Crítica 'El hombre perfecto'

El gran cine negro francés no ha muerto

el hombre perfecto. Thriller, Francia, 2015, 97 min. Dirección: Yann Gozlan. Guión: Yann Gozlan, Guillaume Lemans, Grégoire Vigneron. Fotografía: Antoine Roch. Música: Cyrille Aufort. Intérpretes: Pierre Niney, Ana Girardot, Ludovic Berthillot, Valeria Cavalli, Marc Barbé.

Una frase de Stephen King -"Escribe 2.500 caracteres cada día"- preside el escritorio de Mathieu, un joven que intenta en vano convertirse en escritor. Se gana la vida en un negocio familiar de mudanzas mientras su segunda novela apenas progresa en el ordenador y todas las editoriales rechazan la primera. Pero he aquí que, en una mudanza, da con el manuscrito de un diario de la guerra de Argelia escrito por un solitario anciano que acaba de morir. Y Mathieu da el peligroso salto de la orilla de convertirse en escritor escribiendo a la de ser considerado escritor tras haber robado la obra de otro. Si su aspiración era ser un escritor, no lo logra porque, aunque la publique con éxito bajo su nombre, él sabe que no lo es. Y su sueño no era fingir que es un escritor, sino serlo. El empujón de la magnífica acogida de la impostura literaria -todos esperan la nueva novela de este talento recién nacido a las letras francesas- no logra despertar la inspiración que nunca ha tenido. Poco a poco la tensión entre la verdad de su carencia de talento y la mentira de su éxito le introducirán en un laberinto sin salida cuando firme un sustancioso contrato a cuenta de su próxima novela.

Construida sobre el famoso vértigo de la página en blanco y de los desesperados intentos de un estafador para sobrevivir a su mentira, sobre la que además de su éxito ha construido su vida con una rica heredera, el tenso suspense de esta película descansa sobre lo más difícil de falsificarse: el talento, la imaginación, la creatividad, el dominio del lenguaje. Un suspense que alcanza su cumbre cuando un ex combatiente de Argel... Y cuando un ex novio... Más vale dejarlo aquí.

Tras su buen debut con Captifs, el joven director y guionista Yann Gozlan demuestra un talento superior para el cine de suspense. En el que se trenzan influencias de Clouzot, Clement o Polanski por el lado cinematográfico y de Patricia Highsmith o Ruth Rendell por el literario. Porque es un suspense humanizado, lleno de detalles de gran riqueza (el vaciamiento de la casa del anciano, una vida entera metida en grandes bolsas negras de basura), en el que se inserta una honda reflexión sobre la creación (inteligentísima la alusión a Romain Gary, que se burló de la crítica publicando bajo seudónimo una novela aclamada por quienes habitualmente le criticaban considerándolo un autor acabado) y, desde luego, un angustioso estudio del pánico del mentiroso -y su desesperada huida hacia delante- a ser descubierto. En sus mejores momentos, que son muchos, la película se vive, más que se ve, como una angustiosa pesadilla.

Un valor añadido: en su primer tercio, casi al modo de Antonioni, se establece un breve pero contundente discurso sobre lo desacogedor e impersonal de las modernas arquitecturas que han convertido las ciudades en desiertos verticales de bloques de pisos todos iguales entre sí en todas partes. Mientras que, estableciendo un brusco contraste entre la vida gris del fracasado frente a la brillante del triunfador, la mayor parte de su metraje se desarrolla en una suntuosa villa de la Costa Azul. Otro detalle Highsmith/Clement/Delon. Por eso tal vez no sea casual que Pierre Niney, el estupendo intérprete, tenga un aire entre Farley Granger y Delon.

El hombre perfecto nos trae una muy buena noticia: el mejor cine negro francés, ese que nació en los años 30 influyendo al cine negro americano para después reinventarse en los años 50 por influencia del cine negro americano que él a su vez había influenciado, no ha muerto. Una película no da para tanto, pero ¿y si Carné, Clouzot, Becker, Melville, Verneuil, Clement, Malle, Giovanni o Chabrol tuvieran un heredero?

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