antonio monterroso checa. investigador ramón y cajal en la universidad de córdoba

"Córdoba ha perdido todos los trenes pero en algunos casos ha tenido suerte"

  • El profesor de la UCO trabaja en varios proyectos en la provincia, entre los que destaca Torreparedones, yacimiento del que recientemente se ha anunciado el hallazgo de su anfiteatro

Antonio Monterroso Checa, en la calle Cruz Conde.

Antonio Monterroso Checa, en la calle Cruz Conde. / reportaje gráfico: barrionuevo

La Universidad de Córdoba anunció a finales de febrero la localización del anfiteatro romano de Torreparedones gracias a las últimas técnicas de fotografía aérea. El hallazgo del grupo de investigación Antiguas Ciudades de Andalucía, dirigido por el profesor Carlos Márquez, fue confirmado en un estudio geomagnético realizado por el Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada. El profesor Antonio Monterroso Checa es uno de los investigadores que forman parte del grupo.

-¿Cómo se ha desarrollado este proyecto?

-El proyecto de investigación no repara sólo en el anfiteatro, es un proyecto para toda la ciudad, con una planificación que arranca en 2006 entre la Universidad de Córdoba y el Ayuntamiento de Baena. El anfiteatro es algo casual, fortuito, no estaba previsto. Analizando fotografías aéreas y sabiendo cómo funciona la urbanística de estas ciudades, lógicamente nos faltaban cosas que buscar. Y buscando en los dos sitios posibles, a occidente y oriente de la ciudad, detectamos el anfiteatro. Ahora hay que gestionar su entrada al proyecto de investigación.

-¿Y cómo es este anfiteatro?

-Es un anfiteatro pequeñito, que corresponde a una ciudad pequeña. Por dimensiones y la estructura que debe tener podemos compararlo con el de Segóbriga (en Saelices, en la provincia de Cuenca) y el de Contributa Iulia (en Medina de las Torres, Badajoz). Son los dos ejemplos que deben guiarnos a la hora de interpretar lo que todavía no vemos.

-¿Cuál es el valor histórico de Torreparedones?

-Es una de las colonias romanas de primera fundación del área central de Andalucía. Como colonia romana superpuesta a una ciudad ibérica que arranca seis siglos antes ofrece una secuencia de al menos diez siglos de continuidad. A eso se añade que el estado de conservación es excepcional. Y también que rara vez una institución, en este caso el Ayuntamiento de Baena, de la mano de la Universidad, apuesta tan decididamente por un yacimiento arqueológico, hasta el punto de hacerlo su marca junto al olivar: no estamos acostumbrados a esto, al menos no en tan corto espacio de tiempo y con voluntad tan decidida. Se conjugan el valor histórico, el patrimonial y el institucional y social: esto está haciendo de Torreparedones un referente.

-¿Cómo trata la provincia de Córdoba su patrimonio arqueológico?

-Generalizar siempre tiene sus riesgos... Yo creo que en los ámbitos locales de la provincia hay una identidad hacia el patrimonio mucho más fecunda que en la capital. Los recursos no son los mismos, pero esa cercanía y esa imbricación con los yacimientos suelen tener un componente sensitivo mucho más contundente. Es el caso de Torreparedones o de mis proyectos en Fuente Obejuna y Belmez. Creo que el debate sobre si la población entiende el patrimonio, lo cuida..., es insulso: claro que la población quiere y conoce el patrimonio, no al nivel de un investigador, evidentemente, lo conoce al nivel que las tradiciones de los pueblos han permitido, pero no creo que haya desapego o malas prácticas. Muchas veces nos empeñamos en cuidar todo el patrimonio, y las ciudades tienen que vivir. Somos sociedad del siglo XXI que pretende desarrollar un proceso ahistórico, la conservación de todo el patrimonio. Esto en la Historia es algo raro: las ciudades han vivido sobre sí mismas y de sí mismas y se han reconstruido. Hay una contradicción entre la intención actual y lo que es normal en la Historia, que es la vivencia propia en el presente.

-Hablemos de algunos casos concretos: Ategua.

-Ategua sigue a la espera de un proyecto de verdad. Tiene quizá la mala suerte de estar en el término municipal de Córdoba. Si perteneciese a Espejo, Castro del Río o Baena quizá tuviera hoy un realce que no tiene al estar en la capital. En proyectos que llevan acumuladas tantas intenciones, tantos años, tanto "vamos a hacer"... y al final no cristalizan, yo como investigador tengo poco que decir. Interés, Ategua tiene todo el del mundo. Y tengo el deseo de que cuando se anuncie una cosa sea porque de verdad se va a hacer. Pero lo que está pasando con Ategua supone meter al patrimonio en una dinámica que lo daña. Cuando se tejen tantas expectativas que no salen adelante la gente se desespera y los yacimientos se desesperan, y se ciñe sobre ellos una especie de nube... Pasa lo mismo con Cercadilla: yacimientos que no terminan de salir adelante. Ategua es un yacimiento que merece la pena.

