Cordobeses en la historia

El juez que compiló las sentencias del juzgado de la izquierda y la derecha

  • Antonio Puebla Povedano creció entre libros y legajos judiciales, se apasionó por la Historia y las Lenguas Clásicas, ejerció la judicatura y la docencia y ostentó la 'potestas' de su cargo

EL mundo giraba casi de espalda a los años del hambre de España, que tampoco tenían demasiada resonancia en la prensa nacional, más ocupada en las evacuaciones de norteamericanos e ingleses del territorio japonés y de Gibraltar, de donde zarpaban buques con viajeros británicos, mientras los soldados del Reino Unido abandonaban Rumanía.

El diario Azul anunciaba lluvia de "bombas sobre Londres con estrépito infernal", la entrada de los japoneses en Indochina y la elección de Churchill como jefe del Partido Conservador. Las páginas de local de aquel único diario reivindicaban la puesta en circulación del antiguo "Tren de la Sierra", aquel ómnibus 727 imprescindible para los viajeros y la industria del Guadiato. Mientras, un joven Manolete remataba un cartel en la Feria de Jaén con Marcial Lalanda y Ortega; aquí, la Sección Femenina anunciaba las escuelas nocturnas para mujeres, en la Falange, como parte del gran proyecto destinado a formar a las esposas y madres de la Nueva España.

Ocurría un miércoles 9 de octubre de 1940, el mismo día en que Juan Puebla Alba, secretario judicial de Castro del Río, y María Povedano Toribio veían nacer a su hijo Antonio. El niño creció, como sus dos hermanas María Dolores y María José, en el ambiente rural donde tuvo su primera escuela pública y empezó a absorber la sociología de ese pueblo.

En Castro se inició en la lectura y se familiarizó con el protocolo y la sobriedad del mundo judicial, de la mano de un padre que jamás intentó marcar su camino. Alcanzó los 9 años y llegó a Córdoba para ingresar en la Escuela de Cultura Española (La Salle), que tantos y tan buenos intelectuales daría a Córdoba, antes y después de su promoción, como el empresario, abogado y economista José Fuentes-Guerra o el brillante arquitecto Gerardo Olivares James. Antonio Puebla no les fue a la zaga, inclinado ya definitivamente por las Letras y las Lenguas Clásicas. Superó el antiguo PREU y se marchó a Granada, en 1957 y hasta el 62, concluyendo sus estudios de Derecho a curso por año y con un brillante expediente.

El cuartel de Lepanto acogió su paso por las milicias universitarias y el juez de Primera Instancia e Instrucción de Priego, Luis Lerga, lo preparó para sus primeras oposiciones: juez de distrito. La capital del Barroco era ya el destino del padre y el pueblo de Loli Arjona con quien se casaría en septiembre de 1969, tras ejercer como Juez Comarcal en Almadén y El Arahal. Tres años después superaría una segunda oposición a Juez de Primera Instancia e Instrucción. Su destino lo llevó de nuevo al ambiente rural, ahora extremeño, de Herrera del Duque, en donde, posiblemente, recuperó las vivencias que marcaron su infancia y le "licenciaron" en el difícil arte de sentir, para poder describir, el día a día de la sociedad rural.

Baeza fue el siguiente destino y años más tarde, Manresa. En la década de los 70 recaló en la Palma del Condado, el pequeño paraíso que seguiría añorando en sus siguientes estancias: Jaén y Bilbao; los lugares que antecedieron a su llegada a Córdoba a punto de cumplir los 43 años. Aquí se hizo cargo del Juzgado de Primera Instancia número 1. De aquella llegada recuerda encontrar "muy buenos abogados, que los sigue habiendo", la confianza y el respeto con que el ciudadano llegaba hasta el juez, que "era respetado si era respetable" aunque rayara la devoción. "Hubo una señora que me decía: yo, cuando le veo a usted, es como si viera a Dios. Y no era bueno. Soy un hombre entre hombres".

La Justicia contaba ya con estas tasas judiciales tan de actualidad y con el Beneficio de Pobreza, o la Justicia Gratuita de ahora. Sus jornadas se prolongaban al ámbito doméstico e ignoraban con frecuencia fines de semana. Tuvo tiempo para ser preparador de opositores, profesor de la Facultad de Derecho de Córdoba y escritor, contando en su haber con dos manuales jurídicos, innumerables artículos de esa materia y, en coautoría con José Cruz, de dos magníficos trabajos de investigación que son a la vez un tratado sociológico y jurídico de la Córdoba de entre siglos: Crónica Negra de la Historia de Córdoba y Crónica Negra de la Provincia de Córdoba. Ambos libros son una compilación de hechos y sentencias interesantísimos para el conocimiento de precedentes que marcaron la jurisprudencia menor de buena parte del pasado siglo; y son un tratado de antropología que no dejan al margen a importantes figuras, casi olvidadas, que recobran en los libros una dimensión de defensa de la mujer como en el caso de la vertiente desconocida del Jaén Morente abogado defensor, o el psiquiatra forense Manuel Ruiz-Maya Briceño, hijo del magistrado Fabián Ruiz Briceño, por los que el juez Puebla siente auténtica admiración: "El psiquiatra fue un hombre importantísimo en la historia de Córdoba y todo un referente en la disciplina jurídico-forense; sus textos han sido de obligado cumplimiento en la Universidad de Madrid, y aquí, en la Audiencia, se conserva un ejemplar de su obra de consulta frecuente".

Aquel juez de los 80 confiesa haber tenido momentos muy difíciles y otros muy buenos que jamás hará públicos; ni antes ni después de jubilarse en el 2010 al cumplir los setenta. Ahora se pasea y ejerce de abuelo complaciente de los cuatro nietos que le dieron Juan, Teodoro y Antonio.

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