El cocinero de los últimos deseos | Crítica

El sushi de la memoria

Avalada por el Oscar al mejor filme de habla no inglesa para Despedidas (2008), la nueva película de Yojiro Takita que llega a la cartelera española adapta la novela de Keiichi Tanaka para seguir por el mismo camino folletinesco, melodramático, relamido y conservador de su predecesora en la exaltación de los buenos sentimientos, los valores familiares y la redención personal a través del trabajo creativo y la prolongación de la tradición.

Cambiamos aquí la música por la alta cocina en una historia en dos tiempos que alterna un presente en busca de respuestas para un joven y prestigioso chef en plena crisis y un pasado en la siempre conflictiva Manchuria de los años 30, territorio de litigio histórico entre Japón y China en el que se encontrarán todas las respuestas en una receta argumental que incluye conspiraciones político-diplomáticas y una trama de cocina exquisita dispuesta a estimular las papilas de la memoria y desentrañar los traumas de la infancia.

El cocinero de los últimos deseos fluctúa así entre el clasicismo narrativo teledirigido y enfático y un mensaje de preservación de esencias (culinarias, humanistas, sentimentales) que parece indicado para un espectador de sobremesa televisivo, un amante del exotismo oriental de corte publicitario o un foodie de nuevo cuño con predilección por el sushi con mucha salsa de soja.