estampas cordobesas

Cosecha de ropa interior para Jesulín y votos que cambiaron la Alcaldía

  • En la Feria de 1995 un Arenal polvoriento coincidió con las elecciones municipales, con el año en que tuvimos tres alcaldes, varias inundaciones en la Sierra y la pérdida del "Padre Ladrillo".

POR esas fechas de 1995 mirábamos de lejos, con mucha pena y sin motivo aparente de preocupación, la situación económica de Argentina -fruto según algunos expertos del Rodrigazo de dos décadas anteriores- que estalló en disturbios y heridos tras la decisión del Parlamento de saldar la deuda salarial a los funcionarios con bonos. En EEUU un Clinton acaramelado hacía campaña por sus lares junto a Hillary.

En este solar patrio mal llamado piel de toro, el ministro de Economía, Pedro Solbes, negociaba la privatización progresiva de Telefónica y Baltasar Garzón ratificaba la pena de cárcel al ex director de Seguridad del Estado, Rafael Vera, dejando en libertad bajo fianza a Sancristóbal y Damborenea. Todo, meses después de haber pillado a Luis Roldán nada menos que en Laos.

Aquel tiempo de noticias asombrosas, tuvo también momentos propicios para reconciliarnos con el mundo y sus criaturas, como los estrenos de La Mirada de Ulises, El Cartero de Pablo Neruda o Los Puentes de Madison en los cines de centro, de barrio o de calle que todavía no habían copiado el modelo norteamericano de vehículo y centro comercial necesarios.

En Córdoba fue un año de clima y meteorología irregulares, con temperaturas rayanas en los 48 grados, lluvias de verano torrenciales en el Alto Guadiato y Los Pedroches, víctimas por inundaciones y primeras muertes oficiales por golpes de calor.

Fue el mes de una Feria de la Salud en un Arenal desierto; el año de la muerte de Agustín Molina, el Padre Ladrillo del Barrio del Naranjo, el cura de los niños, los pobres y los presos; de las temporadas en la dualidad de la afición entre Finito o Chiquilín o las primeras cosechas de ropa interior femenina de Jesulín, el torero que junto a Rivera Ordóñez, comenzaban a mezclar trajes de luces y espectáculos rosa-amarillistas. Pero lo que quedaría por siempre en la memoria de la mayoría, fue la confluencia de las elecciones municipales con los días de feria. Y es que aquel 1995 fue igualmente el año de los tres alcaldes y la máxima incertidumbre en campaña municipal.

La prensa nacional colocaba a Herminio Trigo como favorito "a la espera del Supremo", a un joven José Mellado con la experiencia de la Alcaldía de Fuente Obejuna, a un Rafael Merino muy esperanzado y a una Blanca Ciudad menos favorecida por las encuestas, por su "pasado político y su personalidad" que dejaban opción a la duda".

Interventores y obligados fueron testigos de las más curiosas llegadas de forma y fondo a las mesas electorales. Peinetas y flores descolocadas, mocitas y mocitos en deshabillé, zapatos y camperas salpicadas de albero, trajes de gitana arrugados y ojeras marcadas, se mezclaron aquella mañana con atuendos impecables de domingo en los colegios electorales, decantados finalmente en una mayoría del PP de Merino.

La circunstancia feria-elecciones tuvo múltiples lecturas. Para unos fue la excusa con que justificar la derrota, para otros la demostración de que la unión hace la fuerza y para los candidatos socialistas y de izquierdas una papeleta muy difícil de resolver.

Luego vinieron los dimes y diremos de pactos y divisiones, frente a gobernar ciudades como Málaga o perder bastiones como Córdoba. Izquierda Unida se negaba a pactar con el PSOE salvo que se comprometieran a acabar con el Felipismo, el término acuñado por Pepe Aumente, aquel visionario que vuelve a estar de rabiosa actualidad.

Casi un mes después, el mapa político municipal nacional estaba prácticamente configurado y cada alcalde tenía ya su bastón respectivo. Pasó junio. Córdoba seguía a expensas de las decisiones, mientras la prensa tiraba de archivo recordando las premisas iniciales de IU: Mejor perder la alcaldía de Málaga y de Córdoba que "prostituirnos". Y es que todavía nuestros representantes hablaban de lealtades al electorado, al voto, a las ideas y a los programas. ¡Qué tiempos y qué cosas!

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