Cruz Conde, 12

La burbuja se desinfla

  • Nadie se ha dado por aludido sobre las cifras de caída de viajeros y se sigue apuntando a las viviendas turísticas como si fueran el origen de los datos, pero no es solo eso

Turistas en la Mezquita.

Turistas en la Mezquita. / Jordi Vidal

Nadie se ha dado por aludido y seguramente nadie lo hará, pero los datos con que Córdoba ha cerrado el año en materia de turismo requieren de una reflexión que va más allá de la imposición o no de una tasa turística, que parece ser el debate del momento. En este sector pasa como con el empleo. Cuando los datos son buenos todo el mundo saca pecho de ellos, pero cuando son malos todo el mundo se desentiende de ellos.

O no es competencia municipal –como se ha dicho más de una vez con el paro– o es consecuencia de las políticas del Gobierno central o, en el caso concreto del turismo, la culpa es de las viviendas turísticas. Sin embargo, la caída de viajeros que ha dejado 2018, la primera después de nueve años refleja la escasa o nula gestión que se ha hecho del turismo en este tiempo mientras que el resto de provincias nos siguen ganando terreno.

Durante todo este tiempo Córdoba ha disfrutado, por decirlo de alguna manera, de unos niveles de turismo algo ficticios, inflados por la crisis de los países del norte de África y otras zonas como Turquía. Sus problemas de seguridad hicieron que Córdoba se situara entre los destinos preferentes pero, una vez que se ha estabilizado la situación allí, ¿qué ha pasado? Pues que el número de viajeros ha caído. Se pueden buscar las excusas que sean, pero la realidad es que en todo este tiempo no se ha realizado una política seria en este sector, que lo lleva reclamando desde hace tiempo. Se ha preferido vivir de la burbuja que se había creado y que en 2018, ya se ve que ha explotado.

Algo tendrá que ver, claro está, el auge no tanto de los apartamentos turísticos,  sino de las viviendas con fin turístico, que han cambiado las formas de viajar. Pero no se puede considerar una excusa cuando esta problemática es común a todo el territorio nacional. En Sevilla, Granada o Málaga el balance del turismo ha sido más que positivo. Por cierto, ¿recuerdan el Andalusian Soul? Era una estrategia que se puso en marcha para unir la oferta turística de estas tres ciudades y Córdoba con el objetivo de atraer al turista de larga distancia. Que los grandes viajes organizados y cruceros que normalmente recalan en Málaga y Sevilla tuvieran también su impacto en el resto y aumentar así las pernoctaciones.

¿Cuántos turistas ha atraído el eje Andalusian Soul entre las cuatro ciudades?

¿Alguien ha dado cuenta de si esa alianza ha funcionado? ¿Se sabe si se ha incrementado el número de turistas que viene de América y Asia, los principales mercados a los que se dirigía este paquete? ¿Cuántos cruceros se han logrado atraer?

De manera oficial no se conoce nada, al menos en Córdoba, ni tampoco de su aportación al resto de eje. En un primer momento se planteó que la capital se encargara de los asuntos relacionados con la página web y redes sociales, aunque tampoco se sabe muy bien cuál está siendo el papel de la ciudad en esta alianza. La idea, sin duda, era interesante y una propuesta que podía realmente tener cierto impacto en el turismo de Córdoba, pero no se ha hecho una verdadera apuesta.

Y mientras que los viajeros en los hoteles bajan, la Mezquita sigue batiendo récords y roza los dos millones de visitantes. Hay quien quiere ver en esto la muestra de que Córdoba no pierde turismo y es un error. El perfil de visitantes que van a ver el monumento, en su mayoría, son turistas de ida y vuelta que permanecen horas en la ciudad, gastan poco y no pernoctan. Es precisamente el tipo de turismo contra el que lucha el movimiento ciudadano, porque invade la ciudad pero no deja beneficios.

Mientras tanto, y ahora que empieza a desinflarse la burbuja del turismo, ¿estamos haciendo algo realmente para ordenar un sector y apostar por un viajero de calidad? La respuesta es tan clara como triste.

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