Cultura

Aquí huele a muerto

Decía Enrique Jardiel Poncela que el público es “femenino y estúpido”. Viendo algunas películas (la mayoría) de la Sección Oficial a concurso del 14º Festival de Cine Español clausurado ayer, uno se pregunta qué pensarán del público sus realizadores, sus guionistas (demasiadas veces han sido el mismo, cuando ya se sabe que lo que necesita un buen guión son muchas manos y más cabezas), sus productores y los responsables de la selección de estos filmes para el certamen malagueño.

Yo, Pablo Bujalance, periodista, tengo 34 años, estoy casado y tengo una hija, tengo un trabajo normal, un sueldo normal y una casa normal. Mis aficiones no son en absoluto excéntricas y practico costumbres preferentemente sedentarias, aunque me gusta viajar cuando puedo. Y resulta curioso, porque no he percibido que una sola película de cuantas competían estuviera dirigida a un tipo del montón como yo. Ni una sola.

Y lo siento, pero por más que los artífices de una película como Amigos puedan creer que es muy graciosa, a mí no me provocó risa alguna. La relación entre las protagonistas de Hora menos, película grotesca y prescindible donde las haya, no movió en mi ánimo una pizca de ternura, sino todo lo contrario. Nada conmovedor me pareció ver en El hombre de las mariposas, y me abría ido de la sala muy a gusto a la mitad del metraje si mi oficio y mi compromiso como jurado de la crítica no me hubiesen exigido lo contrario. Más aún, Cinco metros cuadrados me pareció innecesaria, previsible, mal contada y peor resuelta, llena de un supuesto empeño en retratar la traducción de la crisis económica y la burbuja inmobiliaria en las tragedias familiares pero cobarde y pacata a la hora de entrar en el verdadero quid del asunto.

En fuera de juego me pareció autocomplaciente y facilona, ¿Para qué sirve un oso? aburrida y pesada, Doentes tendenciosa y caricaturesca cuando no debía y Open 24 h tan pretenciosa como vacía. Tan sólo he visto algunos valores cinematográficos en Arriya (La piedra), Catalunya über alles! y Crebinsky, pero tampoco éstas tienen nada que ver conmigo, ni, me imagino, e insisto, con alguien como yo. La única conclusión a la que se puede llegar, después de admitir que los valores más prometedores del cine español actual dirigen sus esfuerzos e ideas al documental (Isaki Lacuesta lo ha demostrado este año con creces, por si había alguna duda), es que aquí huele a muerto.

Que una Sección Oficial como la que acabamos de ver no puede sostener un festival como el de Málaga. Quizá otro, pero no el de Málaga, al menos tal y como está pintado en el mapa anual de festivales. Así que toca, con urgencia, pararse a pensar qué demonios pasa, porque depender de la alfombra roja y de los homenajes para salir en los medios nacionales es tan peligroso como traicionero. Hay que revisar los criterios de selección, hay que ser más ambiciosos y sentarse a discutir con todas las productoras (no sólo las que van a dar el sí con seguridad) y hay que dedicar un momento a definir al público: ¿Quién va a pagar en taquilla para ver estas películas? ¿O es que se trata de abrir el mercado de una vez en internet? Será eso.

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