Pan de limón con semillas de amapola | Crítica

Zambrano resuelve mediterráneamente

Varias generaciones de mujeres en una escena del filme de Zambrano.

Varias generaciones de mujeres en una escena del filme de Zambrano.

Sólo los que tuvieran en demasiada alta estima a Benito Zambrano podrán realmente sentirse decepcionados o excusarlo en el trabajo de encargo ante su nueva película, desde luego la peor de las suyas, un filme en el que, al fin y al cabo, sigue haciendo lo de siempre, que no es otra cosa que ilustrar guiones propios o ajenos, mejores (Intemperie) o peores, con eso que algunos llamarían funcionalidad y otros mera solvencia funcionarial, y siempre, eso sí, desde ese compromiso con los temas de la agenda progre del momento, aquí un feminismo de novela fácil o revista de tendencias.

Adaptación del best-seller de Cristina Campos, Pan de limón tarda lo suyo en arrancar, con un prólogo africano de decorado limpio y huerfanitos negros que causa cierta vergüenza ajena, para ir al meollo de su trama, una historia de sororidad, melodrama de folletín de sobremesa y reinicios vitales que tiene a dos hermanas, interpretadas en modo teleserie por Elia Galera y Eva Martín, como protagonistas de un reencuentro con herencia, revelaciones familiares, recetario de cocina tradicional, impugnación del machirulado, paso de testigo generacional y enfermedad de por medio. Una bomba dramática que Zambrano filma como si de un anuncio caro de cerveza Estrella Damm se tratara entre tonalidades ambarinas, estampas baleares de film commission y una clara voluntad de solventar la papeleta desde lo dicho antes que desde cualquier idea de puesta en escena.