Córdoba

El niño de la plaza del Cueto, maestro del realismo mágico

  • Ángel López-Obrero nació en la plaza de las Cañas, creció en la del Cueto y alcanzó la cima del realismo mágico nacional; volvió tras dejar huella entre quienes compartieron sus días

EL pintor Ángel López-Obrero Castiñeira nació -según escribió él mismo- a las 8 de la tarde del día 20 de Abril de 1910, en la planta alta de la casa número 8 de la cordobesa Plaza de las Cañas, hoy inexistente, donde debió estar el comercio La Droguería.

Fue alumno del colegio de los Salesianos y, con 9 años, su familia se traslada a la plaza de Cueto, cercana a la Mezquita-Catedral, prosiguiendo sus estudios preparatorios de ingreso en el Instituto de Segunda Enseñanza y Bachillerato en el colegio San Carlos, después sede del Centro Filarmónico, en la calle Ambrosio de Morales.

Con 10 años de edad, el ya bachiller había finalizado el primer curso. Su profesor de dibujo, apreciando sus grandes cualidades para la pintura, aconseja al padre que el jovencísimo educando debía dedicarse exclusivamente a ella. Y con la edad mínima para su ingreso (11 años) abandona el Bachillerato y es matriculado en la Escuela de Artes y Oficios, paso obligado para los Estudios Superiores de pintura en Madrid. Becado por la Diputación de Córdoba, se inicia en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de aquella capital con 15 años, tras concluir en sólo tres meses todo el Bachillerato, gracias al profesor Antonio Palma Castilla.

En su amor por la pintura influye decisivamente su familia materna, en cuya casa halla obras de Romero de Torres o de su abuelo, Ángel Castiñeira, a quien no conoció, y de su propia madre, Ángela Castiñeira, iniciada en este arte como alumna de Santa Victoria. De ella heredó su primer libro de pintura: Desde el molino, de Santiago Rusiñol, obra que junto a El Quijote leería una y otra vez con auténtica pasión. En el Patio de los Naranjos y en la torre de la Catedral, a la que subía por 1 peseta, montó su primer estudio ambulante y, de la mano de su tío Rafael Castiñeira, conoció al escultor Enrique Moreno El Fenómeno -para quien tan "temprano levantó la muerte el vuelo"- cultivando a partir de entonces su amistad y admiración por el poeta Juan Bernier, por el librero Rogelio Luque y por el pintor Rafael Botí. Fue este último y El Fenómeno quienes, contando Ángel 14 años, le presentaron a Daniel Vázquez Díaz, de quien sería luego alumno particular en Madrid, y que en esos momentos se encontraba en Córdoba, realizando unos dibujos para retratar al califa Rafael Guerra.

Con 20 años finaliza sus estudios, obtiene el título de profesor de dibujo y, en febrero de 1931 con la beca renovada, se instala en Barcelona, ciudad en la que se integra sin dificultad, aprende catalán y acoge finalmente a toda su familia, trasladada desde Córdoba.

En la ciudad condal fallece su hermano Francisco, maestro; contrae matrimonio con Mercedes Miarons Feliu, en febrero de 1935. Allí nacerían sus hijos, Alejandro y Carlos, y vendría la Guerra Civil. De sus dos hermanas, Lola permanecerá allí mientras Angelita tuvo que tomar la decisión de marcharse a Argentina.

Había sido uno de los fundadores del Sindicat de Dibuxants Professionals y un hombre comprometido socialmente con la legalidad constitucional de 1931. Ello le llevó a incorporarse en 1937 al Ejército Republicano. El 26 de enero de 1939 salía de Barcelona junto a su mujer, su hijo Alejandro y su hermana Lola, rumbo a Figueras -donde estaba el Gobierno- de camino a Francia. Posteriormente, se exiliaría en ese país, tras cruzar la frontera a pie por el Pertús. Vinieron tres durísimos meses en el campo de concentración de refugiados de Argelés-Sur-Mer, donde tantos andaluces enfermaron o agonizaron. Pudo salir gracias a la gestiones del Comité de Ayuda Internacional a los Intelectuales Españoles, con sede en París. De regreso a España fue detenido por soldados del bando vencedor y conducido a Figueras, en donde estuvo año y medio recluido, pasando a la Modelo de Barcelona en donde lo estuvo cerca de tres años. Hasta allí iban Mercedes y su hijo Alejandro a visitar al artista condenado a 20 años y 1 día, por rebelión militar.

En 1951, y temeroso de que alguien lo delatara, regresó a Córdoba, ciudad en la que definitivamente se instala a partir de 1952, continuando su labor artística, además de fundar el establecimiento de cordobanes y guadamecíes, Meryan, que hoy afortunadamente aún existe.

El 20 de febrero de 1989 le concedieron la Medalla de Andalucía de plata, antes de morir en Córdoba, víctima de una grave enfermedad, el 26 de Marzo de 1992. Tenía a 82 años.

En 1994, en la cuidad donde vio por primera y última vez la luz, las palabras de Cuenca Toribio, Solano Márquez, Espejo Sánchez y Palencia Cerezo, se unieron a la del propio López-Obrero en una edición de Galería de Arte, de la extinta Caja Provincial, para perpetuar su memoria. El Ayuntamiento hizo lo propio con una calle, entre el Paseo de la Victoria y Fleming.

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