'Nosotros' | Crítica

El retorno de los dobles perversos

Lupita Nyong'o, en 'Nosotros'.

Lupita Nyong'o, en 'Nosotros'.

La aclamada y premiada Déjame salir me dejó más bien frío y con la sospecha de haber asistido a un inteligente y estiloso ejercicio de astucia oportunista, aunque reconociéndole sus méritos tratándose la primera película de un ex actor (más bien mediocre) de comedia. Nosotros me ha interesado mucho más. Hay más terror del bueno y menos discurso. O un discurso algo más matizadamente expresado a través del terror. Lo sepa o no Peele, este intento de dar una dimensión política y social al cine de terror no es nueva: la pantalla demoníaca del expresionismo alemán dio forma simbólica a los terrores inmediatamente anteriores (Primera Guerra Mundial) y anunció los inmediatamente posteriores (nazismo) en el proceso que Kracauer definió en su famoso libro como un viaje de Caligari a Hitler. Lo que seguro que Peele no ignora es la ciencia ficción americana de los años 50; y lo que hace en esta película podría entenderse como una versión afroamericana de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) o Llegó del más allá (1953). Si en aquellas películas con los enemigos entre nosotros –o los que parecen iguales a nosotros pero son unos seres malignos que quieren destruirnos y suplantarnos– se expresaba la paranoia anticomunista, en esta son los miedos, fobias, obsesiones o irracionalidades que afectan a la América de hoy en la era Trump (o que, más bien, han hecho posible que Trump sea presidente) con la xenofobia y quizás aún más el miedo a los otros o trastorno de ansiedad social en primer lugar.

El instrumento del que se sirve inteligentemente –porque es un filón del terror no tan popular- son los doppelgänger o dobles malignos que representan una versión perversa de las personas que replican y a las que intentan destruir, como sucede con el monje Medardo de Los elixires del Diablo de Hoffman, como si Mr. Hyde se presentara ante el Dr. Jeckyll e intentara matarlo o, por poner un ejemplo más reciente, como el escritor desdoblado de La mitad oscura de Stephen King. Las víctimas de los doppelgänger en esta película son los miembros de una acomodada familia afroamericana que ve sus vacaciones convertidas en una pesadilla a causa de la aparición de sus dobles perversos.

Esta película es más madura, más rica en matices, más efectiva en su dimensión terrorífica y un poco, solo un poco, más sutil en su simbología política hasta que comete el error de verbalizar lo que solo debería sugerirse. Peele logra momentos de terror a través de indicios y sugestiones, lo que siempre es preferible a los efectos y sobresaltos. No renuncia a los segundos, pero logra asustar de verdad con los primeros. Y esto es siempre un mérito en este género. También afina algo más en su proyecto de utilizar el cine de género con vocación de grandes audiencias para crear un discurso paralelo con carga de denuncia. Si bien, como ya se ha dicho, termina haciendo demasiado evidente lo que sería más útil que sugiriera. Su recurso al humor requeriría menos brocha gorda. Y debería cuidar su tendencia al esteticismo posmoderno (no es casual que recurra a Mike Gioulakis, director de fotografía de Shyamalan) y las citas cinéfilas.

Espléndida interpretación de la ascendente estrella afroamericana Lupita Nyong’o, que administra sabiamente su carrera entre superproducciones de evasión (las últimas entregas de la saga Star Wars) y las obras reivindicativas (12 años de esclavitud, La reina de Katwe) con (caso de esta película y de Black Panther) las que se sitúan entre ambas.

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