezó dominando el balón y esas buenas vibraciones hicieron al cuadro de Sandoval caer en la trampa que el Málaga esperaba para atacar a la yugular. El conjunto de Juan Ramón López Muñiz no se rasgó las vestiduras por ser dominado en el primer cuarto de hora y, sin embargo, apenas necesitó de un saque de banda para desarmar el endeble entramado defensivo del equipo blanquiverde. La contundencia en ambas áreas fue el factor que desequilibró el partido y que dejó claras las enormes diferencias entre ambos equipos. Esa pegada del Málaga tanto para defender como para atacar dejó en un segundo plano el dominio de la pelota que ejerció un Córdoba que fue empequeñeciéndose en el choque a medida que pasaban los minutos. Y es que, sea más atractivo o menos, el fútbol sobrio pero seguro planteado por el Málaga es un seguro de vida cuando además tienes una plantilla colmada de calidad. Con ese estilo, el cuadro blanquiazul es líder tras cinco jornadas en las que ha logrado pleno de puntos.

José Ramón Sandoval quiso dar confianza a su equipo manteniendo el dibujo del 4-1-4-1 con el que llegó la mejoría ante el Alcorcón y el Nástic de Tarragona. Tres novedades presentó el once del madrileño, con la entrada de Loureiro, Blati Touré y Andrés Martín, los hombres que quizás más paso pidieron tras el choque copero. El plan que había trazado el técnico de Humanes se basaba en la presión alta al rival, con la misión de incomodarle la fluidez de su juego, y la verticalidad cuando se lograse tener el balón, buscando la habilidad de Andrés Martín para desenvolverse en solitario en el área rival.

El inicio del choque pareció dar la razón a los blanquiverdes, que impusieron sus bríos, con un Blati Touré estelar en el trabajo en la medular y Álvaro Aguado al mando de las operaciones. Al Córdoba, sin embargo, le costó casi siempre atacar con claridad a su rival, que se protegió bien y dejó que el partido transcurriera para ir asentándose poco a poco, hasta imponer su fútbol. Poco le importó a los de Muñiz que el Córdoba tuviera las dos primeras opciones del partido. A los dos minutos, Jovanovic ganó la espalda a su marcador y asistió a Andrés Martín, que no remató por muy poco. Acto seguido fue Quintanilla el que se encontró con la zaga rival tras rematar una falta lateral botada por Álvaro Aguado.

El Málaga tardó en comparecer pero lo hizo de manera rotunda. En su primera aparición ofensiva Ontiveros remató al poste tras superar a Loureiro, en una jugada que nació de un pelotazo en largo y que mostró lo poco que le hacía falta a los locales para hacer daño. La siguiente acción ya iba a ser mortal. El Córdoba demostró una caraja enorme en un saque de banda de Luis Hernández, una jugada que para nadie es un secreto, y el zaguero conectó con Blanco Leschuk, que asistió de cabeza a Adrián para que el centrocampista abriera el marcador. Dos cabezazos en el área chica y la zaga del Córdoba que no se enteró de por dónde le llegaron.

Si de salida parecía complicado el partido, con el guion establecido al cuarto de hora la misión era ya casi imposible, con el contratiempo además de la lesión de Jesús Valentín. Pese a todo, el Córdoba supo sufrir y sobreponerse al mazazo, para volver a dominar el balón en la medular. Eso sí, si hasta ese momento el Málaga arriesgó poco, con ventaja en el marcador su seguridad fue mayor aún. Los de Muñiz contemporizaron para no sufrir y volvieron a golpear antes del descanso. En otra acción cándida de la zaga cordobesista, Harper sacó un centro entre tres jugadores del Córdoba, Blanco Leschuk remató en primera instancia y Hicham ajustició tras el rechazo de Abad. Era el minuto 39 y al Córdoba le habían salido carísimos sus despistes atrás.

La reanudación trajo un guion similar. El Córdoba dominaba el balón en el centro del campo pero cada vez con menor peligro ofensivo, mientras el Málaga se defendía sin problemas y aprovechaba el juego aéreo y los balones parados para complicar la vida a Carlos Abad. Además, el paso de los minutos acabó con el fuelle físico de los blanquiverdes y ni siquiera los cambios de Sandoval valieron para dar otro aire al Córdoba. Otro quiero y no puedo del Córdoba, en un cabezazo desviado de Erik Expósito, fue el preludio del tercer tanto local, como no, de nuevo a balón parado. Ahí murió un partido en el que el Córdoba apenas tuvo un par de disparos lejanos de Álvaro Aguado como tentativas en la segunda parte.

En el tramo final, el Málaga pudo hacer más daño, pero hasta en eso fueron comedidos los de Muñiz, que ahorraron fuerzas pensando en futuros duelos a sabiendas de que los tres puntos ya no corrían peligro. El Córdoba se volvió goleado y con una lección clara del pragmatismo que tantos puntos da en esta categoría y del que tan lejos se encuentra hoy el equipo de Sandoval.

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