Este primer fin de semana del mes de agosto ha dejado las características estampas del estío cordobés: calles vacías, cafeterías cerradas y comercios con la persiana echadas por vacaciones. La ciudad detiene su frenético ritmo del resto del año y los cordobeses aprovechan su merecido descanso vacacional cogiendo carretera y manta hacia un destino con, al menos, unos grados menos de temperatura.

Pocos son los valientes que se atreven a salir a pasear a la calle, y más aún durante la tarde. Quizás por la noche se observa algo más de ambiente, hay familias y grupos que buscan el fresco de los parques, pero mientras brilla el sol Córdoba luce como una auténtica ciudad fantasma. 

Grandes avenidas como la Victoria, Gran Capitán o Ronda de los Tejares, algunas de las más ajetreadas habitualmente, muestran una soledad que recuerda a la época del confinamiento, cuando no había más remedio que permanecer en casa y mirar la vida desde la ventana. Apenas circulan coches, es fácil encontrar aparcamiento y los autobuses parecen deambular de un lado a otro casi sin viajeros.

Es por eso que muchos comerciantes aprovechan la primera quincena del octavo mes del año para cerrar sus negocios, por lo que en estos días en calles como la céntrica Gondomar y sus aledañas aguardan varias tiendas con las luces apagadas.

Una turista en el Patio de los Naranjos.

Sin embargo, otros negocios cuya fuente de ingresos principal son las compras de los turistas mantienen sus puertas abiertas a la espera de que los visitantes que pasean por Córdoba se detengan frente a los escaparates. Es el caso de la nueva platería –aún sin nombre– que se ubica frente a la Puerta del Perdón de la Mezquita. Su trabajadora, Cristina, afirma que este descenso de bullicio es lo común por estas fechas: “Es lo que toca”, indica. Y señala que en septiembre el escenario cambia por completo, pero “este julio y agosto, en comparación con el año pasado, hay mucha menos gente”.

Los cordobeses han emprendido un éxodo a Fuengirola, Torremolinos o Benalmádena. Aunque, eso sí, la ciudad también recibe la visita de algunos turistas que, generalmente, vienen a veranear al sur y le dedican una o varias jornadas a Córdoba, aunque no sea su único destino. Es el caso de Mónica y Alejandro Faks, una pareja de argentinos que tras salir de su visita de la Mezquita-Catedral resaltan la belleza que han encontrado en su interior, aunque también afirman encontrarse “desesperados” ante el calor.

A decir verdad, Córdoba ha vivido una tregua durante el primer fin de semana de agosto, ya que el mercurio ha bajado hasta los 37 grados de máxima, una temperatura por la que muchos cordobeses firmarían para que se mantuviera todo el verano, aunque, como bien indica la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), las máximas irán alcanzando los 40 grados en la próxima semana, hasta culminar en 43 grados el sábado 13.

Un coche de Policía Local en la calle Gondomar.

En realidad, esta zona del Casco Histórico es donde mayor movimiento se puede observar, ya que, como si hubiese un límite establecido, en las calles más allá de la plaza de las Tendillas el vacío se palpa de un vistazo. La mayoría de los bares permanecen cerrados, a excepción de algunas heladerías donde los turistas se refrescan a las horas centrales.

En la Martonela, una heladería de Cruz Conde, su trabajadora, Toñi Gavrila, asegura que en el horario de mañana hay una gran diferencia con el de tarde, puesto que en la primera parte del día “se llena”, mientras que de 18:00 a 23:00 no hay apenas clientela.

La vida de las calles comenzará a volver progresivamente a partir de la segunda quincena de agosto, cuando los comercios empiecen a abrir y las familias se dispongan a preparar la vuelta a la rutina de septiembre.