Quiero comerme tu páncreas | Crítica

Entre el dolor y la cursilería

Una imagen del anime 'Quiero comerme tu páncreas'.

Una imagen del anime 'Quiero comerme tu páncreas'.

Ha quedado sobradamente demostrado que el anime sobre y para adolescentes no le teme a los temas serios, profundos y dramáticos, que suelen funcionar como resortes para la emoción y el camino de aprendizaje vital de sus protagonistas en plena edad del pavo o de la crisis de identidad.

Es el caso de esta Quiero comerme tu páncreas de Shin'ichirô Ushijima que adapta la novela gráfica homónima de Yoru Sumino para desplegar su paleta de colores pastel y sus atmósferas lumínicas a lo Makoto Shinkai (Your name) en el relato de una muerte juvenil anunciada como catalizador de una relación de amistad y enamoramiento que sirve como gesto de aceptación vital y terapia de despedida al tiempo que proceso de apertura y despertar desde el carácter introvertido y solitario de su protagonista masculino.

Entre cerezos en flor, fuegos artificiales al atardecer y citas explícitas al mono no aware, este sheisun-eiga animado se mueve entre los gestos de lo cotidiano, la castidad romántica autorizada, el trazo limpio y minimalista del dibujo artesanal y una cierta tendencia al vuelo y la escapada lírica que, en ocasiones, roza la inevitable cursilería.