Cómics

Alma de blues

  • Tras una impecable fachada de amoroso y solícito padre de familia se escondía un pasado al que se vería abocado a regresar…

Ilustración de portada.

Ilustración de portada.

La existencia de Barry Brown era casi perfecta, tenía una mujer a la que amaba, tres niños con los que se divertía jugando al basket en el patio y un trabajo en el que todos le miraban bien.

Pero cada vez que alguien nombraba o recordaba ciertos hechos acaecidos tiempo atrás, el buenazo de Barry se ponía algo tenso, incómodo.

Y es que la historia del 'Asesino del Blues', Larry Jackson, pasaba de boca en boca, hasta llegar irremediablemente hasta su propio hogar, donde como podía, evitaba hablar de tan oscuro suceso que conmovió a la ciudad de Chicago cuando un exitoso guitarrista de blues, admirado por todos, asesinó a sangre fría a su pareja y al joven que se había convertido en su amante.

Aquel crimen que copó todas las noticias, parecía sacado de una de esas canciones que el propio artista extraía de las cuerdas de su guitarra. Desconfianza, celos, violencia y, finalmente, crimen. Las vidas de los bluseros se movían en espacios desconocidos para la mayoría de los parroquianos, entre copas de bourbon, sombras y excesos de todo tipo.

Sin embargo, Barry vuelve la mirada, evitando todo comentario al respecto. Lo malo es que en su trayecto como conductor de autobús se va a cruzar con un pasajero que lo obligará, bajo chantaje, a vestir el traje de la mentira y regresar a la noche, esas horas que no parecen acabar, y volver a sumergirse, junto a su añorada acompañante de seis cuerdas, en el mundo del jazz y el blues, con todo lo que ello conllevará, ya que en su primera noche en el club su mirada se cruzará, cómo no, con la de una bella y magnética cantante, Gina. La locura hecha hembra, un laberinto de carnosas curvas y rayas de coca que harán que Barry regrese al pellejo de aquel al que quiso olvidar…

Raúl Ariño, al que la mayoría conocemos por su faceta más humorística, ya que su personaje Pablo Arkada, creado junto Oriol Jardí, nos ha hecho asomar más de una sonrisa desde las páginas de la revista El Jueves.

Pero en este su primer trabajo como autor completo para el mercado francés cambia de tercio, tanto argumentalmente como estilísticamente. A ritmo del blues más desgarrador nos presenta a una serie de personajes que parecen sacados de una de esos temas musicales: El guitarrista atormentado por su pasado, el productor que mueve los hilos, la curvilínea femme fatal…

Todos y cada uno de ellos forman parte de una historia en la que la redención tal vez no llegue nunca, ¿quién sabe? Tan solo lo sabremos cuando las últimas notas de este amargo blues surjan de la guitarra.

El arte de Ariño es soberbio, muy personal, alejado de todo realismo, sus grises aguadas nos presentan la vida cotidiana de Brown, viñetas que se tornarán en coloridas páginas una vez regrese, obligado, a ese mundo que él ha tratado de olvidar, pero que lo atrae como un imán al hierro.

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