La familia Bloom | Crítica

La urraca de la esperanza

Naomi Watts y la urraca protagonistas de 'La familia Bloom'.

Naomi Watts y la urraca protagonistas de 'La familia Bloom'.

La historia real de superación en la que se basa esta película australiana contradice el mal agüero que suele acompañar a las urracas. La nuestra, bautizada Penguin por sus tonalidades blancas y negras, llega a la casa de la modélica y surfera familia Bloom justo en el peor momento de sus vidas, cuando la madre (Naomi Watts, también productora) ha quedado parapléjica y en silla de ruedas después de un desafortunado accidente durante unas vacaciones en Tailandia.

La película grita así sus mensajes inspiracionales de optimismo y superación con el obvio juego en paralelo entre la integración del simpático pajarraco (¿digital?) en el seno de la familia y el lento y duro proceso de asimilación y adaptación de esta madre a su nueva condición discapacitada. El guion elude entrar en mayores profundidades o el retrato de personajes para subrayar siempre su mensaje, lo que, a pesar de los hechos reales, resta considerable realismo a una historia destinada a ilustrar sesiones de autoayuda sin entrar en detalles más allá de la lógica deriva melodramática de telefilme entre atardeceres hermosos, músicas suaves y prácticas y terapias deportivas destinadas a la medalla paralímpica.