Ayuda de Cruz Roja en plena ola de frío

Calor humano en la gélida calle

  • Cruz Roja recorre la ciudad en busca de personas sin hogar para ofrecerles bebida caliente, comida, un rato de charla y cobertura sanitaria en unas noches donde se ha bajado de los cero grados

Algunos de los voluntarios charlan con usuarios del servicio.

Algunos de los voluntarios charlan con usuarios del servicio. / Juan Ayala

Dice el telediario que hoy las mínimas llegarán a los cero grados. El señor del tiempo recomienda resguardarse, que la gripe está en todos sitios. Que va a subir la factura de la luz, pero que el brasero hay que ponerlo. Lo que ocurre aquí es que José Miguel y Magdalena no tienen brasero, tampoco tienen televisión para ver al señor del tiempo, aunque lo de que hace frío lo saben más que de sobra.

Lo más seguro es que Rocío, Julia, Fran, Antonio, Francisco, Ángel, José y, otra vez, Antonio sí que tengan estufa. Sin embargo, son las 20:30 de un gélido jueves de invierno y no están viendo la televisión. Ya han concluido su jornada laboral y ahora están llenando una furgoneta de caldo caliente, leche y comida. Son voluntarios de Cruz Roja y a las 21:00 empiezan un recorrido que arranca muy cerca de la sede de la institución, en Cañada Real Mestas.

Antes de ponerse en marcha, Ángel, que ostenta el papel de referente del grupo, da algunas indicaciones a su equipo. Mientras se terminan de lavar las ollas donde se ha calentado el caldo y la leche, Ángel explica el recorrido y pide a todos que estén atentos porque quizá tengan un nuevo usuario (el control en este caso es exhaustivo y el conocimiento de cada persona a la que atienden sorprende).

Atún, tomate, zumo, galletas y un bollo componen la bolsa que hoy los voluntarios de Cruz Roja entregarán a las personas que viven en la calle (o que tienen vivienda pero no los recursos suficientes). Una vez cargan la furgoneta, se van en busca de Magdalena. Magdalena vive en una tienda de campaña cerca de las vías, cuando la furgoneta para, se le escucha, pero no se le ve. "¡Esa Magda como mola se merece una ola!", grita una de las voluntarias. Parece que Magdalena está acompañada por su hijo y al poco tiempo aparece por allí. Es casi famosa, ha salido en varios periódicos y hasta en el telediario, aunque esta noche no tiene ganas de fotos. Los voluntarios charlan un rato con ella, con muchas risas de por medio, y ésta les cuenta que está "enamorada", aunque no deja muy claro de quién.

La furgoneta de Cruz Roja se dirige ahora cerca del complejo deportivo Open Arena. Allí, un joven nigeriano, nacido en 1993, les espera junto a la puerta de un supermercado. Belén Prudic, así se llama el chico, les recibe con una sonrisa. Varios de los voluntarios le preguntan cómo está porque la última vez que lo vieron estaba menos contento de lo habitual. El joven, que no habla español de forma fluida, ha ido por la mañana al paro y está en busca de un trabajo. Va abrigado, pero seguro que no lo suficiente, y en su espalda carga con una mochila que tiene la cara del Che Guevara estampada.

En el poco tiempo que están con él, les recuerda de dónde proviene y también se acuerda de "las mafias" que dominan su país. Belén Prudic no tiene ningún problema con tomarse una foto y le pide a uno de los sanitarios (en el equipo de voluntarios van un médico y un enfermero) que se una a la instantánea.

El equipo llega hasta la trasera de los antiguos juzgados, en Tomás de Aquino. Uno de los usuarios pide a Ángel una bolsa de aseo (las entregan, más o menos, cada mes y en ella hay cuchillas, champú o toallitas). Ángel le recuerda que hasta el jueves que viene no le toca dársela –la memoria de este voluntario no sirve sólo para esto, también se sabe incluso el DNI de algunos de los usuarios– y la respuesta que obtiene es: "No me lavo desde el año pasado".

Los sanitarios preguntan al grupo que se ha acercado, algo más numeroso que en otras paradas, por su salud. Cruz Roja también interviene para que estas personas se pongan la vacuna de la gripe o los trasladan para la búsqueda de un empleo.

También es numeroso el siguiente grupo, atendido en la plaza de Andalucía, en el Sector Sur. Uno de los usuarios de esta zona es amigo de la infancia de Ángel. Se llama José Miguel y deja claro que para él "no es una deshonra" tener que acudir a servicios como el de Cruz Roja. Cuando se le pregunta por los voluntarios de la institución afirma que no tiene queja y que "es de agradecer esta ayuda y este apoyo".

José Miguel es cordobés y tiene 53 años, vive en un piso junto a su pareja y recuerda que algunos problemas familiares le llevaron a su situación actual, pero también insiste en que ha trabajado "de todo", desde en la aceituna hasta en la construcción.

La noche sigue para este equipo de voluntarios de Cruz Roja, que finalizan el reparto de comida y apoyo sobre las 00:00. Ángel y su troupe finalizan cada una de las salidas que hacen los jueves con un selfie que luego comparten en redes sociales. En ningún momento del recorrido se les ha escuchado quejarse por el frío y parece que así fuera por lo injusta que sería la situación. El calor humano, eso sí, ha quedado claro.

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