Música

El paradójico, fascinante y desconcertante universo de Vangelis

  • El músico, fallecido esta semana, fue tan experimental como comercial, tan popular como minoritario

Rutger Hauer, en 'Blade Runner', la mejor película a la que puso música Vangelis.

Rutger Hauer, en 'Blade Runner', la mejor película a la que puso música Vangelis. / D. S.

La primera vez que los aficionados a la música de cine oyeron a Vangelis, fallecido por Covid a los 79 años, fue en los elepés de las bandas sonoras de los documentales El apocalipsis de los animales (1972), La fiesta salvaje (1976) y Ópera salvaje (1979) dirigidos por Frederic Rossif, prestigioso documentalista que siempre prestó gran atención a la música (sus anteriores El tiempo del gueto y Morir en Madrid tuvieron música de un joven Maurice Jarre aún no consagrado internacionalmente por Lawrence de Arabia). Era la de Vangelis una música muy original, en parte nueva por mezclar música electrónica e instrumentos convencionales, y en parte amable y comercial hasta el punto de que algunos de sus temas se hicieron muy populares utilizados como sintonías radiofónicas y televisivas, caso de La petite fille de la mer de El apocalipsis de los animales, cuyo elepé fue el primer éxito discográfico en solitario de Vangelis. Eran tan sorprendentes como la más arriesgada y electrónica de La fiesta salvaje cuya edición discográfica en elepé sólo incluía dos temas de inusual duración: 18:25 y 20:31 minutos. Rossif –con quien seguiría colaborando hasta el último título del director, De Nuremberg a Nuremberg (1989)– le presentó a su amigo y colaborador François Reichenbach para quien compuso la música de la experimental ¿No oyes ladrar a los perros? (1975) basada en un texto de Juan Rulfo, que Vangelis editó dos años más tarde en el álbum que tituló Ignacio conservando el nombre de la película en los dos únicos y extensos temas –20:42 y 17:45 minutos– que incluía el disco y en los que llevaba más lejos su experimentalismo.

Imposible clasificar estas bandas sonoras que pendulaban entre la música electrónica experimental, la música de ambiente más convencional, la música de relajación, lo que después se llamaría New Age, el pop con toques jazzísticos, el rock progresivo, algún aire mediterráneo de su Grecia natal... A ratos elegante y evocadora, a ratos comercial, a ratos experimental. Más allá de la pionera Planeta prohibido (Wilcox, 1956) con partitura electrónica de Louis y Bebé Barron o el experimentalismo de los fondos creados por Giovanni Fusco y Vittorio Gelmetti para Desierto rojo (Antonioni, 1964) la música electrónica y los sintetizadores triunfaban en el cine desde La naranja mecánica (1971) que Walter Carlos creó para Kubrick interpretando con sintetizadores músicas de Purcell, Beethoven y Rossini. En 1973 un Jean Michel Jarre que aún no se había convertido en éxito internacional con Oxygène compuso con sintetizadores la muy interesante banda sonora de Las granjas ardientes (Chapot). Vangelis, tras sus inicios con Rossif y Reichenbach, sería uno de los reyes de las bandas sonoras con sintetizadores a partir de los 70 compartiendo pódium con Giorgio Moroder (que más del lado de la música disco electrónica y bailonga estalla en 1978 con El expreso de medianoche de Parker y American Gigolo de Schrader) o con el más experimental grupo alemán Tangerine Dream (que se da a conocer en cine con Sorcerer de Friedkin en 1977).

Vangelis, en 2001. Vangelis, en 2001.

Vangelis, en 2001. / Simela Pantzartzi

Vangelis les ganó cuando, tras su decisivo encuentro con la innovación tecnológica del sintetizador Yamaha CS-80 lanzado en 1977, pegó el pelotazo de la banda sonora de Carros de fuego (Hudson, 1981) que le valió el Oscar y cuyo tema principal se hizo tan famoso, fue tan imitado, se utilizó en tantas parodias, que en la hora de su muerte ha adquirido un lógico pero injusto protagonismo. Quedará para siempre en la historia de la música de cine no gracias a este éxito (porque la película, simpática en su día, no ha envejecido demasiado bien), sino a haber compuesto la banda sonora de Blade Runner (Scott, 1982) un año más tarde. Banda sonora, por cierto, de atormentada historia discográfica. Pese al éxito de la película las broncas entre Scott y Vangelis, con productora y discográfica de por medio, hizo que en una desafortunada operación se lanzara una falsa banda sonora interpretada por la New American Orchestra… ¡reescribiendo para una formación convencional la música electrónica! Hasta 1994 no se editaría la banda sonora real. Por esta película estará para siempre en la historia del mejor y más influyente cine. El resto de su filmografía es desigual, desde las interesantes Missing (Costa Gavras, 1982) o Lunas de hiel (Polanski, 1992) a la tan espectacular como facilona 1492: la conquista del paraíso (Scott, 1992) o la fallida Alejandro Magno (Stone, 2004).

Pegó el pelotazo con ‘Carros de fuego’, una película que no ha envejecido bien

Solo se puede comprender el paradójico universo experimental y comercial, raro y facilón, minoritario y popular de Vangelis sabiendo que quienes lo descubrieron en 1981 con el éxito de Carros de fuego ignoraban que ya lo habían oído antes sin saberlo. Porque la larga y sorprendente trayectoria musical de este músico griego lo llevó del pop-rock psicodélico del en su día muy famoso grupo Afrodite’s Child –un semillero porque él era el teclista y su primo Demis Roussos el bajo y la voz– del que quienes peinen canas o nada recordarán los elepés End of the World (1968) y It’s Five o’Clock (1969), a los que debe añadirse el doble álbum 666. The Apocallypse of John (1972), en el que colaboró la gran actriz Irene Papas (con la que después grabaria Odas y Rapsodias), considerado pionero del rock sinfónico y de los álbumes conceptuales. Tras ello, estableciéndose en Francia, se dedicó a la creación de obras conceptuales en las que se fue adentrando en la experimentación electrónica, con creaciones de gran interés como Hypothesis (1971) o Fais que ton rêve soit plus long que la nuit (1972), prolongando esta línea creativa, para él más interesante que la del cine en el que nunca se quiso encasillar aunque le debiera su popularidad, hasta Rosetta en 2016. Solo así, uniendo rock psicodélico, fusión de jazz y rock con música griega y todo con los sintetizadores se puede entender el paradójico, fascinante y un punto desconcertante universo de Vangelis.

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