Arte

El legado de arte egipcio del cordobés que ayudó a traer el templo de Debod

  • El Museo Arqueológico custodia 347 piezas donadas por María Martínez 

Algunas de las piezas de la Real Academia de Córdoba.

Algunas de las piezas de la Real Academia de Córdoba. / Rafa Alcaide / EFE

La Real Academia de Córdoba posee una de las colecciones de arte egipcio más importante de España, el legado del catedrático cordobés Rafael Blanco Caro, cuya participación en la excavación de la zona que iba a inundar la presa de Asuán fue determinante para que Egipto agradeciese a España su labor con el Templo de Debod, trasladado piedra a piedra a Madrid en 1970.  

La arqueóloga Esther Pons, hoy conservadora en el Museo Arqueológico Nacional, participó en el inventario de la colección a principios de los años 90 del siglo pasado, y la sitúa entre la tercera y cuarta más destacada de España.  Por delante están la del Arqueológico Nacional y la del Museo de Montserrat, y a un nivel similar la de la Fundación Arqueológica Clos, en Barcelona.  

El Museo Arqueológico de Córdoba custodia las 347 piezas, 327 son de arte egipcio, donadas en 1989, por María Martínez, cumpliendo el deseo de su marido, fallecido a los 88 años y que había sido catedrático de Literatura Española de la Universidad Complutense, disciplina a la que optó por no poder alcanzar la de arqueología. Allí están "con un sistema de conservación para que se mantengan los materiales, siguiendo todas las normas del patrimonio histórico andaluz", destaca su directora, María Dolores Baena.  

Para Baena, la importancia del depósito, gracias a un convenio entre la Academia y la Junta de Andalucía, no es sólo esta garantía de conservación y custodia, tras un robo de la sede académica resuelto en pocos días por la Policía en 1990, sino que "está aquí también para difundirse", en un proyecto que se prepara con sigilo.  

La primera exhibición en Madrid

En todo caso, la primera exhibición de dos de sus piezas será en el madrileño Palacio de las Alhajas, del 9 de junio al 31 de diciembre, en la exposición Las hijas del Nilo. Mujer y poder en el Antiguo Egipto, comisariada por Nacho Ares y Esther Pons, quien ha asegurado que se presentará un bote kohol, utilizado para la pintura de ojos, y un cuenco de fayenza.  

El conservador del Museo Arqueológico cordobés, José Escudero, por su parte, explica las piezas que ha ubicado cuidadosamente sobre una mesa en la biblioteca de la institución. El compendio empieza por las masas ceremoniales, "los atributos del faraón, muy antiguas, deben ser de las primeras dinastías", apunta, y las mesas de ofrendas domésticas, "algunas tienen como forma de la casa de la vida, donde se depositaban las pequeñas ofrendas, que tienen que ver con los cultos a los muertos".  

Le siguen los conos funerarios, las "piezas que se empotraban en los dinteles de las tumbas, son fórmulas propiciatorias, se grababan con un sello y tienen jeroglíficos”, unos trozos de sarcófagos de madera, y los unhebtis, "figuritas que acompañaban al difunto en las tumbas".  

A continuación están los bronces con distinta funcionalidad y los amuletos en forma de corazón, con un agujero para poder colgarse, además de otros elementos, como reposacabezas, una estela, varios dioses, como Iris, Tueris, Sekhmet, Pateco, Orus y Osiris, y los escarabeos de diferentes tamaños y materiales, de distintas épocas, pero fundamentalmente entre el Imperio Nuevo y Época Tolemaica.  

En el extremo de la mesa, dos de las estrellas de la colección, un collar cuentas de fayenza y una caja de papiros precintada, que podría contener un pergamino.  

Todo ello "espera la inversión necesaria y suficiente del Ayuntamiento" en un edificio de su propiedad anexo al de la Academia en la calle Ambrosio de Morales, para que la institución pueda regresar a su sede (alojada ahora en un edificio de la Universidad de Córdoba) y plantearse la exposición permanente de la colección.  

Así lo recalca a su director, José Cosano, para quien este reencuentro de la Academia con su sede propiciaría un eje cultural en un "casco histórico que está realmente debilitado" por un recorrido que partiría del Templo Romano y pasaría por la casa académica, la Fundación Gala, el Teatro Cómico y "desembocaría en el Arqueológico, que conectaría en el eje de la Mezquita y el Alcázar".  

El académico José Valverde Madrid, en un artículo en un boletín de la institución de 1994, le atribuye a Blanco Caro que fuese el Templo de Debod el elegido como "regalo arquitectónico para España".  

Pero su actuación en Egipto no fue pacífica. Alfredo Mederos, profesor de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid, refiere, en un artículo en Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (número 43, 2017), que en la intervención de 1962-63 otro de los integrantes de la expedición, Manuel Pellicer, se negó a que "llevase una dirección de campo porque en la campaña precedente había mezclado los ajuares de las tumbas de la necrópolis" al unificarlos por tipo de material en vez de agruparlos por conjuntos cerrados de tumbas.  

Precisamente, esa es una de las carencias de la colección de la Real Academia, las piezas no están contextualizadas, se desconocen de dónde salieron y en qué circunstancias se encontraron.

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