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La culpa es de los otros

  • Municipal. Córdoba vuelve a estar a la cabeza de las capitales con más paro y de los barrios más pobres de España un año después de haber anunciado medidas que no llegan

Vecinos de Las Palmeras en el pleno del pasado enero, donde pidieron un plan integral para el barrio.

Vecinos de Las Palmeras en el pleno del pasado enero, donde pidieron un plan integral para el barrio. / juan ayala

Qué fácil es echarle la culpa a otros, me decía ayer una sabia amiga mientras hablábamos de nuestras cosas. Qué complicado resulta encontrar, sobre todo en la política, la autocrítica pese a los baños de realidad que dan continuamente muchas personas con su ejemplo e intervenciones en los plenos o a través de estudios como el que se conoció el pasado jueves, el Urban Audit, un proyecto europeo puesto en marcha por la Dirección General de Política Regional y Urbana, coordinado por Eurostat y desarrollada por las Oficinas de Estadística de los estados participantes. El estudio, una vez más, deja a Córdoba en un pésimo lugar. Primero la sitúa como el segundo municipio con una tasa de paro más elevada, sólo detrás de Linares, y es la primera capital de provincia que figura en el ranking. Segundo, incluye a cuatro barrios de la capital entre los 15 más pobres del conjunto del país, una situación que se repite por segundo año consecutivo y que tiene a las Palmeras y el Distrito Sur como las zonas más deprimidas. Se trata de una realidad más que constatada en Córdoba, pero que ahora nos saca los colores con informes oficiales como este. Para colmo, cuando se pregunta por esta situación a nuestros representantes políticos, la culpa es de otros, del resto de administraciones que no invierten en Córdoba. No les falta razón, vaya por delante, ya que también ocupamos casi siempre las primeras posiciones de otro ranking de dudoso honor, el de ser la provincia con menos inversión del Estado, situación que se repite por parte de la Junta de Andalucía, aunque ésta se niegue a provincializar las inversiones. No hace falta nada más que ver lo que la administración autonómica ha transferido a los metros o tranvías de otras ciudades y lo que cuesta que aquí se implique con el Cercanías de la provincia.

Toda la razón, por tanto, en que la comunidad autónoma y el Estado deben poner más de su parte y también en la idea de nuevo repetida de que los ayuntamientos no tienen competencia en materia de empleo. Pero no vale echar mano de esa coletilla cuando la cosa se pone fea y luego sí utilizarla para defender la bajada del paro. Resulta a veces una tomadura de pelo que el político o política de turno -de uno y otro lado- se atribuya los datos positivos de empleo y culpe a los otros cuando las estadísticas son negativas. Los ciudadanos merecemos algo más serio. Pero tampoco ha habido autocrítica con este informe, sino que se ha intentado devaluar y desprestigiar los datos que incluye.

Que Córdoba es una ciudad con una tasa de paro insoportable no es nada nuevo. Ya lo era antes incluso del estallido de la crisis, debido a la dependencia de sectores puntuales y muy propensos a la economía sumergida. Que Las Palmeras y el Distrito Sur son dos de las zonas más deprimidas de la capital, con tasas de desempleo por encima del 70% y con un elevado nivel de abandono escolar están hartos de decirlo sus vecinos, que claman desde hace años por un plan integral que devuelva las oportunidades a sus barrios. No sé si los capitulares recordarán el terrible discurso de uno de los jóvenes de Las Palmeras en el Pleno de enero en el que decía que omitía su domicilio en los currículum porque si no, no lo llamaban las empresas. Ellos fueron hace unos meses, pero un año antes lo hicieron los residentes del Distrito Sur. La respuesta en este caso fue la de montar una comisión para analizar las medidas que se pueden poner en marcha. En todo este tiempo no tenemos constancia de los resultados de ese grupo de trabajo ni de los pasos que se han dado después de apoyar en el Pleno las reivindicaciones de las Palmeras. El año que viene por estas fechas volveremos a hablar de lo mismo cuando de nuevo Europa nos saque los colores y volveremos a mirar para otro lado, porque la culpa siempre es de otros. De los datos que están mal o del resto de administraciones. O, igual, la culpa es de todos.

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