La Gloria de San Agustín

Dolores añorados

  • Hemos echado de menos no solo salir a la calle, sino hablar con los vecinos y amigos

Un hombre entra en la iglesia de San Lorenzo

Un hombre entra en la iglesia de San Lorenzo / Juan Ayala

Nadie se podía haber imaginado nunca una Semana Santa así, y el que diga lo contrario sabe que no es verdad. Que esto es de película, de novela del espacio, pero esto no lo podíamos haber imaginado nunca de los jamases, y todo el mundo sabe que no estoy exagerando. Y es que esta semana que ha pasado hemos echado de menos muchas cosas, pero muchas, no solo los pasos en la calle.

Vamos a ver, que yo me pongo a repasar todo lo que he echado de menos esta pasada semana y me salen varios folios, lo que yo les diga. Para empezar el salir a la calle, lo principal, hablar con mis vecinos, con mis amigos, y ver un montón de casas recién encaladas, porque eso se sigue haciendo en mi barrio, sobre todo los vecinos antiguos, los de toda la vida, que saben esto de qué va.

Y desde niño yo recuerdo salir con el cubo, la escobilla y la cal a darle un repaso a las fachadas de las casas para que estén presentables. He echado de menos, y seguro que usted también, los olores, que Córdoba en Semana Santa huele de una manera diferente, especial, que si alguien fuese capaz de encerrar eso en un bote, se hartaba de ganar millones con el perfume más bueno que nunca se hubiera inventado nunca.

Y he echado de menos los sabores, que aunque hemos comido las torrijas y los pestiños de mi hermana, siempre se tapea de un sitio y otro, y a mí me encanta probar lo que hacen los demás. Me hubiera metido en el cuerpo un poquito de potaje de Cuaresma, que me ha faltado, y una poquita de la leche frita que hace Soraya, que se te caen dos lagrimones.

Y he echado de menos, no tanto como alguna gente, que yo soy más moderado, ver las cofradías en la calle, claro. Ese silencio del Nazareno, esa mirada de la Virgen de las Angustias, esa cola del Rescatado o ese melenón del Remedio de Ánimas. Y por eso he echado de menos las bullas, las esperas con pipas, los bordillos, los bocadillos de Bocadi y unos caracoles de cualquier quiosco.

Y por supuesto a mis amigos, que tanto quiero, también los he echado de menos. Y les voy a decir una cosa que me van a tomar por tonto o por loco, he echado de menos el dolor de pies, el estar cansado por haberme pasado los días recorriendo mi Córdoba bendita detrás de las cofradías o buscando una tabernita en la que tomarme un medio. Pues sí, hasta eso he echado de menos, el dolor de pies, quién me lo iba a decir a mí. Por eso espero que el año que viene me salgan hasta ampollas en las plantas de los pies, que no habría mejor señal.

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