Crítica de Cine

45 minutos espléndidos… y poco más

Sunny Pawar, en una escena de 'Lion'.

Sunny Pawar, en una escena de 'Lion'.

Durante 45 minutos Lion es una demostración de sabiduría cinematográfica en respeto al sufrimiento: muy buen cine, del mejor, que cuenta una historia real y desgarradora con extrema sobriedad -casi sin diálogos ni fondos musicales-, evitando cuidadosamente incurrir en la explotación sentimental de las desventuras de un niño indio que, al dormirse en un tren vacío y parado en una vía de la pequeña estación de su aldea, aparece en Calcuta, a 1.600 kilómetros de su mísera pero querida familia. En la gran ciudad es uno más de los miles de niños que, además de sobrevivir al hambre y la intemperie, ha de huir de los abusadores, secuestradores y explotadores. La contención de Garth Davis, realizador australiano debutante en cine pero premiado por la serie televisiva Top of the Lake en cuya dirección se alternó con Jane Campion, es la clave de la sincera y honda emoción -insisto: nunca sentimentaloide- de este soberbio trozo de gran cine exclusivamente basado en la fuerza de las imágenes y en la prodigiosa interpretación del pequeño Sunny Pawar.

Tras un breve intermedio -el niño es adoptado por una acomodada familia australiana- el resto de la película es una historia de búsqueda -han pasado 20 años y al joven adoptado (Dev Patel) le atormenta el recuerdo de su familia- y un melodrama -su madre adoptiva (Nicole Kidman) ha de aceptar que esta búsqueda, si llega a realizarse, la aleje de quien para ella es su hijo-. Todo correctamente rodado, bien interpretado por Patel y muy bien por Kidman. Pero muy por debajo de la primera parte. Además hay un error de guión: la indecisión y tortura del joven sobre qué hacer dura demasiado y la película tiene un bache hasta que en su última media hora, a partir de la localización de su aldea a través de Google Earth, parece que va a remontar el vuelo... Pero no. Cae pronto y tras unos minutos emocionantes todo se precipita -contradiciendo espectacularmente la primera parte, como si fueran dos películas distintas dirigidas por personalidades opuestas- hacia el reality televisivo de búsquedas y reencuentros con la cámara dando vueltas en torno a los lacrimosos abrazos. La inclusión final de imágenes reales agrava este error derivando la película hacia el universo Paco Lobatón.

Sean las estrellas sólo y exclusivamente para la primera parte de gran cine.

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