Córdoba

Fiel protectora de los necesitados

  • Teresa Enríquez de Córdoba Su condición de noble no le impidió poner en marcha numerosos proyectos solidarios para los enfermos en el entorno de Montilla y Aguilar

Fiel protectora de los necesitados

Fiel protectora de los necesitados

Doña Teresa, indistintamente apellidada Enríquez, Enríquez de Córdoba o Enríquez Pacheco, nació entre 1495 y 1496. Hija de Pedro Fernández de Córdoba, I marqués de Priego y de Elvira Enríquez de Luna, formó parte de una gran familia de ocho hermanos, entre ellos Catalina Fernández de Córdoba, II marquesa de Priego. No quiso casarse y vivió santamente en Montilla, en las casas que para su residencia hizo labrar la marquesa doña Catalina, su hermana mayor, entre su propio palacio y el monasterio de Santa Clara.

Vivió con raro ejemplo de santidad, piedad y castidad, en su siglo, y entre otras excelentes obras fundó el monasterio de monjas de la orden de San Francisco y regla de Santa Clara, en la villa de Aguilar, además de otros beneficios a la capilla del Santo Cristo de la Columna que ella misma levantó en la iglesia parroquial de Santiago de Montilla, dejando el patronato de todo a los señores de su casa.

Doña Teresa fundó igualmente para su sobrino don Alonso de Aguilar, hijo menor de la segunda marquesa de Priego, su hermana, tercer marqués de Priego, el rico mayorazgo del cortijo de la Reina, de las alcaicerías de Córdoba y otros siete heredamientos en los términos de Cañete y Baena, con la cláusula de que a la muerte de este señor habría de pasar al segundo de sus hijos, como pasó en efecto. Con algo más de 50 años, viviendo casi siempre en Montilla, se dedicó a la administración de sus importantes bienes, pero se puede constatar su generosidad.

Aunque no se conoce la fecha de construcción, dotó en Montilla el establecimiento de una casa para atender a enfermos menesterosos en la calle cercana y comunicada con el convento de las clarisas, tradicionalmente conocida por la calle de la Enfermería de doña Teresa.

Era dadivosa y protectora de servidores y de gente modesta. Según el Cronicón del jesuita Juan de Palanca (1556), estuvo regalando 200 fanegas de trigo cada año a los religiosos de la recién creada casa en Montilla de la Compañía de Jesús, como lo hacía su hermana mayor mientras llegaron donaciones a la institución por otros conductos.

Otro proyecto puesto en marcha por ella se desarrolló en Aguilar de la Frontera. Para su construcción se dieron los primeros pasos en 1553, cuando adquirió varias casas en la localidad aguilarense junto a la ermita de Nuestra Señora de la Coronada para levantar el cenobio. La realización de las obras se prolongó durante la década central del siglo XVI. En 1566, obtuvo mediante la oportuna bula del Papa Julio II licencia para fundar con sus bienes en los aledaños de la ermita -instituida por su abuelo don Alonso de Aguilar, llamado el Grande- un convento de religiosas clarisas, que tomaron posesión el 2 de octubre de 1566, reduciéndose a la observancia de San Francisco en 1568. Aunque según parece, sin ningún atisbo de haber deseado Teresa la vida monjil contemplativa.

Una de las condiciones para su fundación fue que no debía de haber en el monasterio más de 33 monjas, "ahora y siempre". Posiblemente por las rentas de mantenimiento del convento que se estipularon. Y que el confesor lo suministre el monasterio de San Francisco de Montilla. Lo dotó con 5.010 fanegas de trigo para ayuda de los alimentos del confesor, con la condición de decir los primeros jueves de cada mes una misa al Santísimo Sacramento. Y que mientras ella viviera, que en el monasterio hubiera dos servidoras no esclavas, porque tenía por buena obra remediar a dos pobres.

En 1873 se abandonaría el convento, al declarar el Ayuntamiento en ruinas parte de sus dependencias, por lo que se perdió el claustro conventual y la iglesia. El grupo escultórico de la Coronación de la Virgen se trasladó al convento de las Carmelitas Descalzas, en cuya clausura se conserva actualmente. En la zona que se mantuvo en pie se establecieron las dependencias de varios servicios públicos. Los solares resultantes constituirán la génesis del actual paseo Agustín Aranda, el Llano de las Coronadas.

En el umbral octogenario, su salud se resintió. Durante los nueves meses que antecedieron a su muerte, completó su denso legado haciendo escribir un largo texto patrimonial y otros nueve memoriales a modo de codicilos. Encomendó misas, perpetuó al convento de la Coronada las cosechas de trigo de ocho hazas de tierras suyas en la villa de Cañete, designó heredera a su criada Beatriz de Rivas de la casa en que solía vivir su anterior capellán y que le entregasen anualmente en dinero 10.000 maravedíes. A su otra criada, Luisa de la Cruz, le donó 100.000 maravedíes en efectivo y la casa de la Enfermería, más 10.000 maravedíes anuales. A su hermana Teresa, 30.000, entre otras amplias disposiciones. Su fallecimiento ocurrió el 15 de octubre 1575, siendo enterrada en la capilla mayor del monasterio de San Francisco en Montilla.

La conocida como casa de Teresa Enríquez, colindante con el arco de Santa Clara, en Montilla, pasará a ser dependencia municipal en el año 2004. Aunque dentro de un proyecto de remodelación, necesita una amplia rehabilitación interior. Fue una mujer de natural viveza y firmeza de ánimo, modelo en su época, de afinada intuición femenina a la vez adornada de calidades humanitarias. Su memoria refleja su condición personal de vida autónoma y fiel siempre a su convicción de adoptiva matrona que asumió sus deberes.

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