Geografía humana

"Del fray Albino intelectual y de profundidad teológica se habla poco"

  • Conoció de cerca la labor del prelado que construyó el Campo de la Verdad · El obispo "hubiera seguido de no ser que las normas que se habían establecido no se lo hacían muy factible", reconoce

CONOCIÓ a fray Albino en 1953, recién ordenado sacerdote. En los siguientes cinco años, el obispo le distinguió con su confianza y, según cuenta, a sus más cercanos decía que el padre Carlos Romero era su "nieto". En agosto de 1958 estaba en París, a la sombra de Notre Dame. A lo lejos vio a una monja que identificó conforme se acercaba. Era sor Servanda, del colegio de la calle Gondomar. Tras el saludo de rigor, le dijo que fray Albino había muerto. El padre Carlos comprobaba a los pocos minutos que la prensa francesa se hacía eco del fallecimiento del obispo de Córdoba.

-¿Qué queda vigente en la Córdoba de hoy día de la obra de fray Albino?

-En este año, por lo menos, se está recuperando la memoria, que no es poco. A los cincuenta años de su muerte hay dos generaciones que lo conocieron muy poco o no lo conocieron de nada. Queda lo que no se puede negar porque está ahí, como las viviendas, las parroquias creadas, las iglesias construidas, la estructura del Seminario materialmente hablando, que son las hornadas de sacerdotes que iniciaron sus estudios en su tiempo y que, lógicamente, después de 50 años estamos en edad de jubilación. No cabe duda de que estos curas han sido el sosten pastoral de la Diócesis en todos estos años. Desde el punto de vista político o civil están todos los cambios propios en esa falta de cohesión entre lo civil y lo eclesiástico, que ya empezó con él, porque el parón de su obra social fue como consecuencia de no llegar a un acuerdo con los poderes municipales. Fray Albino hubiera seguido de no ser que las normas que se habían establecido no se lo hacían muy factible.

-Sobre este aspecto, el alcalde de aquel momento, Antonio Cruz Conde, dejó dicho en sus memorias que fray Albino era muy impetuoso y que, incluso, se saltaba la norma con tal de conseguir sus objetivos.

-Lo que pasa es que había que valorar si en aquel momento lo más urgente e imperioso era dar cobijo a la gente que vivía en chozas o cumplir unas normas urbanísticas. Ni el obispo ni sus ayudantes disponían de medios para meterse en la construcción de bloques para limitar el terreno a ocupar. Claro, fray Albino hacía muchas cosas, no sé si al margen de las normas, porque tenía un gran apoyo en Madrid. Cuando había alguna dificultad, llamaba y enseguida venía el permiso. Lo que pasó luego no sé si es que fray Albino fue perdiendo influencia y ganándola los políticos, lo cierto es que dejó de ser tan segura la intervención en pro del obispo. Y de ahí surgió que aquello se acabara, aunque él tenía previsto seguir, porque tenía terrenos para aumentar sus viviendas. Achacarlo todo al afán de protagonismo de fray Albino supone desconocer por completo lo que le movía. Él no tenía ningún interés personal cuando creó aquello, sino que tuvo complicaciones. Cuando llegó a Córdoba, antes incluso de reformar la curia y de nombrar nuevos cargos, creó la asociación de la Sagrada Familia. Para él la vivienda era el problema más importante de Córdoba y de la Diócesis.

-Poner en marcha todo esto en la Córdoba de finales de los años cuarenta tuvo que ser toda una revolución, ¿no?

-Claro que fue una revolución.

-¿Cómo lo acogió la sociedad?

-Los inicios no los conocí, porque cuando llegué a Córdoba la Sagrada Familia ya funcionaba y Cañero estaba a punto de inaugurarse. No vivía yo la sociedad como para captar eso, pero es de suponer que, y luego los testimonios lo han ido confirmando, había dos clases de opiniones. A unos les parecía que esa acción social era fundamental y a otros que el obispo se metía en lo que no era suyo. Eso pasa siempre.

-¿Cómo era fray Albino en el trato personal?

-Lo traté más de lo que merecía. Lo que pasa es que estaba rodeado de una opinión que decía que tenía un carácter seco, frío, un poco adusto, demasiado tajante y si hablas con los curas de aquella época te dicen que era un padrazo. Tenía ese pronto de genio asturiano, que daba un golpe en la mesa, no físicamente, y luego se venía abajo y era todo cariño y afecto. Hizo cosas muy buenas por Hermandades del Trabajo. No teníamos sede y se lo dijimos. Nos preguntó que qué se nos ocurría y le pedimos organizar la tómbola que hacía Cáritas y llegamos a un acuerdo. Hermandades explotaba la tómbola y se le aseguraba a Cáritas lo que sacaba cada año. Pues en el primer año compramos la casa de Horno de Cristo.

