Córdoba

Córdoba en negro

  • La economía sumergida representa en Córdoba el 30,6% del PIB y a ésta contribuyen aquellos empleados que no declaran el fruto de su trabajo a Hacienda.

La crisis aprieta demasiado y el ahorro se convierte en prioridad para todo el mundo, también para algunos avispados empresarios. Siempre han existido las personas que no declaran el fruto de su trabajo a Hacienda, que el dinero que cobran no pasa por un contrato, pero lo que está claro es que desde que comenzó la crisis esta cifra ha ido en aumento. No se salva ningún sector  -hostelería, construcción, limpieza-, todas las áreas laborales abarcan una producción que contribuye a que la economía sumergida suponga hoy en día en la provincia de Córdoba el 30,6% del Producto Interior Bruto (PIB). Basta darse una vuelta por la ciudad para que los casos de empleados que no cotizan su trabajo a la Seguridad Social abunden en pocos minutos. Los testimonios que aparecerán a lo largo de este reportaje lo harán bajo un nombre simulado por razones obvias.

La economía sumergida no se nutre en exclusiva de los trabajadores liberales, pero sí se supone que el repunte de los últimos años -desde que comenzara la crisis el ascenso ha sido astronómico- viene en parte marcado por aquellos empresarios que no quieren asumir el gasto social por trabajador contratado, gasto que en España engorda de forma destacable las arcas públicas. Así las cosas, el debate es inevitable tras conocer los datos de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) sobre lo que esa economía sumergida supone en el PIB.

Este debate, que en este caso está centrado en aquellas personas que con su trabajo no contribuyen a aumentar el montante de dinero público, supone un fraude que influye en dos vertientes distintas. E influye de una mala manera. Por un lado el trabajador que no cotiza. Si el empleado va por libre y trabaja sin regularizar, no está cotizando a la Seguridad Social, no está sumando años cotizables para en un futuro acceder a una pensión pública cuando obtenga la jubilación. Un problema sin duda importante pero que a la vez se suma al segunda vertiente de influencia, que radica en el problema directo que ello supone para el conjunto de la población. Y es que el dinero que esos trabajadores no aportan a lo público no pasa como es obvio a contribuir a servicios que el resto de la ciudadanía, y ellos mismos, pueden disfrutar.

Uno de los empleos que más ha aportado a la economía sumergida tradicionalmente ha sido el de los empleados del hogar. En España, en este sector laboral lo normal es no cotizar, existiendo  más casos de trabajadores en esta situación que con contrato asegurado. Este es el caso de Lourdes M., que trabaja como empleada del hogar en una sola casa entre 15 y 20 horas semanales. La ausencia de aseguración, tal y como ella comenta, es que a la mujer que dispone de sus servicios no le conviene ni le beneficia "en nada tener que pagar por mí". Lourdes no cuenta con ningún otro sueldo aparte de lo que cobra como empleada del hogar. Situación parecida es la de Blanca S., pero en este caso el trabajo se reparte en varias casas, sin que en ninguna de ellas la persona al cargo pague al Estado por sus servicios. Blanca S. cobra por horas, a un precio de diez euros por cada una de ellas, y además de tener una casa fija a la que va siempre desde hace varios años, de lunes a viernes, le salen algunos trabajos en el mismo sector. El problema, tal y como ella explica, es que el día que no va a trabajar, es día que no cobra.

Otro de los sectores que más ha contribuido a la economía sumergida en Córdoba ha sido el de la joyería. Durante los años dorados de la joyería cordobesa los talleres crecieron sin control en barrios tradicionales de la ciudad y, aunque poco quede de ellos, aún aguantan algunos que siguen la tendencia de contratar a trabajadores sin asegurarlos y pagándole por el volumen de trabajo que hagan y no un sueldo fijo. Este caso se representa en Amalia N., que trabaja en un taller de platería instalado en una casa particular. Amalia N. cuenta que su jefe, en este caso, no la asegura porque dada su edad no le dan ninguna subvención del estado, aparte del hecho de lo que tendría que pagar por ella. Todo depende de la cantidad de trabajo, pero de media suele echar 45 horas semanales, que pueden llegar a sumar 60 en épocas con mucho volumen.

El de Juan F. es un caso diferente. Él es mecánico de coches y es su propio jefe, no depende de nadie, pero tampoco es autónomo; es decir, no paga la cuota correspondiente a este tipo de empresarios. Tampoco tiene un sueldo fijo ya que sólo trabaja cuando un cliente lo necesita y, como es lógico, lo que cobra depende del trabajo que realice en ese momento.

Otro de los sectores que más dinero mueve en Córdoba es el del turismo y, a partir de él, derivan otras tantas áreas que suponen un buen pellizco a la economía de la provincia, tal y como es el caso de la hostelería. En una empresa surtidora a la hostelería y a la sanidad trabaja de comercial Roberto G. quien presenta algunas diferencias en cuanto al resto de testimonios. Roberto G. trabaja para una empresa pero no cobra de ella, ya que el único dinero que ingresa proviene del paro, que se le acaba en mayo. Echa alrededor de 45 horas a la semana y su jefe le ha recomendado cobrar el paro porque él no puede pagarle, pero tiene que continuar en su puesto si en un futuro quiere mantener el trabajo.

José L. podría considerarse un afortunado. Tiene dos trabajos, uno en el que declara a Hacienda -en una empresa de limpieza a media jornada- y otro que hace en negro. Se dedica a montar cocinas y a hacer trabajos de carpintería, a veces solo o acompañado de algún amigo, y depende de la demanda que haya en ese momento. José L. explica que hay temporadas en las que el trabajo se concentra en poco tiempo y otras en las que apenas hay demanda.

El último caso es el de Francisco I., que afirma que cuando alguien está en el paro y puede desarrollar un trabajo sin facturación, lo hace. Las razones principales que aporta Francisco I. es que impuestos como el IVA o el IRPF salen caros a los empresarios y autónomos. "Cuando alguien quiere dar el salto como autónomo, lo tiene muy difícil y siempre espera a agotar el paro", comenta. Este hombre se dedica a dar servicios turísticos a través de una empresa y de forma autónoma. Señala que hay una práctica muy extendida que consiste en buscar a otra empresa "amiga" que facture por tu trabajo, y de esa forma el dinero se lo lleva sin apenas costes tributarios. "Este tipo de prácticas son más comunes y fáciles de hacer en servicios como la comunicación, las relaciones públicas o la publicidad, cuando no existe un trabajo puramente técnico", manifiesta. Sobre esas dificultades de ser autónomo y crear una empresa propia, Francisco I. advierte que, por ejemplo, una persona pasaría de la noche a la mañana de cobrar 950 euros de paro a tener un gasto de casi 500, algo que, definitivamente, no sale a cuenta aunque sea lo legal.

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