Córdoba

Una herencia de valor incalculable

  • El concurso se mantiene gracias al relevo generacional con los hijos y nietos de 'patieros' originales que enseñan los mejores trucos para que los recintos luzcan perfectos todos los años

Cuando en el año 2012 la Unesco nombró a la Fiesta de los Patios como Patrimonio de la Humanidad lo hizo por varias cosas. El certamen se posiciona sobre varios pilares entre los que destaca una apertura sin miramientos de la vivienda propia a personas ajenas. Cuando los cuidadores abren de par de par las puertas de su casa están mostrando al mundo un pequeño paraíso que parece haber sido creado para ser visto. Sin embargo, detrás de las grandes postales hay un esfuerzo constante para mantener el patio y tenerlo de foto cuando llega mayo. Fue sobre los años 30 cuando los patios comenzaron a abrirse y a luchar entre sí para un certamen que por entonces solo era entre barrios. Hay algunos de ellos que han llegado hasta hoy sin faltar ni un solo año. ¿Cómo lo han hecho? Gracias al relevo generacional. Son muchos los cuidadores que, a día de hoy, reconocen haber aprendido de sus abuelas el mimo que hay que tenerle a las plantas para que luzcan perfectas. Y ellos mismos se lo han inculcado a sus hijos y también a sus nietos.

Es el caso de Juan Collado, que vive en el patio de Martín de Roa, 7 con su hija y sus nietos. "Los críos son críos", comenta este cuidador siempre pendiente del recinto. Tanto él como su hija Rosa se encargan de cuidar el patio y sabe que tiene garantizado el relevo gracias a su nieta Rosa, de apenas cuatro años. Cuando Juan va a al vivero a por flores nuevas, Rosa siempre va detrás de él. "Mi nieto tiene 14 años y no le gusta tanto, pero a la chica...", bromea este cuidador que tiene en su haber casi una veintena de premios.

Justo al lado, en el número 2 de Martín de Roa, convive otra familia de patieros. Araceli López vive en esta casa del Alcázar Viejo junto a sus hijas Araceli y Meri. Esta última cuenta que desde 2005 viven en esta vivienda que abren al público cada mayo y también son dueñas del número 40 de San Basilio, que este año está cerrado. La tradición les viene, eso sí, desde antes, de su abuela Zoila y han sabido mantenerla hasta estos días en los que las colas para ver su recinto se cruzan con las de otras viviendas.

La pasión por los patios parece venir desde la cuna. Gabriel Castillo y Julia Cordero viven en el número 8 de San Juan de Palomares, donde tienen un patio repleto de resquicios históricos. Tienen dos hijos, uno de 25 años y otro de 27. El primero, Ángel, es un apasionado de los patios que no solo cuida el de su familia, sino que también prepara a las visitas el número 11 de la misma calle, el patio de la Asociación Claveles y Gitanillas, que lo contrata para tal fin. Julia cuenta que desde que abren el patio, es decir, desde el año 2006, su hijo Ángel es el primero en bajar y subir las macetas (en este patio la luz es escasa y ya se sabe que los claveles y las gitanillas quieren toda la luz que se les pueda dar).

Uno de los grandes ejemplos de la tradición que pasa directamente de abuelos a nietos es el de Santiago Hernández, nieto de Julia Alonso. Su abuela (o su tata, como él la llama) abría su patio de la calle Zarco, 13 y él recuerda estar comiendo y ver a los turistas entrar. Santiago no vivía con su abuela, pero rememora cómo le decía a su madre que le llevara a regar a casa de la abuela. Tiene 23 años y lleva 16 yendo al patio para cuidarlo. Este año se ha ido a vivir a la casa y ha abierto sus puertas. "Estudio en algunos momentos, pero hay que echarle mucho tiempo. Cuando te dan la enhorabuena te alegras de haberlo abierto", comenta este joven.

Otra patiera que se estrena en la fiesta es Esther Rubio. Gestiona un pequeño alojamiento en la calle Zamorano, 10 y todos los clientes le decían lo bonito que su era patio. Lleva 33 años viviendo aquí y este es la primera vez que lo abre al público. La casa de los sentidos, como ella misma denomina a la vivienda, tiene más de 200 macetas, arriates aparte. "Aquí combinamos los olores con la colorterapia y los sonidos", explica Esther, que incluso tiene un piano en el zaguán de acceso a este patio andaluz que en su parte superior tiene una piscina (no visitable por las escaleras por las que se tiene que acceder). No sabe si conseguirá premio en este primer año de concurso, si lo hiciera "sería una sorpresa", reconoce esta cuidadora que ya se ha atrevido a sumarse a un concurso con medio centenar de patios.

Savia nueva son también José Luis Arenas y Miguel Ángel Palomares que presentaron su patio en Juan Rufo, 19 al concurso el año pasado por primera vez (consiguiendo un premio al patio singular). Esta es su segunda vez en el certamen y como José Luis reconoce, es un poco estresante pero también reconfortante. Ambos se han criado desde chicos en torno a un patio y por esto mismo no les costó tanto trabajo apuntarse al certamen.

Y así se perpetúa una fiesta y una tradición. Con sagas familiares que conocen los entresijos de los claveles como a sí mismas y cuyos recetarios, además de contener las claves de las lentejas o el salmorejo, también incluyen los trucos para mantener el patio más colorido o para saber la cantidad de sol o sombra que precisan las plantas. Durante estos años ha habido nuevos recintos que se han ido sumando al concurso y otros que han pasado como una herencia que no puede calcularse en dinero.

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