Crítica de Cine

El nudo de la memoria

Una imagen de la película.

Una imagen de la película.

Superado su ortopédico prólogo gallego, que parece responder a los peajes de la coproducción antes que a una estrategia narrativa necesaria, Migas de pan, cuarto largometraje de Manane Rodríguez (Los pasos perdidos, Un cuento para Olivia), viaja al Uruguay de 1975 para dar cuenta de la persecución, la represión, la tortura, las vejaciones y el encarcelamiento de un puñado de jóvenes mujeres políticamente activas durante los años más oscuros de la larga dictadura de Stroessner. Reconocerá el espectador cinéfilo una fórmula dramática de larga tradición en el vecino cine argentino, en su descenso a los sótanos del horror y la deshumanización, aunque Rodríguez busque no mantener el plano ante la crueldad explícita más tiempo del justo y necesario.

Migas de pan se enfrenta entonces a su principal reto, que sin duda tendrá más calado entre el público uruguayo que en cualquier otro país: dar cuenta de un relato no contado ni expiado desde la perspectiva de las mujeres sin caer en la explotación de la violencia o el maniqueísmo de represores y reprimidos en un contexto sin leyes ni justicia. Y lo logra al menos pasado el calvario de los abusos y las violaciones, en el largo tramo que transcurre en el penal, donde las rutinas, la camaradería femenina, el sentido de la dignidad y la lealtad se reafirman sin demasiadas estridencias, dando paso al verdadero tema de la película que, ahora sí, encuentra su eco natural en el presente: la necesidad de que los hijos amnésicos del nuevo país conozcan, sepan y no olviden, que la verdad aún impune se imponga a la vergüenza, que la historia sea al fin reescrita por las víctimas.

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