Córdoba

Verano solidario

Después de haber vivido varios meses en un hospital, todos coinciden en que aquí no es donde les esperaban las mayores dificultades de sus vidas, sino donde han pasado sus mejores y más significativos días. Por ello, los que llevan adelante la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) se proponen día a día seguir luchando por sacar las sonrisas de los más pequeños.

Este colectivo organiza cada verano unos campamentos especiales, unas mini vacaciones destinadas a los niños que han pasado por una enfermedad oncológica con el principal objetivo de proporcionarles la oportunidad de disfrutar de unos días de diversión y tiempo libre "en un entorno privilegiado". Jesús Juan Ríos, más conocido en la asociación como JJ, es el coordinador de los campamentos en Córdoba. Este joven, que forma parte del voluntariado de la AECC desde hace ocho años, afirma que no le importa pasar el periodo estival a cargo de estas actividades, ya que "resulta muy gratificante formar parte de un proyecto en el que unos niños que han pasado por la misma situación tienen la posibilidad de poder compartir experiencias y vivencias".

El destino más reciente que JJ ha visitado junto a un grupo de menores de entre siete y 15 años es el Cortijo de Frías, en el término municipal de Cabra. Una vez más, el compañerismo, la amistad, la ayuda, la participación y la superación han sido los valores protagonistas de esta iniciativa. Se trata de conseguir que se normalice la vida de unos niños acostumbrados a la medicación y cuya mayor preocupación, mientras permanecían ingresados en el hospital, era el punto por donde entraba el goteo. En los campamentos, se fomentan las relaciones entre jóvenes que han tenido pocos momentos para la convivencia y que en general mantienen una fuerte dependencia y apego con sus padres. "La idea no es romper estos vínculos que se generan entre los progenitores y sus hijos durante la enfermedad, sino lograr que estos lazos no sean tan fuertes y que los pequeños sepan lo que es una infancia normal", precisa el coordinador.

Este verano, Jesús, junto al resto de voluntarios, ha decidido que la mayoría de las actividades del campamento estén inspiradas en la historia del poderoso dios de los Nórdicos, Odín, llamado también El Gran Padre. "Odín le explicó a su hijo Thor que el martillo mágico Mjolnir estaba reservado para él, y que se lo daría cuando demostrase su valor y que era digno de merecerlo. Durante años, Thor luchó por ser lo suficientemente fuerte para poseer este arma tan increíble y fue responsable de muchas gestas heroicas, derrotando a los enemigos que se cruzaban en su camino", explica este voluntario, que ha pasado seis años visitando a los "peques" en los centros médicos y dos más dedicado a la formación del voluntariado con técnicas de animación para niños.

Todas las noches, los voluntarios, el equipo médico y los monitores se disfrazaban para realizar los juegos que antecedían a la representación de la historia vikinga de Odín, en la que los niños interactuaban con los personajes. JJ no concibe los meses de julio y agosto sin trabajar en este campamento, "una de las actividades extrahospitalarias incluidas en el proyecto de la asociación, cuyo fin es compensar y contrarrestar las alteraciones emocionales y la interrupción del adecuado desarrollo del niño enfermo de cáncer". Además, se llevan a cabo otras muchas actividades, variadas y muy dinámicas, pensadas para divertir, entretener y fomentar las relaciones personales, a la misma vez que se contribuye al aprendizaje. "Se han organizado teniendo en cuenta los beneficios y necesidades de cada uno de los niños y adaptándonos a cada situación concreta en la que sea necesario", indica JJ. Durante los cinco días que ha durado el último campamento en la granja escuela de Cabra, del 24 al 28 de junio, los pequeños han podido realizar todo tipo de actividades, desde deportes como bicicleta o natación, entre otros, hasta talleres de máscaras de escayola, serpentinas, pintura, malabares o juegos tradicionales.

JJ cuenta que Paola es la última niña que terminó el tratamiento, hace ya un año y, como el resto de los menores, ha terminado por confirmar la buena experiencia que han vivido. A través de estos campamentos, patrocinados por la Fundación Inocente Inocente, "he podido sentirme realizado plenamente como voluntario cuando dejas de ver a los niños como enfermos y compruebas que vuelven a reír y ser felices". Todo ello no es más que una labor desinteresada que gana gracias al poder de la inocencia.

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