El caso Villa Caprice | Crítica

Duelo de dinosaurios

Niels Arestrup y Patrick Bruel, duelo de egos e inteligencias en 'El caso Villa Caprice'.

Niels Arestrup y Patrick Bruel, duelo de egos e inteligencias en 'El caso Villa Caprice'.

Hoy los llamarían señoros o pollaviejas, pero los dos protagonistas que se baten a duelo (de poder, ego e inteligencia) en este thriller francés son realmente dos dinosaurios, dos tipos en vías de extinción dispuestos a llevarse a la tumba sus principios y valores, estén estos a un lado o a otro de la moral, la ética profesional o la ley.

De uno, el empresario sin escrúpulos que interpreta Patrick Bruel, rico e intimidante a golpe de éxito y de medrar en su entorno. De otro, el prestigioso e implacable abogado en vías de retiro que interpreta un extraordinario Niels Arestrup (Un profeta), lobo solitario de maneras y gustos exquisitos que aún vive con su anciano padre (Michel Bouquet) y que se hará cargo del caso que implica al primero en una trama de corrupción municipal para comprar los terrenos donde ha construido su espectacular villa en la costa.

Al filme de Bernard Stora no le interesa tanto el enredo judicial y los giros del caso, ni siquiera el apunte sobre las miserias entrelazadas del mundo de la empresa y la política, como la confrontación entre estos dos hombres, su pulso de astucia, control y manipulación. Y es ahí precisamente donde reside el interés de un filme que crece en la tensión de sus encuentros para diluirse en los caminos separados, un filme que se guarda algún que otro as en la manga de su escritura y al que ni siquiera le hacía falta revelar algunas estrategias de seducción y engaño que se daban por sobreentendidas.

Con todo, y aunque sea caer en la trampa del propio filme, uno hubiera esperado del personaje del abogado algo más de sagacidad para ver la tela de araña en la que se estaba metiendo a plena luz del sol mediterráneo. Para cuando lo hace, ya es demasiado tarde.     

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios