Crítica 'El doble del diablo'

Torpe y vulgar

El doble del diablo. Drama, Bélgica/Holanda, 2011, 108 min. Dirección: Lee Tamahori. Guión: Michael Thomas. Fotografía: Sam McCurdy. Música: Christian Henson. Intérpretes: Dominic Cooper, Ludivine Sagnier, Raad Rawi.

Lee Tamahori prometió algo cuando se dio a conocer, hace más de quince años, con Mulholland Falls. Decepcionó levemente, pero salvó la honra, con El desafío y La hora de la araña. Cumplió en su incursión bondiana Muere otro día. Y llegado a este punto se desplomó, rodando tres malas películas en una década. Entre ellas figura El doble del diablo. El diablo es Uday, el hijo de Sadam Husseim. Y su doble es un antiguo compañero de colegio al que convence -torturándolo y amenazando con matar a su familia- de que le sustituya para multiplicar su presencia y sobre todo para evitar peligros.

El hijo de Sadam era tan repugnante como el padre, y además más imbécil y bastante más loco. Un emperador romano majareta, lujurioso, caprichoso y sádico -tipo Cómodo o Calígula- en versión cutre de lujo hortera. Tamahori opta por explotar el kitsch de este lujo, su crueldad carnicera y su depravación sexual, desentendiéndose de las cuestiones políticas, psicológicas y dramáticas más serias que el tema ofrecía. Sólo la interpretación de Dominic Cooper da un cierto interés a este disparate torpemente sensacionalista -vulgar y sanguinolento- se dice que basado en una historia real. Y, por ser justos, también hay que valorar la muy controlada y convincente actuación de Raad Rawi. Todo lo demás parece una parodia de Sacha Baron Cohen.

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