Durante la tormenta | Crítica

¿Dónde estabas en el 89?

Adriana Ugarte en una imagen de 'Durante la tormenta', de Oriol Paulo.

Adriana Ugarte en una imagen de 'Durante la tormenta', de Oriol Paulo.

Pues no, no es esta la primera película industrial española de la temporada con viaje fantástico en el tiempo, enigmas y crímenes por resolver entre un periodo y otro y una estructura narrativa endiablada con tendencia al trile y el disparate.

Tras El aviso, de Daniel Calparsoro, Durante la tormenta, tercer largometraje de Oriol Paulo, se suma a la dinámica de género sin huellas locales para prolongar esa querencia por el doble salto mortal con tirabuzón ya confirmada con El cuerpo y Contratiempo, thrillers de diseño y empaquetado de importación que demostraban tanto arrojo visual en la puesta en escena como una alarmante fragilidad e incluso puerilidad a la hora de desarrollar sus enrevesados artilugios argumentales.

Llevada al extremo de la suspensión de la credibilidad y el espejismo constante, Durante la tormenta propone a su espectador modelo un viaje entre tiempos (el 1989 de la caída del Muro y los televisores cuadrados y un presente de casas y barrios residenciales impersonales) para intentar conciliar la resolución de un crimen, recomponer una maternidad truncada en el bucle cuántico y proponer incluso un romance intergeneracional en el que la sufrida Adriana Ugarte y el guaperas de Chino Darín juegan al ratón y el gato desde sus perspectivas del relato. 

Sostenida por el frágil hilo de la fe ciega en la propia pirueta, más discursiva y parlanchina de lo que pudiera esperarse de un depalmiano confeso como Paulo, la película lucha siempre contra su propio artificio y sus deseos de cuadrarlo impulsada por el temporizador de la música de Velázquez, el innegable sentido del ritmo y la ilimitada capacidad de sorpresa, casi siempre más efectista que efectiva.