Cultura

La censura de la Inquisición en Córdoba: biblias con tachaduras para evitar su quema

  • La Biblioteca Diocesana y el Convento de los Carmelitas Descalzos acogen una muestra que recoge ejemplares que se libraron no por la censura de la Inquisición, sino porque sus propietarios las escondieron para conservarlas

Primera biblia traducida al hebreo.

Primera biblia traducida al hebreo. / Efe / Rafa Alcaide

La censura ejercida por la Inquisición mediante tachaduras sobre las ediciones de las biblias impresas en el siglo XVI para mantener la ortodoxia de la época evitó que fueran enviadas a la hoguera para permitir su uso y la extensión de la fe, lo que ha posibilitado que hayan llegado hasta nuestros días.

La exposición La Biblia y los humanistas, un viaje a la cultura del siglo XVI, abierta hasta el 22 de junio en la Biblioteca Diocesana de Córdoba y en el Convento de los Carmelitas Descalzos, "hace el recorrido por todo el mundo de la filología que se creó a partir del estudio de la Biblia y a partir de la necesidad de vulgarizar la Biblia y de extenderla a todas las capas sociales", según ha descrito su comisario, Javier Perea Siller.

Para Perea, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba (UCO), "la censura es un elemento muy característico de esta época" porque sólo en los años 50 del siglo XVI en España, "cuando se descubren numerosos focos de protestantismo", se produce "una época en la que se opta por la quema de libros".

Sin embargo, subraya, "la política general en todo el periodo va a ser la censura a posteriori de los libros, por supuesto con una aprobación previa, pero también una censura posterior, para que se pudiera seguir aprovechando".

Porque "la invención de la imprenta hace que se multiplique el número de textos heterodoxos, se cuentan 30.000 ejemplares distintos los que se publican solo de Lutero", pone de relieve el comisario de la muestra, que reúne 44 ejemplares. Se trata de "obras únicas" que, en su opinión, proceden de las dos sedes donde se muestran y de la biblioteca del instituto Séneca, que heredó la histórica del Colegio de la Asunción.

Javier Perea destaca que "la Iglesia se da cuenta de que hay que hacer una censura a posteriori" como "la única manera de salvar los libros", lo que se llevaba a cabo mediante tachaduras y se puede observar en muchos de los ejemplares expuestos.

Asimismo se destaca cómo la doctrina evoluciona y se presentan dos ejemplares de una misma traducción de la Biblia cuyos párrafos tachados a mano en la edición de 1545 son retirados de la impresa en 1585, aunque en esta impresión se censuran otros porque posteriormente la ortodoxia también cambia.

En cada momento, eran unos u otros, "los pasajes que pudieran tener ideas peligrosas o heterodoxas simplemente", aunque, en todo caso, "es un verdadero problema gestionar toda la censura, tenemos censura en todas las Inquisiciones locales y es tal el volumen de textos que hay que registrar, que hay que valorar, que al final se designa en cada ciudad” censores para ello, "incluso se llega a que los propios monasterios censuren sus propios libros de acuerdo con unas directrices".

La muestra presenta ejemplares que se libraron no por la censura, sino porque sus propietarios las escondieron para conservarlas, porque, de otra forma, "hubieran ido directamente a la hoguera", comenta su comisario.

Estos son los casos de las conocidas como la Biblia de Ferrara, utilizada por los sefardíes, y la Biblia del Oso, la primera traducida del castellano.

Javier Perea, comisario de la muestra 'La Biblia y los humanistas, un viaje a la cultura del siglo XVI'. Javier Perea, comisario de la muestra 'La Biblia y los humanistas, un viaje a la cultura del siglo XVI'.

Javier Perea, comisario de la muestra 'La Biblia y los humanistas, un viaje a la cultura del siglo XVI'. / Rafa Alcaide / EFE

La exposición navega por la extensión de la Biblia, presenta las políglotas, para lo que fue "obligado hacer un trabajo de filología importante y reconstruir los textos, estudiarlos a través de la gramática, a través del diccionario, a través de la hermenéutica, y luego ya los pasos siguientes fueron editar los textos, traducirlos, reformarlos antes, y llevarlos a las lenguas romances, el castellano en nuestro país".

Esta situación generó la paradoja, explica, de que "son los grandes jerarcas de la Iglesia los que pueden promover ese tipo de trabajos", como son los dos biblias políglotas, la Complutense y la de Amberes, el cardenal Cisneros y Felipe II, "pero, por otra parte, hay un sector de la Iglesia que considera que la vulgata (la traducción del siglo IV) es un texto inspirado y que, por tanto, no debe tocarse".

De ahí, señala, "que dentro de la Iglesia están los filólogos que quieren hacer este de trabajo y otros que están sospechando que puede ser algo peligroso”, aunque "hay que tener en cuenta que en esta época se da la expansión del protestantismo", que apuesta por la sola scriptura, "que implica que solamente se estudien los textos bíblicos desde las propias Escrituras".

En esta tesitura, la Iglesia defiende "la tradición de los padres de la Iglesia, el magisterio de los papas, y que no se puede hacer exclusivamente desde la filología, de hecho, aquí es donde está el gran conflicto que se desarrolla a lo largo del siglo XVI".

Aparte de biblias, hay otras ediciones singulares que sirvieron para la extensión de las Escrituras, como la primera gramática en griego escrita por un no griego, Urbano Bolzanio, en 1497, y la primera editada en España, por Francisco de Vergara, en 1537.

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