Crítica 'Trumbo'

En el negro corazón de la Caza de Brujas

trumbo. Biopic/drama, EEUU, 2015, 124 min. Dirección: Jay Roach. Guión: John McNamara. Fotografía: Jim Denault. Música: Theodore Shapiro. Intérpretes: Bryan Cranston, Diane Lane, Helen Mirren, John Goodman, Elle Fanning, Louis C.K..

Dalton Trumbo (1905-1976) fue uno de los grandes guionistas del cine americano en transición de la edad de oro de los Estudios al brillante Hollywood moderno en el que la producción independiente emergente y los Estudios en crisis se necesitaban mutuamente y en el que convivieron los maestros iniciados en el mudo o principios del sonoro (Ford, Hitchcock, Hawks, Wyler), los de los 40 (Huston, Wilder, Ray, Mann, Preminger, Mankiewicz) y los nuevos realizadores de los 50 (Fuller, Kubrick, Edwards, Kazan). Trumbo, que debutó en 1936, marcó esa época con sus guiones para 30 segundos sobre Tokyo (1944), El demonio de las armas (Lewis), El merodeador (Losey), Vacaciones en Roma (Wyler), El bravo (1956), Cowboy (Daves), Espartaco y Éxodo (1960), Los valientes andan solos (1962) o Castillos en la arena (Minnelli, 1965).

Logró el Oscar en 1953 y 1956, por Vacaciones en Roma y El bravo. Pero el primero no pudo serle entregado oficialmente hasta 1975 y el segundo lo recogió póstumamente su hijo en 1995. Los había firmado con seudónimos porque había sido incluido en la lista negra durante la Caza de Brujas llevada a cabo por Gobierno de Estados Unidos bajo el impulso del senador McCarthy entre 1949 y 1954 (aunque con efectos hasta 1960). La Guerra Fría en su cumbre (experimentos atómicos de la URSS, subida al poder de Mao, guerra de Corea) aconsejaba la prudencia con las actividades de los comunistas americanos. Pero el Gobierno y McCarthy fueron mucho más allá, desencadenando, apoyados por la prensa sensacionalista y algunos columnistas de enorme influencia como Edda Hooper, un histerismo de masas que se cebó especialmente con los intelectuales y sobre todo con Hollywood.

McCarthy alentó una oleada de sospecha y odio contra los profesionales del cine que no quisieron colaborar con el Comité de Actividades Antiamericanas, confesando su adscripción al comunismo y delatando a sus compañeros. Unos pocos fueron encarcelados y todos despedidos. Trumbo, como el director Dmytryck, cayó en la primera oleada -la llamada Los Diez de Hollywood-, siendo encarcelado durante un año y exiliándose después a México escribiendo guiones bajo seudónimo. Tras él fueron víctimas Chaplin, Miller, Welles, Losey o Dassin. Hubo una fuerte contestación en Hollywood, representada por la célebre marcha sobre Washington encabezada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall.

El triste y traumático episodio sería una broma en la Europa de Mussolini, Lenin, Hitler, Stalin o Franco. Orson Welles lo definió con cinismo genial: "Lo que más me asquea es que delatan a sus compañeros, no para salvar sus vidas, sino sus piscinas". Pero en la ininterrumpida democracia americana produjo una profunda herida porque ponía en cuestión sus propios fundamentos, tanto por invertir la carga de la prueba (debían demostrar que no eran comunistas) como por atentar contra la libertad de pensamiento, expresión y creación.

De esto, a través de la figura de Trumbo, trata esta buena película, tal vez algo plana a causa de las limitaciones del todoterreno director Jay Roach (autor de comedias divertidas pero poco finas, como las dos entregas de Austin Powers, Los padres de ella y Los padre de él), pero respetuosa con los hechos, bien ambientada y sobre todo magníficamente interpretada por Bryan Cranston y un gran reparto que elude el peligro del museo de cera (aparecen lógicamente muchas celebridades de la época) y del que sobresale un muy buen John Goodman como el productor de serie B Frank King (al que mi generación le debe Gorgo) y una espléndida Helen Mirren interpretando a la viperina Edda Hooper. Los actores le dan la dimensión humana y trágica que el director no alcanza. Hay escenas de repeluco biopic referidas a momentos míticos, como el estreno de Espartaco (¡qué emoción cuando suena Alex North sobre los títulos de crédito de Saul Bass!) mientras en la calle protestan los macartistas.

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