-¿De todo lo que se está recordando en este año del trabajo de fray Albino hay algo que se esté quedando atrás?

-Creo que hace falta, y lo vengo pleiteando desde años, reconstruir su labor doctrinal. Se habla mucho de su labor social, de su reconstrucción de la Diócesis, pero del hombre intelectual y de profundidad teológica se habla poco. Hay que tener en cuenta que antes de ser obispo la orden le había dado los dos grados mayores que hay en nuestras constituciones, que son predicador general y maestro en Sagrada Teología. Fue muchos años director de la revista La ciencia tomisma y durante su episcopado en Tenerife, que fue más tranquilo, se dedicó a escribir y publicó muchos libros. Como predicador se recuerda en Córdoba que entonces venía mucho a San Nicolás y la calle y los alrededores se llenaban de gente porque atraía mucho. Esto le pasaba por toda España. Dominaba cuatro o cinco idiomas y tenía muchos contactos en Europa porque había estudiado en Francia y en Bélgica Doctrina Social de la Iglesia. Fue durante muchos años presidente de la Semana Social en España, algo que estaba desaparecido desde la guerra.

-De fray Albino ha quedado su cercanía con la gente. Se cuenta que por sorpresa aparecía en cualquier parte de la ciudad, sobre todo en sus barriadas, y se ponía a hablar con la gente.

-Él iba todos los días después de comer a pasear a San Antonio y algunos días lo hacía por otros sitios. He escuchado que quien le ayudó mucho a conocer la pobreza fue don Juan Font. Este hombre se metía por los chozos, por las casuchas que había en el muro del río. En sus últimos años, sí he conocido que estaban tan tranquilos en su casa y aparecía el obispo y les pedía que las cuidaran, que un día serían suyas, que aprovecharan el patio, en lo que él tenía mucho interés. Era cercano a más no poder. Lo de ser seco y adusto sería de alguien a quien le echaría alguna bronca y se ha dedicado a divulgar lo negativo en vez de lo positivo.

-¿Eran normales en la Iglesia española de la época inquietudes sociales como las que tenía fray Albino?

-Hombre, en teoría sí; en acciones, no. Recuerdo que poco después tuve una polémica en Écija con motivo de unas conferencias que di. Fueron al cardenal Bueno Monreal a acusarme de comunista, que era algo que entonces, y aún ahora, se utiliza mucho. Me llamó el cardenal para preguntarme qué era lo que estaba haciendo y le dije que era un comentario a su carta pastoral sobre la reforma de la agricultura. "Quédate tranquilo, no les hagas caso", me dijo. Los movimientos apostólicos sociales vamos a trancas y barrancas, con dificultades, porque no se les considera bien. Por parte de la jerarquía hay de todo.

-¿Qué papel cumplían Hermandades del Trabajo?

-Hubo una época en que, queriéndolo o no, vinieron a ser el cauce de la acción social de la Iglesia. Siempre ha existido la labor meritoria de Cáritas y la de Manos Unidas, más universal. Pero aquí el mundo del trabajo seguía padeciendo muchas lacras. Hermandades surgieron a la vez que la HOAC, pero con dos dimensiones no distintas sino complementarias. La HOAC iba más por la formación de los dirigentes, por la reivindicación social, por la presencia en los foros. Hermandades, sin olvidar eso, intentó darle sentido a su definición más de movimiento apostólico social. No sólo la teoría sino también la creación de obras y servicios que si bien no podían solucionar si al menos paliaran las carencias del mundo del trabajo. Y ahí seguimos. Lo que pasa es que cuando empezamos había que hacer comedores sociales y tómbolas para sacar dinero para hacer viviendas, y conforme la sociedad ha ido cubriendo en parte esas necesidades, el mundo del trabajo ha ido prosperando, hemos ido derivando a otras actividades. Ahora, la labor principal es la formación profesional. Entendemos que esta carencia es la que más castiga al mundo del trabajo y hacemos lo que podemos. Hemos convertido la casa de Rodríguez Sánchez en talleres. La Consejería de Empleo nos ha homologado y nos dan fondos con cuentagotas para cursos que están teniendo gran aceptación. Estamos consiguiendo una inserción laboral en algunos cursos superior al 80% y en el resto no bajamos nunca del 60%.

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