La no inscripción y posterior salida del club de Pawel y Edu Ramos fue un duro golpe para el cordobesismo para acabar el verano. Sin embargo, mientras que para suplir al medio malagueño las dudas han sido muchas, en cuanto a la portería la irrupción de Carlos Abad ha terminado por hacer olvidar al polaco en apenas dos meses.

Titular indiscutible desde su llegada, con la única excepción de la cita ante el Tenerife por la cláusula del miedo, el cancerbero tinerfeño se ha convertido en pieza clave en la reacción experimentada en las últimas semanas por el equipo blanquiverde. Y eso que sólo ha conseguido dejar la puerta a cero en tres ocasiones, la última el viernes en El Molinón -antes lo había logrado ante el Alcorcón y el Almería, ambos en casa, junto al Nàstic, si bien éste fue en la Copa-, donde a pesar de tener poco trabajo fue decisivo con una estirada para sacar un cabezazo picado de Carmona en el arranque del choque.

Pero la tónica general en el Córdoba actual es que el portero tenga que intervenir bastante a menudo. Carlos Abad acumula 15 paradas en los ocho partidos que ha disputado, en los que ha recibido 14 goles (1,75 de media). Pero pese a eso, nadie discute su influencia en el despertar del equipo. Sobre todo porque 13 de esos tantos llegaron en las salidas a Albacete, Málaga, Granada y Pamplona, ridículos colectivos de los que precisamente de los pocos que se salvaron fue el meta tinerfeño.

Su papel ha tenido más relevancia en El Arcángel, donde sólo el Deportivo pudo batirlo, en parte por actuaciones más que destacadas del hombre que ha hecho que nadie se acuerde ya de Pawel.