Perfumes | Crítica

El aroma de la Devos

Emmanuelle Devos, en una imagen del filme.

Emmanuelle Devos, en una imagen del filme.

No recuerdo ninguna película con Emmanuelle Devos que esté mal, o al menos ninguna en la que su presencia no le haga ya merecer mínimamente la pena. Una actriz no especialmente guapa, ni siquiera cuando era más joven y la descubrimos en las primeras películas de Desplechin, Audiard, García, Fillières o Carrère, y que desprende ahora, a su madurez, esa solidez y ese control físico y emocional que hace de cada nuevo personaje una garantía de humanidad y verdad no al alcance de cualquier actriz.

Es el caso de esta Perfumes que, sin ser especialmente original o brillante, se deja ver con bastante agrado gracias a su presencia, incluso cuando su personaje, una perfumista solitaria, seca, algo engreída y en plena crisis profesional, no llama precisamente a la empatía. Pero es precisamente en el juego de opuestos con el chófer que interpreta Grégory Montel, un padre en plena separación que lucha a duras penas por salir adelante a los ojos de su hija, donde este filme de Grégory Magne (L’air de rien) se construye como cuento realista sobre las segundas oportunidades y el eterno aprendizaje como lecciones de vida para superar obstáculos cotidianos o, incluso, encontrar nuevas vocaciones.

En la relación on the road entre la perfumista y su chófer se fragua así, de hotel en hotel, de visita en visita, una amistad en principio imposible y la principal moraleja de una película amable, hasta cierto punto elegante en sus formas, siempre en un tono discreto y ligero, de la que, a la postre, se sale reconfortado y con media sonrisa en este inicio de año incluso a sabiendas de sus peajes y pequeñas trampas.