Córdoba

El torbellino de los tablaos flamencos

  • Ana Carrillo 'la Tomata' El éxito como artista le llegó con la película 'Los duendes de Andalucía', dirigida por Ana Mariscal en el año 1966 y que se rodó en Bodegas Campos

El torbellino de los tablaos flamencos

El torbellino de los tablaos flamencos

Esta genial bailaora de Córdoba nació el día 17 de abril de 1942; era hija de Ramón Carrillo, tratante de ganado, y Modesta Mendoza, de abuelos jiennenses. Vivieron en la Plazuela de los Gitanos, actual Plaza de la Alhóndiga, junto a la Casa del Pueblo. Tuvieron siete hijos -Rafael, Crispina, Manuel, Antonio (El Colilla), Salud, Juan y Ana-, que llevó el apodo de La Tomata desde niña porque su tío de Linares dijo al conocerla que la niña parecía un tomate.

Desde muy pequeña se inició en el baile sólo con su sabiduría. Entraba en las tabernas, junto a las guitarras y las gargantas flamencas en los 50, para exponer su magistral baile y su excepcional temperamento flamenco. La Judería, Los Califas, Casa Pepe de la Judería, El Zoco, Casa el Pisto en el Alcázar Viejo, eran sus continuas referencias para poder exponer su talento como bailaora. El padrastro de Rafael Merengue, Antonio Romero, la contrató para entretener a los viajeros de noche y a los señoritos hasta el amanecer.

Y se volvió a producir el amor entre la flamenca y el torero, en la figura de José Moreno Corpas Pepín Moreno o Bello, novillero, hijo del propietario de una firma funeraria, a quien conoció en la noche cordobesa. Un payo y una gitana. Ese idilio fue muy sonado y pese a la oposición familiar vivieron a su aire una bella historia de amor. La noche fue testigo inseparable de sus felicidades y desencantos.

Su genio afloraba como un torbellino en el desenfreno de su baile con los pies desnudos, secundado por las guitarras de Rafael El Tomate, Manuel Aragón o Merengue, las palmas de Finito y el cante de Lucas de Écija, el Mangui o Curro de Utrera.

Embarazada casi de nueve meses, actuando en un cabaret de Cercadillas, la vio el dueño del Corral de la Morería de Madrid, Manuel del Rey, y le ofreció un contrato. En él todavía brilla su foto en el cuadro de honor de ese legendario tablado inaugurado en 1956. Está considerado el tablao flamenco más famoso del mundo, por su tipismo y su solera.

Tamara nació el 10 de agosto de 1961. Pepín Moreno no reconoció legalmente a la niña, aunque nunca dejó de verlas. Se trasladaría a Madrid tras el nacimiento de su hija, triunfando también en el tablao Los Canasteros, inaugurado por Manolo Caracol en 1963 y en el que actuaba personalmente, donde compartiría cartel con las estrellas del momento. En Los Califas, primer club de flamenco de Madrid inaugurado en 1965, junto a su visceral guitarrista Arango. O en tablao Las Brujas, que surgió en 1960 y que permaneció abierto hasta 1982.

Los críticos madrileños aseguraban que después de Carmen Amaya sólo había nacido La Tomata. Fue la única bailaora a la que salía la banda de música de Madrid a recibir en la estación de Atocha.

Pero una noche de juerga, el 11 de abril de 1964, Pepín murió en un accidente de automóvil a los 31 años, en Avenida de las Ollerías (antes Obispo Pérez Muñoz), chocando con una farola en dirección para la Fuensantilla el Seiscientos blanco en el que iban. Ella, con 21 años resultaría con heridas gravísimas, siendo ingresada en el Hospital Provincial.

Después de su muerte no tuvo funerales eclesiásticos. El párroco de la Compañía, con fidelidad a la Iglesia, consideró que el finado no había muerto de una forma coherente con los mandatos de la Iglesia, por lo que fue enterrado en el llamado cementerio de los protestantes. Esto disgustó mucho a la familia, que en julio de 1968 consiguió sacarlo de allí y pasar sus restos al panteón familiar.

El éxito definitivo le llegó a Ana con el filme Los duendes de Andalucía, que reflejaba el boom del turismo de los años 60, donde su fogoso baile por soleá fue inmortalizado, dirigida por Ana Mariscal en 1966 y rodada en Bodegas Campos, donde tiene una sala dedicada a ella. Pero tras su breve estancia en Madrid, renunció a la fama y volvió con los suyos a su Córdoba natal, a la inseguridad en el trabajo, a la vida nocturna. No tenía método, ni normas, ni escuela, sólo instinto, corazón y raza, una personalidad irrepetible.

Pero desde la muerte de Pepín, Ana ya no sería la misma. Entre bailes, cantes y alcohol, aquello fue el inicio de la cuesta abajo para la artista. Bailaba por bulerías cuando le parecía, era libre, dicen que rechazó un contrato para América porque no quiso levantarse temprano para coger el tren para Madrid. Intervendría todavía en un capítulo de la serie Curro Jiménez que se emitió de 1976 a 1978. Murió el 26 de diciembre de 2007, con 65 años. Su último baile sería en las aguas del río Guadalquivir, donde su hija Tamara, su nieta y sus amigos vertían las últimas cenizas tras un recorrido por los lugares donde ejerció su arte. Se le concedió en 2012 una calle en la barriada de Miralbaida. Fue el icono de la Córdoba bohemia de finales de los sesenta. Para Ricardo Molina fue "una fuerza libre de la naturaleza como el sol, como el mar, como el viento", un torbellino.

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