-Sigamos con Cercadilla...

-Deberíamos dejar a Cercadilla al margen de comparaciones con otro tipo de yacimientos. Todo lo que ha pasado en Cercadilla es excepcional, en el sentido positivo y en el negativo. Es el gran problema sin resolver de Córdoba, por mucho que las cesiones se pasen de unos a otros. Es un yacimiento, como Ategua, en el que, inexplicablemente, pasan los años y no acaba de tener solución. Estamos siempre en lo mismo, en el "vamos a hacer", cambian las caras y seguimos en el "vamos a hacer". La perspectiva del investigador es que resulta mejor trabajar de un modo más discreto, más en silencio, y de verdad apostar por el patrimonio más allá de la inmediatez que tiene una noticia.

-¿Y Medina Azahara? También parece que aquí la implicación institucional está por debajo de lo que el yacimiento requiere...

-Medina Azahara requiere investigación. En Medina Azahara lo que menos se hace, o una de las parcelas menos cuidadas, es la investigación. Contra una iluminación nocturna, la investigación tiene poco que luchar, porque una iluminación nocturna capta una atención inmediata y una actividad investigadora es más a medio plazo. Pero al final, si de verdad el interés es que los yacimientos salgan adelante, la iluminación será algo efímero, cambiará cuando haya algo mejor. La investigación no es inmediata, y lo tiene que asumir alguien que sienta esto de la manera en que hay que sentirlo y que no piense en la turistización banal de un yacimiento de este porte. No digo que la iluminación sea mala, siempre que se haga de acuerdo a la Ley de Patrimonio y se trate bien al yacimiento. Lo que no me parece bien es que no se vea acompañada de una investigación de primera línea en un yacimiento de primera línea mundial. Eso es lo incomprensible.

-La eterna restauración del Salón Rico, la parálisis de la actividad excavatoria...

-Medina Azahara debería ser el referente de la arqueología medieval europea en términos de investigación. Y merecería un instituto de investigación dedicado a ella y a lo que su construcción conllevó en el ámbito cordobés y el andalusí. Esto a un británico, a un francés o a un alemán no habría que explicárselo. La Junta de Andalucía tiene una destreza excepcional a la hora de querer hacernos ver todo lo contrario a la realidad. Y no es una crítica sin sentido: Cercadilla se cede, Medina Azahara está como está, Ategua no acaba de salir... Como ciudadanos tenemos el deber de decir que el patrimonio no es sólo cartelería y Andalucía imparable.

-¿Cómo debe articularse la relación entre patrimonio arqueológico y turismo?

-Yo hablo como investigador. Para mí el patrimonio arqueológico es pasado, memoria y conocimiento que está en el tuétano de los ciudadanos que hoy en día viven en la cercanía de los yacimientos. Esa imbricación es la que acaba cuidando el patrimonio, o al menos su memoria, y haciéndolo sostenible: en el pensamiento, en la idiosincracia, en la implicación. Fomentar la recuperación del patrimonio arqueológico en función del turismo es algo fallido desde el origen. Córdoba es una ciudad que ha perdido todos los trenes pero en algunos casos ha tenido suerte de perderlos, por ejemplo el de la masificación turística. Y a tren perdido, ahora parece que nos queremos subir como los del Oeste, de un salto, a algo que sabemos que no funciona. Sabemos el daño que hace a ciudades de categoría igual a Córdoba, sabemos que hay ciudades en los que se restringe el paso de turistas, de vehículos... Por una dinámica coyuntural concreta, tejer todo el desarrollo del patrimonio histórico, que es una cuestión más de memoria que de inmediatez turística, y unirlo a esto que sabemos que no funciona... La masificación hace caer a los monumentos en una dinámica coyuntural que está muy lejos de lo que necesitan y que hace que no sirvan para lo que tienen que servir: mejorar socialmente la vida de las personas. Para eso está el patrimonio.

-¿La Córdoba romana sigue siendo una gran desconocida para el ciudadano?

-No creo. Se conoce muy bien, en términos de investigación y de ciudadanía. Desde los años 90, investigación y divulgación han estado acompañadas con la Universidad, el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía con casos como el del Museo Arqueológico, que es una referencia. No creo que la población necesite educación sobre el patrimonio de la Córdoba romana o la islámica; lo que no podemos pedirle es que lo conozca como un investigador. Otra cosa es cuánto puede dar de sí la Córdoba romana, y ahí entramos en una dinámica de ciudad mucho más compleja.

