Córdoba

La inspiración del gran pintor

  • Amalia Fernández Heredia 'la Gitana'. Fue una de las musas de Julio Romero de Torres, aunque al final murió a los 87 años tan pobre como cuando conoció al genial artista cordobés

La inspiración del gran pintor

La inspiración del gran pintor

Hija de Julio Fernández, tratante de ganado, y Carlota Heredia, Amalia Fernández Heredia nació el 11 de enero de 1888 en el barrio de la Catedral, la bautizaron en la parroquia del Sagrario y le pusieron Amalia de nombre. Fue a un colegio de la calle Encarnación, ya que su madre quiso que los tres hermanos supieran leer y escribir. Fue niña hasta los ocho años, en que la pérdida de su padre la obligó a buscarse la vida a partir de entonces, recogiendo "cartones por las casas y negocios, vendía medias y jaboncillos y de noche formaba parte de un grupo flamenco para animar cabarés y saraos". Según la mayoría de los documentos, muy probablemente su juventud transcurrió en la plaza de la Alhóndiga.

Así fue su vida hasta que Julio Romero la encontró, cerca del Mercantil, y la convirtió en su musa, y fue fuente inagotable de inspiración para el pintor. Encumbrado tras ganar la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid en 1908, su modelo, Ana López, se jubiló y tuvo que buscar una nueva fuente de inspiración, ya que, aunque recibía muchos encargos, necesitaba volver una nueva mujer en la que encontrar la inspiración que andaba buscando permanentemente, según señala Mercedes Valverde, directora de los Museos Municipales y máxima experta en el pintor, en Las Mujeres de Julio Romero.

Y acabó siendo una de las modelos que más aparecerá durante toda su producción. Aquí comenzó una relación cuyo principal fruto serán las casi 20 pinturas en las que la modelo estuvo como figura central o secundaria. Se presentó a la muchacha y ya no dejó de tenerla cerca, aun cuando la lozanía que mostrara en la Gitana de la Naranja, con 19 años, se hubiera esfumando. La primera obra en la que Amalia aparece es Las Niñas de la Ribera, en la que posa sonriendo. Este era un recurso poco común en la obra del pintor y que con esta modelo sólo se repitió una vez más en un retrato en el que aparece con el pecho descubierto y sosteniendo una manzana, un lienzo de pequeño, como una Eva racial y sugerente. Curiosamente, en aquella primera obra, ofrece el pañuelo blanco. Pañuelos blancos y rosas sobre las sábanas, que fueron también constante referente del pintor.

En 1912 el artista realizó una de sus obras de mayor tamaño La Consagración de la Copla, presentado en la Exposición Nacional. En ella la modelo aparece en el plano central como la representación alegórica de la copla. Arrodillada, apoyada sobre una guitarra flamenca y a punto de ser coronada y, de fondo, Córdoba. La modelo aparece también en la obra Poema de Córdoba. En ella trata de plasmar las tres caras más importantes de la ciudad, es decir, la musulmana, la judía y la cristiana. Amalia representa a la Córdoba judía. Y, cuando la gitana palmea en Alegrías, lo hace entre Carola, la sobrina del pintor, la gitana bailaora catalana Julia Borrul y de Amalia, la hija del pintor, que tumbada en el suelo permanece ajena a lo que se desarrolla a su alrededor.

El origen de la obra Malagueñas nace de un poema del libro de Manuel Machado -Cante Hondo-, donde Julio Romero ilustra la portada del libro y uno de los poemas que hay en él. El personaje masculino es Rafael, el hijo del autor.

Celoses la obra cumbre de la exposición en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, en 1922. Cuando se celebró la muestra en honor de Romero de Torres organizada por el marchante Justo Bou en la conocida sala Witcomb, sus ojos negros transmiten el dramatismo del tormento.

En La Saeta, la expresión de la Semana Santa andaluza en la plenitud de su sentimiento y hondura de su tragedia, Julio Romero sigue utilizando el mayor recurso que ella tiene, su impresionante expresividad facial. Fue la estrella de la exposición que Romero de Torres realizó en Bilbao en 1918 en los salones del Majestic-Hall promocionada por la familia Soltura.

En la frontera de los felices veinte, Amalia había cumplido ya sus treinta años. Y cuando comenzó a perder la juventud, Julio Romero la relega a los segundos planos de sus composiciones, pero no desaparece de las mismas, tal y como hizo con otras modelos, como es el caso de Marta y María, que fue imagen de un sello de correos de valor de 2,50 pesetas. Poco a poco se fue reduciendo el campo utilizable de la modelo hasta que sólo es utilizado su rostro. Espléndidas obras como Judit, Salomé o en Cabeza de santa.

La modelo sobrevivió al artista 46 años tras la muerte de este en 1930. La rescató como musa Antonio Costi Jordano, discípulo de Julio Romero para uno de sus cuadros. Le gustaba recordar cómo conoció al artista. "Tenía diecinueve años y estaba hecha una flor" cuando "don Julio" la pintó. Le "pagaba diez realitos por posar". Así recogía sus últimos recuerdos Francisco Solano Márquez en sus múltiples encuentros con la modelo antes de que falleciera en el libro Guía secreta de Córdoba.

Amalia falleció en 1976 siendo tan pobre como lo había sido antes de conocer al artista. Tenía 87 años. Esperaba tener un gran entierro, acorde con la fama de la que había gozado en durante su relación con Julio Romero, pero nunca fue reconocida.

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