-¿En qué momento se encuentra la disciplina arqueológica en la Universidad?

-La arqueología siempre ha acompañado a la Historia y la Historia del Arte. A día de hoy, que la arqueología fuera un grado no estaría de más; de hecho existe, en Andalucía hay uno compartido entre las universidades de Granada, Sevilla y Jaén. Entre las materias que más vocaciones despiertan en la Universidad (hablo de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba) está la Arqueología, junto a la Historia Moderna y la Contemporánea. Pero no tenemos una estructura académica para dar cabida a tanto deseo. Últimamente los jóvenes estudiantes de aquí optan por hacer másteres fuera, porque no tenemos un máster propio de Arqueología en la Universidad de Córdoba. Hay un peligro: la arqueología gusta mucho, los estudiantes se emocionan en seguida, pero no hay un tejido socioproductivo capaz de absorberlos. En la Universidad no podemos hacer un proselitismo que luego sea un engaño. Yo actuaría con cautela a la hora de lanzar arqueólogos a la calle que luego van a tener que reconvertirse. Estaría bien contar con alguna estructura más pero siempre con esta mesura.

-¿En qué momento decidió usted dedicarse a esto?

-Tuve claro desde pequeño que no servía para otra cosa que para la Historia. Ha sido una vocación siempre. Ahora, a los 39 años, puedo decir que he hecho lo que quería, y tengo suerte de estar en la Universidad de Córdoba, que salgan proyectos como el de Torreparedones y, quizá lo más afectivo para mí, desarrollar un proyecto de investigación del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad en el Alto Guadiato, de donde soy oriundo. Es la gran zona patrimonial que hay que añadir a Córdoba. Es un vacío y un activo: si se conectase en condiciones con Córdoba añadiría una motricidad al patrimonio interesantísima. Toda la conexión con la meseta y Extremadura en la época antigua y en la medieval se hacía por el valle del Guadiato y Los Pedroches. Es el gran reto patrimonial de la provincia.

-¿Cómo se define este proyecto?

-El proyecto arrancó hace tres años en colaboración con el Grupo de Desarrollo Rural Alto Guadiato y los ayuntamientos. Hemos tenido dos financiaciones del Ministerio, una de ellas un proyecto de excelencia, que nos avala la tesis de generar investigación a la Universidad y transferirla a través de grupos de desarrollo y los respectivos ayuntamientos al tejido socioproductivo de la zona. Es lo que estamos haciendo. En junio inauguraremos en Belmez el primer mirador virtual de la provincia, con la investigación generada transferida al ámbito de la virtualización y de ahí a la identificación. En Fuente Obejuna intentamos recuperar la mayor ciudad del norte de Córdoba, Mellaria, cosido todo ello con aquella vía romana, la Corduba Emerita, que después de la Augusta era la más importante de la provincia y la única que pone en comunicación dos capitales, Córdoba y Mérida.

-¿Cómo ve la Córdoba actual? ¿Alguna propuesta de mejora?

-Que prescinda de la fobia del turismo y se mire un poco a sí misma para repensar lo que fue, una ciudad de industria y de desarrollo fundamentalmente agropecuario pero con riquísimos recursos. Alguien me decía el otro día que se vuelve a explotar el cobre en Córdoba y se exporta. Hay que tener conciencia de todos los trenes que hemos perdido, un hecho que por otra parte ha provocado que Córdoba se conserve en una pureza mayor que ciertas partes de Granada, Sevilla o Toledo, donde hay que vestir una tradición: en Córdoba no hay que vestirla, la tradición es pura. En las aldeas y los pueblos pequeños de la campiña y el norte no hay que vestir nada. Hay que guardar esa pureza. Pero volcarlo todo en la fiebre del turismo, sabiendo estas cosas cómo funcionan..., peatonalizar una ciudad para llenarla de veladores, expulsar a los habitantes que la cuidan del centro..., es repetir problemas que conocemos desde la Antigüedad. Torreparedones se peatonalizó en el siglo I y la gente se tuvo que ir a vivir detrás de la muralla; por eso se construyó el anfiteatro. Los centros quedan muertos y vacíos. No digo que no haya que mirar hacia el turismo, pero que una ciudad con tantos recursos se vuelque hacia eso, que Córdoba se ampute las dos piernas pensando sólo en el turismo, me parece una atrocidad. La riqueza de Córdoba viene de otro sitio: yo pediría industria, desarrollo, pediría que los ingenieros trabajen de ingenieros y no de camareros.

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